Por Pacho O’Donnell
Los dos fueron grandes caudillos, uno del litoral y otro del noroeste, y provenían de familias de acomodada situación social y económica pero prefirieron identificarse con la causa de los humildes. Fueron traidores de clase. Ambos se enfrentaron a la prepotencia centralista y feudal de un Buenos Aires que remplazó al colonialismo hispánico, consolidando su poderío político y económico sobre los “trece ranchos”, como despectivamente se designaba a las provincias, al adueñarse en exclusividad de los recursos de la Aduana.