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Por Carlos Fuentes |
Michel Foucault ve en la figura de Don Quijote el signo del
divorcio moderno entre las palabras y las cosas. Emisario del pasado, Don
Quijote busca desesperadamente la coincidencia de unas y otras, como en el
orden medieval. El peregrinar quijotesco es una búsqueda de similitudes: las
analogías más débiles, observa Foucault, son reclutadas, y rápidamente, por Don
Quijote; para él todo es signo latente que debe ser despertado para hablar y
demostrar la identidad de las palabras y las cosas: labriegas son princesas,
molinos son gigantes, ventas son castillos porque tal es la identidad que las
palabras le otorgan a las cosas en los libros de Don Quijote.