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| Por James Neilson (*) |
Hace apenas una semana, el consenso era que el electorado, harto del maltrato, estaba por divorciarse de Javier Milei. Pocos sospecharon que se preparaba para una segunda luna de miel pero, para sorpresa de virtualmente todos, era lo que tenía en su mente colectiva. Sin avisar a los encuestadores que preveían un empate, millones que terminaron votando por La Libertad Avanza habían llegado a la conclusión de que sería mejor no separarse del presidente malhablado y pendenciero porque en tal caso correrían el riesgo de provocar una crisis política y económica de proporciones gigantescas.
El temor que tantos sentían puede entenderse. Sabían que tendría consecuencias nada felices para casi todos los habitantes del país desafiar a los mercados financieros que estaban devorando las cada vez más escasas reservas y al quisquilloso presidente norteamericano Donald Trump que, para indignación de muchos, había dejado bien en claro que no ayudaría a la Argentina si el electorado cometiera el error de repudiar a Milei,.
¿Fue tan aplastante la victoria del mileísmo como muchos, entre ellos Trump, dicen? La verdad es que no: la mayoría votó por facciones independientes u opositoras, muchísimos boicotearon los cuartos oscuros y el gobierno no tendrá quórum en ninguna cámara del Congreso nacional. Aunque los votos cosechados por La Libertad Avanza le permitieron superar a la Fuerza Patria peronista por un margen muy respetable, a Milei y sus colaboradores les convendría reconocer que distan de contar con el respaldo de la mayoría y que, para llevar a cabo las reformas estructurales que se han propuesto, tendrán que ampliar mucho su base de sustentación legislativa.
Lo entienden muy bien sus padrinos norteamericanos, Trump y el secretario del Tesoro Scott Bessent, cuya intervención impidió que los mercados financieros estallaran en vísperas de las elecciones. Aun cuando tamaña catástrofe no incidiera decisivamente en los resultados, los costos para muchos millones de personas hubieran sido muy altos y las perspectivas ante el país y el gobierno se habrían hecho pesadillescas. A cambio del apoyo financiero sin precedentes que le dieron, los dos quieren que Milei se reconcilie con aliados ideológicos como Mauricio Macri para formar una coalición que sea lo bastante fuerte como para asegurar que la Argentina siga por el camino que ha emprendido.
Si bien Milei agradeció públicamente a Trump y Bessent por la ayuda valiosísima que le prestaron en un momento clave, sería natural que en su fuero interno propendiera a atribuir el batacazo a sus propios méritos y a la astucia estratégica de su hermana Karina. Demás está decir que sería mejor para él y para el país que lo imputara a los fracasos ajenos para entonces concentrarse en remediar los defectos patentes de un gobierno cuyos integrantes se han acostumbrado a privilegiar sus rencores personales.
Antes de las elecciones legislativas, los preocupados por lo que podría suceder se preguntaban cómo reaccionaría el gobierno frente a una derrota humillante. Suponían que en tal caso pediría ayuda a políticos afines como Macri, pero desde la noche del domingo les perturba la posibilidad de que Milei se vea tentado a tomar el mensaje que le envió el electorado por una reivindicación personal.
Cuando Milei se dio cuenta de que había salido airoso de la peligrosa prueba electoral, impresionó a todos al pronunciar un discurso llamativamente moderado. Para algunos, el que el presidente roquero fuera el único libertario en “el bunker” oficialista a vestirse como un profesional respetable, con traje y corbata, fue un detalle significante. ¿Es que se había preparado mentalmente para soportar la derrota que tantos habían vaticinado? Es probable; al fin y al cabo, él mismo calificó la victoria de “un milagro”, de tal modo insinuando que hasta entonces había entendido que La Libertad Avanza merecía perder debido a su propia conducta a menudo desaforada y los rumores de corrupción en el núcleo gobernante además, desde luego, del desempeño decepcionante de la economía real.
En Nueva York, Londres y otros centros financieros, el pesimismo que tantos habían sentido fue remplazado por una ola de entusiasmo que hizo saltar de alegría las acciones argentinas y reducirse casi a la mitad el índice riesgo país que, al proliferar las señales de que el gobierno de Milei se acercaba a un precipicio, había alcanzado niveles apropiados para una zona de desastre. ¿Sería suficiente el cambio de ánimo que se ha producido como para desatar el tan demorado “torrente de inversiones” con el que sueña Milei, como hizo Macri cuando estaba en la Casa Rosada? Es posible, ya que hoy en día escasean los países que están en condiciones de ofrecer a los dispuestos a arriesgarse tantas oportunidades para lucrar como la Argentina que cuenta con una multitud de recursos mineros, incluyendo a las codiciadas tierras raras, que, por razones políticas, aún no se han visto plenamente aprovechados.
Reavivado por lo que acababa de suceder, el lunes Milei pasó por alto todo lo ocurrido a partir del inicio de su gestión en diciembre de 2023 para afirmar que, gracias al triunfo en las urnas de La Libertad Avanza que, según él, marcó un “punto bisagra” y el comienzo de la construcción de “una nueva Argentina”. No aludió a la renovación del gobierno que encabeza que, hasta entonces, había estado contemplando. Parece dar por descontado que no fue a pesar de las deficiencias del equipo gobernante que el cuarenta por ciento del electorado apoyó a la Libertad Avanza sino porque valoraba la presunta idoneidad de todos sus integrantes. De ser así, Milei se equivoca. No hay motivos para suponer que muchos votantes querían manifestar su aprobación del desempeño de personajes como Karina Milei y Santiago Caputo. Antes bien, los que respaldaron al mileísmo habrán privilegiado “el rumbo” y, claro está, la falta de alternativas convocantes.
Para avanzar con su proyecto, el presidente tendrá que mejorar mucho la eficiencia de una administración que hasta ahora se ha destacado por su amateurismo. Puede que el sector público actual deje mucho que desear, pero eso no quiere decir que un país de las dimensiones y aspiraciones de la Argentina sea capaz de funcionar bien sin un Estado eficaz que, desde luego, tendría que estar en manos de hombres y mujeres óptimamente preparados y adecuadamente remunerados. Se trata de un tema que Milei, que a veces dice que es un “topo” que está resuelto a sabotear el Estado dinamitándolo desde dentro, se ha negado a tomar en serio.
¿Podrá La Libertad Avanza convertirse en un partido de poder auténtico? Sólo si Milei se da cuenta de que aún dista de ser uno y que, para desempeñar bien el papel que la sociedad le ha confiado, tendrá que incorporar a muchas personas que acaso sean más afines a los “ñoños republicanos” que a los libertarios exaltados pero que así y todo quieren hacer un aporte positivo a la gran obra que se ha propuesto. Mal que le pese, no podrá darse el lujo de seguir tratándolos con desprecio.
Sea como fuere, los problemas que enfrenta Milei son menores en comparación con los que atribulan a los dirigentes peronistas. Para Cristina Kirchner y Axel Kiciloff el veredicto del electorado difícilmente pudo haber sido más humillante. A ojos del grueso de la población, el kirchnerismo, que desde hace un par de décadas domina el movimiento fraguado por Juan Domingo Perón, ha dejado de ser una opción; el temor a que Cristina y su tropa regresaran al poder motivó a muchos que votaron por La Libertad Avanza sin por eso sentirse fielmente representados por los hermanos Milei o por los candidatos variopintos del vehículo político que han ensamblado.
Cuando Cristina critica a Axel por haber desdoblado las elecciones en la provincia que gobierna, da a entender que ella sabe muy bien que el espanto ocasionado por el espectro del kirchnerismo ha sido uno de los activos principales de Milei, uno que pesó aún más que sus éxitos en la batalla contra la inflación. Según la dama de la tobillera que encanta a sus adictos bailando en el balcón del departamento de San José 1111que le sirve de cárcel, su ex protegido cometió el pecado imperdonable de advertirle al electorado que si el gobierno de Milei cayera, el malón kirchnerista, con ella a la cabeza, tomaría su lugar, razón por la que el domingo pasado tantos apoyaron a La Libertad Avanza.
Cristina está en lo cierto; si no fuera por la amenaza “kuka” que ella encarna mejor que nadie, a Milei le hubiera sido mucho más difícil lograr que los votantes minimizaran la importancia de sus muchas extravagancias, las dudas en cuanto a la honestidad de quienes lo rodean y el impacto en la vida diaria de la gente de su motosierra emblemática.
Para la mayoría, el kirchnerismo es tan antipático que a pocos les resultan convincentes los intentos de confeccionar agrupaciones intermedias que procuran combinar lo supuestamente bueno del populismo tradicional con una dosis a su entender imprescindible de rigor fiscal. El fracaso de agrupaciones “centristas”, como Provincias Unidas, perjudicó a aquellos mandatarios provinciales que habían esperado conseguir más poder para presionar al gobierno nacional. Desgraciadamente para ellos, en adelante tendrán que optar entre acercarse al gobierno y buscar refugio en el desierto.
(*) Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986)
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