jueves, 11 de septiembre de 2025

Javier Milei ante la mano tendida y los intereses en común de Axel Kicillof

 Por Roberto García

“Conducción derrotada, conducción que se va a su casa”. Así se expreso Antonio Tróccoli, ministro del Interior, cuando en septiembre del 87, el radicalismo de Raúl Alfonsín perdió en la provincia de Buenos Aires contra el candidato peronista Antonio Cafiero. Y se fue a su casa Tróccoli con la declaración bajo el brazo, le abrió la puerta para que lo sucediera en el cargo a Enrique Coti Nosiglia. Fecha nefasta para el partido: fue un 6 de septiembre, aniversario del golpe del general José Félix Uriburu que derroco a Hipólito Yrigoyen en 1930. En la elección del domingo pasado, al menos para el Gobierno de Javier Milei, no hubo necesidad de que nadie partiera al domicilio particular luego del cataclismo de la derrota: estaba vacante el Ministerio del Interior. 

En pocas horas se resolvió ese agujero negro. Previsores, ya nombraron en ese cargo a Lisandro Catalán, un tucumano que fungía como módico enlace con las provincias bajo las instrucciones del jefe de Gabinete Guillermo Francos. Está advertido Catalán de lo que le va a ocurrir el próximo 26 de octubre si se repite la reciente y penosa performance del mileismo: destino estación Tróccoli.

Aunque esa responsabilidad parece hoy cubierta por un espontáneo de la política que, luego del fracaso electoral, le dijo a sus íntimos: “Yo me voy a cargar al hombro la campaña en los próximos 50 días”. Exceso de confianza de Javier Milei o falta de confianza del mismo Milei en aquellas personas que hasta el domingo fallaron en conseguir óptimos resultados en el ámbito bonaerense, sea su hermana Karina, el Lule Menem, o Sebastián Pareja que convocaba punteros sin trabajo. Sin olvidar a un miembro influyente del triángulo de hierro sobre el que reposaba el mandatario, Santiago Caputo, cuyos celos por no ubicar a su prole política en las listas partidarias generaron una de las internas más sombrías en la Administración. En rigor, un fenómeno de discriminación todavía no denunciado en el Inadi, por el interrogante de su cuño: cómo una repostera como Karina, puede competir en la cúpula del poder con quien se imagina hacedor de la llegada de Milei a la Casa Rosada. Parece que, por esa presunta autoría, no tuviera suficientes cajas y difusas reparticiones bajo su manto. El trasiego por el reparto de culpas entre los dos bandos que representan culminó, según mentas, en un encontronazo físico entre Caputo y Pareja. Liviana la porfía, ya habían pasado más de 48 horas de la paliza en las urnas. Un sinfín de Escher esas ambiciones encontradas, para no citar las memorables y pedestres trifulcas entre los celestes y los rojo punzó de los tiempos de Carlos Menem.

Para corregir esas diferencias, el Presidente se elevó de categoría sobre los contrincantes: planifica viajes al interior, borró otros al exterior —sólo irá a Naciones Unidas y a Gran Bretaña antes del comicio de octubre— y el lunes hablará en cadena sobre leyes, vetos, persecuciones y, en particular, sobre la hasta ahora ausente madre de todas las leyes: el Presupuesto. Diluyó entonces a Karina, también a Lule, movilizó a su hermano putativo hacia una mesa de control de pérdidas, Caputo, quien al parecer no puede contener a su ejército en las redes que no cesa de prender fuego a todo lo que rodea a la hermana del mandatario. Por lo menos, es lo que dice. Son tan incendiarias las diatribas, producen un daño notable al gobierno, que más de uno supone que el monotributista asesor digita ese proceso porque ya no desea compartir mesa y silla en el gobierno. Falso, seguramente: nadie abandona la miel, aunque sea amarga.

Con minúscula imaginación, Milei se empieza a recostar en la conveniencia de mejorar el trato con los gobernadores, conceder requerimientos (como ya le abrieron un crédito del BID a Ignacio Torres, Chubut) y a ponerse un chaleco que le reprima exabruptos. Volver al diálogo y sandeces parecidas para negociar plata, recursos, los gobernadores reclamando y él dando. Se le pasó la sentencia primera: no voy a retroceder ni un milímetro en lo que venimos haciendo en Economiía. A una segunda, tibia, contemporizadora. Catalán empieza como nexo, Francos bendice y Luis Caputo paga. Ni siquiera contempló Milei otra alternativa: la mano tendida, dos veces, que le ofreció Axel Kicillof, quizás el mayor vencedor del domingo pasado. Era una invitación de Lucifer, claro, imposible de aceptar para él —quien ni siquiera felicitó al rival por el triunfo— y la muchachada que lo defiende en las redes. Aunque sería normal que un Presidente se reúna con el gobernador de la principal provincia del país, se saquen una fotografía y discurran por ejemplo sobre un problema común: la inseguridad. O la falta de crédito. Además, si Kicillof se atreve a desafiar a La Cámpora y al cristinismo con una entrevista de ese tipo, cual sería la razón por la cual Milei no podría encuadrar a los suyos.

Al margen de que es mejor negociar con uno, en lugar de los veintitantos gobernadores, los intereses políticos de ambos protagonistas coinciden: tienen un enemigo común en la jaula de San José 1111. Los dos, que pueden rivalizar en el 2027 y, obviamente, es prioridad para ambos, necesitan desprenderse de esa incómoda alforja del pasado llamada Cristina para aliviar sus propias molestias. Y exigencias. Por otra parte, es claro que a Kicillof lo último que se le ocurre es bombardear a Milei con una desintegración del gobierno, echarlo, como promueven varios cristinistas, del riojano Quintela al formoseño Mayans entre otros. Ni hablar de que a ninguno de los dos tampoco les gusta la sociedad de los cinco gobernadores (Pullaro, Llaryora, Sadir, Torres y el ex Schiaretti) que también aspiran, en la misma fecha, a la primera magistratura (aunque la elección última no pareció favorecer ese propósito de tercera vía). A los dos les faltan dólares y, en forma independiente, será difícil que los consigan. A nadie se le ocurre pretender que, en las entrevistas, Milei y Kicillof se arremanguen para discutir sobre Keynes. O Von Misses. El mundo pasa por otro lado, al Presidente no le resta saludarse con el gobernador más importante del país al que nadie denuncia por corrupción, que a veces camina por la plaza con la familia o va al cine sin custodia. Y a Kicillof le vendría bien que, gracias a Milei, ciertos actores internacionales lo observen con otra mirada menos reducida a un izquierdismo recalcitrante.

Un tema para debatir y observar esta eventual reunión, más en manos de Milei que en Kicillof. Y hoy, quizás, la frustración electoral obnubile cualquier análisis. Parece imposible, pero en su nueva etapa de jefe político, el Presidente habilita que Catalán ejerza de intermediario con todos los responsables provinciales, incluyendo a la provincia de Buenos Aires. Tal vez sea un primer paso para una aventura más osada que tal vez le otorgaría al país una estabilidad que no tiene. Más garantía que las tasas altas para impedir la suba del dólar.

© Perfil.com

0 comments :

Publicar un comentario