martes, 4 de noviembre de 2025

EN CHINA, MAFALDA ES LA PROFETA DE LA TEMPORADA

La vigencia y la sagacidad de Mafalda no se pierden en la 
traducción al mandarín: así lo demuestra la exposición que 
el Instituto Cervantes de Shanghai organiza para celebrar 
el sesenta aniversario de la tira cómica creada por Quino.

 Foto / Instituto Cervantes de Shangai

Por Lucila Carzoglio

“Ya estoy aquí. Vine con mi vestido rojo”, me avisa una periodista shanghainesa, mientras termino de organizar los detalles de la inauguración. Es imposible perderla entre la multitud. Hay una Mafalda caminando por el salón, con moño en la cabeza, botoncitos y un volado sutil. Intenta tomar la sopa en una mesa donde se ve al personaje más famoso de Quino con cara de asco. 

Mientras posa con una cuchara en la mano, un diplomático de Colombia recita frases de memoria: “lo urgente no deja tiempo para lo importante”, “el problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta”, “¿y no será que en este mundo hay cada vez más gente y menos personas?”. “Mira, ahí está Manolito, ¿no era gallego?”, ríe una española. Y es que en la sala del Instituto Cervantes de Shanghái la inauguración de la muestra “Bienvenidos al mundo de Mafalda” parece una asamblea de las Naciones Unidas, con una intérprete estrella.

El sueño de Mafalda de ser traductora de la ONU y ayudar a que todos se entendieran se cumplió… al menos por unos días. Pero esta vez ella no tuvo que aprender ni ruso ni inglés, como imaginaba en la tira, sino que todo transcurre en mandarín. Con una afluencia de público inédita y cientos de publicaciones en las redes sociales, la exposición, organizada entre el Instituto Cervantes y la editorial NeoCogito, se inauguró el 22 de agosto en Shanghái, la ciudad más cosmopolita de China. “El personaje despierta el cariño en los tres continentes”, aseguró Inma González Puy, directora de la institución, en su discurso inaugural. Desde entonces, chinos, latinoamericanos y europeos pasan diariamente por la muestra que celebra el sesenta aniversario de la historieta y el lanzamiento de una nueva edición en caracteres.

La exposición presenta a los personajes, permite leer en formato bilingüe español-chino algunas de las viñetas más famosas y plantea una cronología de la tira para quienes se adentran por primera vez en el mundo a través de la mirada de Joaquín Salvador Lavado, “Quino”. Esta propuesta rompe con la distancia del papel para recrear ese universo imaginado entre  los años sesenta y setenta. Los lectores se convierten en los nuevos protagonistas. Un living de clase media con biblioteca, fotos familiares en la playa y un reloj de pared recrean un departamento de Buenos Aires donde los visitantes se recuestan en el sofá, mientras Mafalda juega a ser la Estatua de la Libertad. A pocos pasos, la mesa del comedor con los platos puestos invita a gritar “¡Otra vez sopa!” y, más al fondo, Guille y su hermana en triciclo aparecen en tamaño natural en la zona de estar. Tal vez el rincón más entrañable sea la habitación. En una cama real, con sábanas de lunares blancos y negros, duerme la famosa niña argentina. Duerme y sueña, porque en un globo sobre su cabeza se la ve entre las plantas de su papá: “No hay como la selva para una buena guerrilla”, dice en chino, mientras corre desaforada.

El chiste, anclado en el contexto de la Revolución cubana, sin embargo, se conjuga en presente. La tira de Quino, aunque está situada en las antípodas geográficas e históricas, habla del aquí y ahora. En un cuaderno, los asistentes han dejado mensajes en mandarín: “Mafalda eres la profeta de la temporada”, “Mafalda, conocí a muchos Manolitos en la Feria de Aceite de Shanghái”, “Quino deberías seguir dibujando. Están pasando demasiadas cosas”, escriben. Los mensajes se multiplican y destacan la sagacidad, la inocencia, el pensamiento crítico, la filosofía del cómic.

“Su espíritu me hace acordar mucho a las nuevas generaciones”, dice ante la televisión local una mujer de mediana edad. En una ciudad con casi 35 millones de habitantes, donde la clase media ha llegado al 66 por ciento en menos de veinte años, esta lectura no es casual. Al fin y al cabo, Mafalda ilustraba en los años sesenta a la familia de clase media argentina. Una clase que no solo se expandía en ese país, sino también en todo el continente, y que comenzaba a generar sus propios productos culturales: el rock en español, las revistas juveniles y una creciente conciencia de estar en el mundo. Preocupada por la paz y la pobreza, los derechos de los niños y la mujeres, sus ideas, preguntas y reflexiones interrogaban a los adultos. “Mafalda es nuestra ‘voz prestada’”, define Hang Jingou, traductora del libro Universo Mafalda, en el que está basado parte de la exposición.

Junto con sus amigos, Susanita, Manolito, Felipe, Miguelito y Libertad, pero también con su hermano menor, Guille, tal como analiza la historiadora Isabella Cosse, conformaban una versión en miniatura de la sociedad. Los personajes representaban tipos sociales, con sus valores e ideales. El comerciante, la ama de casa, la profesional, el eterno idealista, el revolucionario, convivían, mientras Mafalda se quejaba: “Este mundo es una sopa”. Al respecto, Li Weiyi, responsable de la nueva traducción, agrega: “Cada personaje tiene su propia visión del mundo, y ninguno es ‘perfecto’: ellos encajan muy bien con una expresión muy de moda hoy en día en China, la de ‘sentirse vivos y auténticos’”.

La exposición también pone el foco en una memoria histórica compartida. Publicada entre 1964 y 1973, la historieta de Quino incorporaba, semana a semana, los acontecimientos del momento: la guerra de Vietnam, el Mayo francés, la Guerra Fría, la disolución de los Beatles. Muchas de estas referencias aparecen en las viñetas y, de algún modo, también interpelan la mirada china sobre la historia y América Latina. Ese imaginario está atravesado por los años de educación maoísta, cuando se promovía la solidaridad con el Tercer Mundo, y resuena en el discurso público actual, que impulsa una lectura compartida desde el Sur global en plena puja con Estados Unidos.

“Yo soy una fanática de la tira, todavía conservo mi edición de 1999 toda deshojada de tanto leerla. Mafalda se ha convertido en un programa vital que orienta mi vida cotidiana: la honestidad conmigo misma, la preocupación por los asuntos del mundo, el amor por los amigos y la familia”, explica Jiang Jisong, responsable de la nueva edición de NeoCogito.

Con sesenta años en su haber, los recuerdos sobre la tira empezaron a correr ya durante el montaje. Mientras las paredes se teñían de rojo y los personajes pululaban sin todavía encontrar su sitio, todos querían contar sus anécdotas: “En mi casa, mis padres me tenían prohibida su lectura”, contaba una española, mientras un argentino admitía que se llamaba Guille por ser el menor de su familia. “Tengo dos recuerdos vívidos de mi mamá esperándome a la salida de la escuela: los días que compraba pancitos y mis compañeros se los sacaban de las manos; y las veces que aparecía con un nuevo librito de Quino. Ahí me veo, yo a la altura de su mano, con la portada azul con una Mafalda de color verde ante su plato”, repetí a cada uno que se aparecía mientras montábamos la muestra.

 Foto / Instituto Cervantes de Shangai

En China, la primera edición de 
Mafalda entró por la puerta grande. Su imagenquedó asociada a la fama de su primera traductora: Sanmao, la autora más leída de todo el universo sinoparlante entre los setenta y noventa. En una época en la que viajar era algo impensado, ella no solo hablaba español, sino que además escribía desde lugares remotos. Símbolo de libertad y deseo individuales, la escritora instaló una educación sentimental en toda una generación que salía del colectivismo. De hecho, según cuenta en uno de los prólogos, ella conoció la tira mientras vivía en el Sáhara Occidental, todavía colonia española. Su esposo José fue quien compró un ejemplar en la única librería del desierto.

Mito o realidad, lo cierto es que Sanmao tradujo las primeras tiras de Mafalda entre 1976 y 1977, una etapa temprana en la difusión internacional de la niña argentina. Con un título más explicativo, Las cosas de este mundo a través de los ojos de los pequeños, y una portada en la que su nombre aparecía más grande que el de Quino, el cómic fue todo un éxito.

En su traducción, Sanmao acercaba a Mafalda a una niña china. No solo adaptó expresiones, giros y hasta onomatopeyas: “ba! ba!” hacían las bocinas de los autos en China. Ella también produjo sus propias adaptaciones culturales. Entre algunos cambios, la mayonesa se convirtió en salsa de soja, los Pérez derivaron en los Lin, los Reyes Magos, casi desconocidos, fueron sustituidos por Papá Noel y el Pájaro Loco dejó su lugar a la Pantera Rosa.

Además de suavizar las referencias políticas, en aquellas primeras ediciones muchas viñetas llevaban “notas de Sanmao”. Estas a veces explicaban quién era el Che Guevara o para qué servía un camión hidrante en la convulsionada América Latina, pero también la traductora comentaba el comportamiento de los personajes, convirtiéndose ella también en parte de la tira: “Susanita está diciendo tonterías otra vez”, acotaba debajo del recuadro. En esta operación, el personaje y su primera traductora se confundían. “Tienen personalidades parecidas. En mi caso, me gusta Mafalda porque ella y Sanmao representan un tipo de persona que admiro, aunque sé bien que nunca podría llegar a ser como ellas”, asegura Hang Jingou.

Paradojas del destino, nuestra niña irreverente dio la vuelta al globo para finalmente conocer China. Cuando cae la tarde en Shanghái y se apagan las luces de la muestra, los ventanales del Cervantes se prenden. En una de las calles más icónicas de la ciudad, ahí, entre sus amiguitos, aparece ella preguntando: “Decime, papá, ¿en tus tiempos se vivía mejor que ahora?”. ~

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