miércoles, 23 de septiembre de 2015

Furia electoral


Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)

Por momentos cansa pero lo repetiré hasta el hartazgo: el kirchnerismo, como entelequia de todo lo malo que le ha pasado al país, sólo fue posible gracias a una clase dirigente que lo permitió. Pueden venir a decirme “no, yo no lo quise”. Ok, yo tampoco lo quise, pero pasó.

La reacción de los distintos sectores del electorado ––apoyen a quien apoyen, tienen para elegir– frente a los que piensan votar otras opciones, o frente al periodismo por contar lo que está pasando, es una muestra más de esta situación. Pero como hablar de esto es para quilombo, conviene empezar por otro lado.

El jueves 17 de septiembre, en un hotel cordobés un legislador tucumano le comenta a otro que “lo de Tucumán se arregla con 20 o 30 palos en la Corte”. Tres días después, la máxima instancia judicial del ex jardín devenido en patio de atrás de la República dice que Juan Manzur es el nuevo gobernador.

El viernes 18, la reina de los bajitos militantes sigue sin conseguir una amiga que la acompañe al cine –o alguno de los hijos que le de pelota– y se manda otra cadena nacional para inaugurar un hospital que no está terminado. Frente al público que le agradecía la inauguración del hospital en el que nacieron –por si podía ser más desconcertante la situación– Cristina les explicó de qué se trataba la resolución de la Organización para las Naciones Unidas respecto de los organismos internacionales de especulación financiera. Algo nos dice que los muchachos esperaban algo más pila para un viernes a la tarde de sol, pero convengamos que son gente con otro tipo de necesidades. Afectivas, puntualmente.

De allí, la Presi quiso mantener la línea de pobrerismo conformista y partió rumbo a Cuba, donde se vistió de papisa y exhibió una cartera Hermes de 23 lucas gringas que generó una polémica sobre su costo sólo superable por el vestido que algunos veían azul y negro, y otros blanco y dorado. La cartera era Cardón y cuesta cuarenta evitas. Presenció la misa de Francisco, pidió una audiencia, se la negaron, se sacó una foto con él y volvió al ostracismo.

Amado Boudou se quiere tomar el palo, irse a México de embajador y llevar una vida alejada de esta sociedad ingrata que no le permite pequeñas libertades, como quedarse con la máquina de imprimir billetes, constituir domicilio en un médano, moverse en un auto con los papeles tan en regla como la declaración jurada de Cristina, y alguna que otra inconsistencia menor que algún que otro contrera consideró enriquecimiento ilícito, cuando está claro que cualquiera que ahorre en billetes que lleven la firma del presidente del Senado está cometiendo un acto ilícito, además de idiota.

El ex presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, se alejó tanto del massismo que se pasó de parada y terminó sentado en primera fila de un acto de Danielle Scioli. Con la provincia de Buenos Aires bajo el agua cada vez que llueve una semana de corrido, desconocemos si el dirigente rural fue a comer sanguchitos o porque quiere negociar la reconversión de los campos y pasar de la siembra de oleaginosas a la crianza de truchas.

Podemos hablar de Julio López o de qué pasó con Luciano Arruga, aunque a nadie le importe desde que apareció su cuerpo. Podemos abordar el tema de las 51 personas más una por nacer que se quedaron en el camino, paradójicamente, en una terminal, y que las lloran sólo sus parientes, mientras el resto cree que las movilizaciones fueron para reclamar trenes nuevos y no para meter en cana a los funcionarios de un Estado tan, pero tan corrupto que de tanto llevarse cosas que no le correspondían, se llevó la vida de más de medio centenar de seres humanos en una mañana.

También podemos hablar del tren bala que nos vendieron por 1.4 mil millones de dólares pero que iba a costar 14 mil millones y nadie construyó sólo porque alguien se avivó; del caso Skanska, de la responsabilidad subjetiva que volteó a Aníbal Ibarra pero que ni rozó al gobierno nacional responsable de la Policía Federal, de la crisis con el sector agropecuario, de Néstor Kirchner apoyando el corte del puente de Gualeguaychú por parte de la asamblea comandada por Alfredo De Ángelis, de los dos millones de dólares que compró Néstor un día antes de devaluar, de las cajas, de los fondos de Santa Cruz, de la pistola de Guillermo Moreno arriba del escritorio, de las miles de villas que proliferaron en todo el país en los últimos doce años, de la inexistencia de controles fronterizos, de la complicidad de las fuerzas de seguridad con todo lo que sea ilegal, de Hotesur, del lavado de guita, de los financistas. O, si quieren, podemos hablar de la costumbre de los fiscales de lavarse las manos luego de pegarse un tiro en la cabeza, de los pactos con un Estado terrorista, de los pactos con Estados en los que los derechos individuales son tan respetados como stripper en despedida de solteros, de los miles de millones de dólares que se perdieron por impericia del Gobierno a la hora de administrar, de los miles de millones de dólares que se perdieron por la enorme pericia del Gobierno a la hora de chorear, de los muertos por culpa del hambre, de la generación perdida por desnutrición patológica, de los yates de Jaime, de los contratos de Picolotti, de la chacra de Julio De Vido, de todas las causas de Boudou, de los aprietes de La Cámpora, de los medios oficialistas que sólo pueden sobrevivir a costa de los millones que reciben del Estado, de la relación sexual no consentida y permanente a la que nos somete la AFIP sin siquiera tener la gentileza de pedirnos un taxi para después, de los números del INDEC, de la mitad de los asalariados en blanco a los que el trabajo no dignifica y son pobres, del vaciamiento de la Anses, del saqueo del Banco Central, de la emisión permanente de deuda, de los choreos a arsenales de las Fuerzas Armadas, de la fragata Libertad, de la maquinaria propagandística de Fútbol para Todos, del desconche de fondos sin control para habilitar un centro cultural, del agujero negro de empresas estatizadas, de la incapacidad profesional para la gestión de los mimados de Cristina. También podemos jugar a ver quién emboca la cantidad de juicios a las consultoras, de juicios populares a los periodistas, de juicios morales a los jueces, de causas abiertas contra funcionarios del Gobierno, de crecimiento patrimonial declarado, de crecimiento patrimonial no declarado, de cuántas burradas dijo Cristina por cadena nacional o, sencillamente, un conteo de cuántas veces dijo “yo” y “abogada” en sus discursos.

Supongo que, una vez dicho todo eso y dejándolo impreso y en pancartas al rededor nuestro, podremos hablar de Niembro. O no. Porque está claro que no importa lo que se haga o diga, detrás vendrá el “señalar la manchita del PRO frente al embarre del kirchnerismo”, frase muy en boga por estos días, aunque últimamente se reemplace “kirchnerismo” por “peronismo”. Y va con onda, chicos, pero Fernando Niembro no viene del Partido Socialista de los Trabajadores ni tiene colgado un cuadro de Aristóbulo del Valle en su despacho, sino que es tan del peronismo como cualquier otro que haya sido funcionario de Carlos Menem, el mismo Carlos Menem que tanto nos gusta vincular con los kirchneristas para chicanearlos. Si quieren, les tiro un dato para que tengan para seguir indignándose: el fiscal que tomó la causa, imputó por lavado a todos, menos al funcionario que puso la firma, con lo cual la causa puede terminar en la nada misma y el daño electoral ya está hecho.

En esta joda loca que se ha desatado durante la campaña electoral por fajarnos entre todos y putear al que no piensa como uno, valdría la pena recordar lo que tantas veces he recordado a fuerza de comerme las puteadas de los que me festejan cuando coinciden. Graciela Ocaña cagó a Carrió para irse con Kirchner. Lilita, antes de decir que hay que frenar a la mafia del peronismo apoyando a Macri, dijo que su límite era Macri, apoyó a Aníbal Ibarra en 2004, pidió votar por Kirchner y formó una mesa de coordinación con Néstor e Ibarra en 2002. Esto fue, claro, muchos años antes de que viniera a decirnos que ella sabía lo que era Santa Cruz y por eso no la sorprendía lo que el kirchnerismo hizo a nivel nacional, mientras nos cagaba a pedos por no votarla a ella. Ocaña se fue del gobierno nacional junto con Sergio Massa, el mismo que hoy habla de mirar al futuro de la mano de Roberto Lavagna y Alberto Fernández.

La que en 2003 decía que Mauricio Macri era un empresario que se hizo rico cometeando a funcionarios al igual que su padre, fue Patricia Bullrich, la misma que hoy viene a cuestionar los cambios partidarios de otros candidatos, cuando en su carrera política se puso más camisetas que el Tweety Carrario y Navarro Montoya juntos. Y ya que estamos, también estaría bueno recordar que el que dijo que las banderas del peronismo son las que valen es el propio Mauricio, y lo hizo hace un par de meses, no más. Y no creo que corresponda criticarlo por ello, dado que se apoya bastante en ese espacio que es el límite para varios de sus votantes. ¿O dónde creen que laburaban Horacio Rodríguez Larreta, Maximiliano Corach, Diego Santilli, Jorge Triaca, Emilio Monzó o Cristian Ritondo antes de que apareciera el PRO? Incluso tienen de funcionaria a Eva Ferraro, quien en 2004 cumplió la orden de Alberto Fernández de renunciar a su cargo de consejera del PJ porteño para dejarlo acéfalo.

Sí, lamento informar que, salvo que votes a Nicolás Del Caño o a Margarita Stolbizer, vas a votar a peronistas, aunque no los veas, aunque no lo quieras ver, aunque no lo creas.

Entiendo que el odio nos pueda cegar y no lleguemos a reconocer la diferencia entre lo que vivieron nuestros abuelos, nuestros padres, nosotros y nuestros hijos. Pero si nos consideramos las luminarias del voto, si creemos que nuestra consciencia ciudadana da para más, si sostenemos que la instrucción cívica es el único camino para la autosuperación de nuestra sociedad, no podemos corrernos con los carnés de afiliación. Primero, porque no se salva nadie. Y segundo, porque esto de  convertir una elección en un cuadrangular de fútbol de verano en el que el ganador tiene derecho a delirar al perdedor y hacerlo sufrir por su condición de apoyar lo contrario, lo estamos viviendo hace demasiado tiempo y, si mal no recuerdo, es lo que más nos duele: las amistades perdidas, la silla vacía en la mesa de año nuevo, los parientes con los que ya no hablamos, el castrado emocional que nos dice que tenemos que agradecerle a Cristina y al espíritu de Néstor por habernos devuelto la dignidad de cagarnos de hambre, pero con Patria.

Lo vimos durante muchos años y cuesta creer que ahora pase entre los que estuvieron juntos puteando al kirchnerismo y hoy se acusan de kirchneristas encubiertos o culposos. Y si bien es cierto que algunos medios ya están bien arreglados, viene bien poner blanco sobre negro, dado que las puteadas que nos estamos comiendo son difíciles de dimensionar:

Twitter existe desde 2006 y en Argentina nadie le dio bola hasta, aproximadamente, el mundial de Sudáfrica en 2010. Sin embargo, explotó recién a partir de 2012. Facebook nació en 2004, llegó a latinoamérica en 2007 y todos la usaban para buscar al amor de la secundaria, saber que fue de la ex, o compartir fotos mal sacadas. Blogger nació a principios de los 2000, pero tampoco fue demasiado popular hasta 2006. Incluso entonces, los que lo utilizábamos para jugar al periodismo, éramos conscientes de algo: sin el periodismo mainstream no hacíamos un carajo porque nadie, absolutamente nadie consideraba a las páginas de contenidos autogestionados como una fuente válida de información.

Fue en aquellos tiempos en los que la blogósfera estaba divididad en dos ––la oficialista organizada y la opositora disgregada– cuando Clarín se peleó con el gobierno. Todo lo que callaban las tapas de los diarios, se decía en el mundo blogueril. Todo lo que sabíamos lo decían periodistas profesionales desde medios tradicionales o periodistas amateurs desde medios informales. Y no, no era un mundo de rosas. Porque cuando te aprietan laburando en un medio tenés una espalda que te cubre. Ahora, cuando te comés el apriete escribiendo desde tu casa, sos vos y tu paranoia tratando de dilucidar si estás frente al aparato del Estado o tan sólo se trata de un loquito con ganas de joder.

En base a todo esto estaría bueno ––de vez en cuando, si pinta– que si ven un bicho cuadrúpedo, con cola larga, orejas triangulares, pupilas verticales y que emite un sonido similar a un “miau”, no puteen al periodista que dice que eso es un gato. Entiendo que les de bronca lo sucedido, pero hay que tener cuidado cómo se canaliza ese enojo, porque pueden quedar como ese padre o madre que se entera que al hijo lo amonestaron por tocarle el culo a una compañera y, en vez de retar al hijo, caga a trompadas al preceptor.

En cuanto a lo que resta de la campaña, si quieren seguir matándose y les divierte más que discutir los programas de gobierno, sean libres de hacerlo. Pero tengan en cuenta que si lo hacen desde la dicotomía peronismo-antiperonismo que planteó el kirchnerismo desde el 25 de mayo de 2003, no sólo perdieron la guerra iniciada unilateralmente, sino que disponen de sólo dos opciones de las cuales, probablemente y en atención cualquier encuesta, ninguna sea la que tenían pensado votar.

Mercoledi. La meta no es ganarle a una ideología desactualizada para el goce personal. La meta es ser Gobierno. ¿No?

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