jueves, 25 de septiembre de 2025

Trump no presta gratis y suele jugar al golf por plata

 Por Roberto García

Uno estaba furioso por lo que iba a ocurrir. El otro estaba furioso por lo que ocurrió. En ochenta años, el abuelo luchó para impedir que llegara el peronismo al poder en el 45 del siglo pasado y el nieto lucha ahora para que el peronismo no regrese al poder. No son parientes, claro, piensan igual. Son apenas dos ciudadanos de un mismo país, el abuelo y finado embajador bien podría llamarse Spruille Braden y el nieto Scott Bessent, hoy Secretario del Tesoro de USA. Uno, con historial controvertido en la minería y en la United Fruit, pagó con su apellido el fantasma imperialista en la primera elección que ganó Perón; el otro, de particular devoción por el bucólico Sur argentino y algunos negocios, en cambio ha dispuesto una asistencia celestial para que Javier Milei se recupere en votos este 26 de octubre y castigue en las urnas al peronismo que venció en los recientes comicios provinciales de Buenos Aires. Y si no logra ese propósito Bessent, al menos durante 30 días de campaña sus anuncios le otorgarán cierta estabilidad económica al equipo de Luis Caputo.

No es poco para un cuerpo anémico que se levantó con una medicina oral: apenas unos elogios verbales sirvieron para remitir la debilidad extrema junto a promesas de respaldo financiero por si la corrida del viernes de la semana pasada se espiralizaba para volverse crónica. Parole, simples palabras. Inéditas sin embargo para anteriores gobiernos, para otros gobiernos, que también están con la mano tendida. Aunque no debe olvidarse que otro significado se añade al término Parole: permiso de permanencia temporal, según el idioma inglés. O sea, se responde a una autoridad, al cesarista del pulgar. No es nueva la invención del ficcional parentesco del abuelo con el nieto para repeler a las formas del peronismo: después de la Segunda Guerra, los Estados Unidos promovieron a favor de Europa (en particular Gran Bretaña) un formidable programa de recuperación con prestamos, facilidades y donaciones bajo el titulo del Plan Marshall —también con la obligación de comprar productos de USA, créditos atados— que además de enmendar la pobreza de esos países impidieron la penetración vecina del comunismo. Como se sabe, ganaron la batalla. Ahora Milei aguarda ese mismo resultado.

Bessent, quien suele endosarle al peronismo todas las desgracias argentinas en las décadas pasadas, repitió lo que había dicho hace dos meses y pocos tomaron en cuenta: Vamos a hacer lo que sea para conservar al gobierno Milei, sostuvo. Entonces, el velero iba con viento en popa. En esta ocasión también tuvo que participar Donald Trump, quien mantuvo ese concepto y, políticamente, lo hizo salvar a Milei del precipicio del próximo octubre ante eventuales golpes y saltar, de repente, a la reelección en el 2027 por la cual ya se pronunció a favor. Voy a estar con vos y sin paradas de ningún tipo: en un tren exprés no solo se comió unos días de incertidumbre, el grandote también se devoro unos años. Ni el averiado mandatario argentino esperaba semejante apoyo antes de viajar a Nueva York para la entrevista y disertar en la ONU, discursos observados solo por compatriotas como en cualquier foro internacional. Igual que Trump, se presentó para criticar a la organización. Lo que volverán a hacer el año próximo. también, obvio, aludió a sus compromisos con Israel, recurrió a Malvinas por tradición aunque afirmo en la primera línea del mensaje que era nueva su política exterior. Hasta las islas no llega. Inclusive, arrastró en el protocolo a su hermana, quizás en un protagonismo innecesario, pero imprescindible para aquellos que no entienden la indivisibilidad de los cuerpos y el alma.

Con las palabras de Trump y Bessent quedaron fuera de juego, en la política interna, los atrevimientos que le atribuyen y se atribuye a la Vicepresidente Victoria Villaruel y resultó un fulminante para quienes soñaban con una crisis tipo 2001, con un riesgo país en la estratosfera, que culminara con una asamblea legislativa para nombrar a un sucesor presidencial en ese cuerpo. Un secreto a voces que, más que describirlo, en alguno casos se expresaba un deseo. Hasta se conjeturo un nombre para esa salida tipo Duhalde, el futuro candidato a diputado por Córdoba Juan Schiaretti, quien seguro no se inscribe en ese anhelado terremoto parlamentario. Se supone. El anuncio de Trump a favor de Milei, el apretón de manos, los premios del “gorila” Bessent y el “compre ahora, pague después” implícito, arrasaron con esas pretensiones personales y tal vez desgastaron la recurrida propuesta de la línea del medio que caracteriza al propio Schiaretti y a varios gobernadores. Al menos, en el distrito bonaerense donde el representante de ese sector, Florencio Randazzo, puede padecer ahora la tenaza polarizadora entre kirchnerismo y mileismo. Hasta las apariciones del Norte se hablaba de tres tercios en ese distrito —por los desencantados de las dos grandes corporaciones partidarias dispuestos a no votar—, ahora se discurre sobre la vuelta a un enfrentamiento binario, recurrente: entre los que agradecen un crédito y aquellos que lo rechazan.

Si es una aventura anticiparse al desenlace electoral, menos engorroso resulta observar el proceso económico que, a partir de lo ocurrido con las intervenciones Trump-Bessent, logró un blindaje inesperado para el Palacio de Hacienda y el Banco Central. Se dieron vuelta los mercados en una montaña rusa superior a las de Disney, y se advierten algunas refacciones: José Luis Espert dice que las bandas cambiarias son un adiestramiento para aprender a flotar en un futuro y el FMI confirma que la Argentina comprará dólares para proveer sus reservas. Al mismo tiempo, repitiendo lo que las grandes cerealeras hicieron con Mauricio Macri antes de asumir y nunca agradeció —por obra y gracia entonces por la mediación del cordobés sojero Roberto Urquía—, se garantizó un ingreso de siete mil millones por la eliminación breve de las retenciones. Un negocio. Como el de las empresas del juego que suelen asistir a los gobiernos de la provincia de Buenos Aires en la emergencia siempre que, a cambio, le concedan un mayor tiempo de explotación de sus licencias.

Show me the money, primera de las objeciones a atender por la crítica opositora o desconfiada, en particular de comunicados que no sean acompañados por la realidad dineraria. No ayudó, en ese sentido, un último comunicado de Bessent: vamos a trabajar (para que no haya default) después de las elecciones de octubre. Seguramente ya sabían que la temporal liquidación de dólares por parte de los capitostes del campo le permitirían al gobierno cosechar los ansiados 7 mil millones de dólares necesarios para la superada crisis. Con palabras y el campo se salvo el Rubicon. Después vendrán observaciones por la discusión de otras condicionalidades (devolver el swap chino), ya que ni Trump presta gratis y suele jugar al golf por plata. Su diversión esta en los billetes. De su país, claro. Pero el ordenamiento local que impuso en la Argentina a través de la palabra ya corrigió al mercado, y hasta modificó opiniones de medios que antes defendían, luego objetaban y ahora vuelven a defender al gobierno. Los países subdesarrollados se adaptan a la master voice. Siempre. Habrá que ver si ese comportamiento también incluye a los votantes, ya que un fenómeno no se corresponde a veces con el otro.

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