viernes, 11 de enero de 2019

El candidato que quiere ser como Rocky Balboa

Rocky Balboa-José Luis Espert
Por Fernando Laborda

En la recordada película de 1976 protagonizada por Sylvester Stallone , Rocky Balboa era un rústico boxeador ítalonorteamericano de segunda categoría que se ganaba la vida en Filadelfia cobrando créditos para un usurero italiano. En la otra vereda, Apollo Creed era un tan afamado y eximio como soberbio campeón mundial de peso completo que, al enterarse de que su próximo rival se había roto una mano y no podría enfrentarlo dentro de cinco semanas, decide elegir como su oponente alternativo a un púgil desconocido. 

La elección recae en Rocky, "el potro italiano", quien se encuentra de golpe así ante la posibilidad de concretar el sueño americano.

José Luis Espert es un economista liberal de 57 años, cuyo padre no era oriundo de Italia, sino de Castelló de Farfanya, Catalunya. Su recuerdo de la película Rocky llega porque, luego de escribir en LA NACION, en febrero del año pasado, antes de la crisis cambiaria, un duro artículo titulado "Macri en el país de las maravillas", recibió fuertes cuestionamientos por parte de dirigentes del oficialismo. No era para menos: había acusado al Gobierno de hacer "kirchnerismo económico de buenos modales". Pero ante esas críticas, sintió que el gobierno de Mauricio Macri, al igual que Apollo Creed con Rocky, le estaba dando una oportunidad de subirse al ring. Entonces, comenzó lentamente a procesar su ingreso a la política y a cimentar su candidatura presidencial.

Hoy Espert se encuentra abocado a conformar un frente de partidos, algunos de los cuales aún no tienen personería. Y ya sueña con ponerle un nombre: DespertAR. Una palabra que le permitiría jugar con la presencia de su propio apellido. Pero teme que no será fácil competir, entre otras cosas porque cree que puede robarle votos por derecha a la coalición oficialista y que la justicia electoral podría ponerle palos en la rueda a su proyecto.

A partir de un eslogan como "Despertemos argentinos", Espert buscará persuadir a la ciudadanía de que "no se puede hacer más campañas diciendo lo que la gente quiere escuchar, sino con la verdad, por más cruda que sea".

Su propuesta será esencialmente económica, pero arranca de entrada con una medida que pondría los pelos de punta a no pocos dirigentes políticos tradicionales: "En el Estado sobran 1.800.000 personas", en referencia a los más de cuatro millones de agentes del sector público nacional, provincial y municipal.

Considera que los principales problemas de la Argentina pasan por el desmesurado tamaño del Estado, la economía cerrada y la legislación laboral.

Sobre el primer punto, sostiene que el peso del Estado en el PBI, que hoy es del 40%, debería bajar 15 puntos y que eso se logrará a mediano plazo "echando gente" del sector público. Paralelamente, propicia la creación de dos millones de puestos de trabajo en el sector privado. ¿Cómo? "Cambiando la matriz productiva, abriendo la economía y bajando drásticamente los costos laborales", afirma Espert. Para eso, propone una apertura total, ya sea firmando acuerdos de libre comercio con todos los países que se pueda u optando por una apertura unilateral como la de Chile desde mediados de los años 80. Aclara que se llevarían los aranceles de importación prácticamente a cero y que sería inevitable una devaluación de la moneda para darle competitividad a la industria nacional.

"Se trata de copiar a los países emergentes a los que les fue bien. Perú lo pudo hacer en los últimos años y Chile desde mucho antes", según Espert, para quien "Macri no tiene idea de lo que es la competencia, porque proviene de una familia prebendaria, que creció a partir de la patria contratista y de una empresa automotriz que prosperaba gracias a una economía cerrada".

El punto más controversial de la propuesta de Espert se relaciona con el capítulo laboral. Según él, hay que derogar las leyes de contrato de trabajo, de convenciones colectivas, de obras sociales y de asociaciones profesionales, que a su juicio consagran el unicato sindical, la monarquía hereditaria en los sindicatos y un poder inadmisible para los gremialistas sobre el manejo de las cajas de las obras sociales, que no existe en ningún lugar del mundo. También propone suprimir cualquier aporte obligatorio de los trabajadores a las entidades sindicales.

Así como afirma que el Estado no puede ser una agencia de empleo, cree que la educación debe ser declarada servicio público con el fin de terminar con las huelgas docentes, al tiempo que aboga por la institución de un voucher educativo, mediante el cual el Estado subsidie a todas las familias para que envíen a sus hijos a la escuela pública o privada que quieran, y que las escuelas compitan entre sí por tener más alumnos.

En el equipo de personas que Espert consulta se encuentran no pocos economistas. Entre ellos, Agustín Etchebarne, Manuel Adorni, Héctor Rubini, Fausto Spotorno y Gustavo Lázzari. También el abogado Martín Litwak, el especialista en temas educativos y exdirector de la Fundación Junior Achievement Eduardo Marty y el analista político y económico Gustavo Segré.

Con ese discurso, Espert aspira a dar pelea. Como en el inicio de la saga de Rocky, sabe que el retador no vencerá en el primer combate, pero puede hacer una buena presentación en sociedad para próximas batallas. Su objetivo electoral es pescar entre los votantes de Macri desencantados y entre los electores decepcionados con la dirigencia política tradicional.

© La Nación

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