lunes, 29 de octubre de 2018

Bolsonaro, presidente de Brasil: un enigma, un desafío y una oportunidad para la Argentina

Jair Bolsonaro
Por Claudio Jacquelin

Pocos candidatos extranjeros han despertado tantas temores y dudas y desatado tantas especulaciones en la Argentina sobre su futura gestión como el flamante presidente electo de Brasil. Es el enigma   Jair Bolsonaro. Un desafío, pero tal vez también una buena oportunidad para el último año de mandato de   Mauricio Macri. 

Sobre todo, después de confirmarse que su triunfo fue contundente, pero menos holgado de lo que se preveía al final de la primera vuelta.

Todo, después de confirmarse que su triunfo fue contundente, pero menos holgado de lo que se preveía al final de la primera vuelta.

Esa podría ser la mejor síntesis de los análisis que hacen en las primeras horas posteriores a   la elección  funcionarios del Gobierno, dirigentes de la oposición, diplomáticos argentinos y expertos en las relaciones argentino-brasileñas, dispuestos a arriesgar algunas hipótesis, pero sin ánimo de intentar ningún pronóstico asertivo.

 Nadie sabe aquí, como tampoco en Brasil, cuántos de los exabruptos y excesos enunciados durante su campaña intentará hacer realidad Bolsonaro, pero sí se sabe que todo lo que haga resultará relevante para los argentinos.

El nivel de interrelación es tan elevado que las decisiones que pueden tener fuerte impacto en la economía y en la política de la Argentina son de orden multidimensional. Importarán las medidas que adopte en el plano interno (sean económicas, de seguridad o institucionales) tanto como la relación que establezca con las grandes potencias, el carácter de los vínculos regionales que desarrolle y, obviamente, la relación bilateral que mantenga con la Argentina.

Por eso, ante la imprevisibilidad que representa Bolsonaro y la incorrección política (como mínimo) de sus manifestaciones, hay una coincidencia bastante extendida aquí: Macri debería reforzar la imagen de que su objetivo es sostener y reforzar el vínculo con Brasil, antes que construir una alianza político-personal con el presidente electo.

"Nadie duda en la dirigencia argentina de que Brasil es y debe seguir siendo un socio estratégico para la Argentina, al margen de quién lo gobierne. Y con ese propósito y sobre esa base estructuraremos nuestras relaciones en beneficio mutuo", explica Fulvio Pompeo, secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia y uno de los dos hombres decisivos del Gobierno en el área de las relaciones exteriores.

"Si yo fuera Macri, no hablaría de Bolsonaro, sino de Brasil", coincide y explicita el académico Federico Merke, investigador del Conicet y director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés.

En un país polarizado como nunca, con años de recesión o estancamiento económico, atravesado por la corrupción, con elevados índices de inseguridad y delitos violentos y con una población enojada y hastiada de sus clases dirigentes, la gobernabilidad aparece como el primer gran desafío para el nuevo presidente, que no asoma predispuesto precisamente a fortalecer la convivencia política y fomentar la tolerancia social.

La situación se torna más inquietante cuando se incluyen en el análisis las posibles disputas o diferencias dentro del flamante oficialismo entre liberales y nacionalistas y la falta de experiencia o de pergaminos en la articulación de acuerdos político-parlamentarios. El Partido Social Liberal (PSL) será en el Parlamento la segunda minoría. La desconfianza internacional despertada por Bolsonaro durante la campaña electoral completa el inquietante cuadro.

¿Qué puede tener de positivo todo esto para la Argentina? ¿Por qué el Gobierno y varios especialistas consideran que es una oportunidad para Macri? En las circunstancias en las que se produce la elección de Bolsonaro estaría la respuesta, antes que en sus inquietantes características.

Descartada la posibilidad de que el PT, desplazado del poder por los escándalos de corrupción, volviera al gobierno, disipó una de las inquietudes obvias del macrismo. Acaba de romperse el espejo en el que soñaban verse el kirchnerismo y sus seguidores: una reivindicación electoral del partido del encarcelado expresidente Lula.

Al mismo tiempo, el resultado logrado por   Fernando Haddad  demostró que el petismo mantuvo una centralidad capaz de sostener la polarización y obturar la emergencia de un tercer actor superador de la grieta. Otro alivio para el oficialismo argentino. Siempre que Cristina Kirchner no aprenda la lección que recibió su admirado Lula, renuente hasta el final a dar un paso al costado.

En el Gobierno, no temen, por otra parte, que en la Argentina pueda surgir un émulo de Bolsonaro. Entienden que el macrismo fue un adelantado como emergente del fin de ciclo de la "vieja política". El gurú Jaime Durán Barba trazó algunos paralelismos entre las campañas de Macri en 2015 y la del excéntrico brasileño que acaba de ser elegido presidente.

El escenario internacional aporta otros datos que sostienen alguna mirada positiva frente a este resultado. La condición de anfitrión del G-20 de la Argentina, en medio de un recambio en los gobiernos de la región y de un viraje en la orientación ideológica hacia la centroderecha, permiten a los analistas sugerir que Macri podría aprovechar el contexto para convertirse en un referente relevante para Bolsonaro y un interlocutor de los grandes países para articular relaciones y evitar saltos al vacío.

Las relaciones con Estados Unidos y China juegan aquí un papel determinante. Durante su campaña, el impredecible mandatario electo definió sus preferencias por Estados Unidos y deslizó objeciones a China, que rápidamente debió atenuar. Así como Brasil es el principal socio comercial de la Argentina, la potencia asiática lo es de su país. Enviados de la cancillería china se lo recordaron con rapidez y eficacia. La Argentina está en estos momentos haciendo un complejo juego de equidistancias y equilibrio entre Donald Trump y Xi Jinping. Se propone hacer saber a todas las partes que puede compartir ese know-how.

En el gobierno argentino visualizan tanto un afianzamiento de las relaciones de Brasil con Estados Unidos en cuestiones de defensa como la continuidad del vínculo comercial con China. Tal vez sea una extrapolación de lo que intenta el macrismo.

Si, como dice Merke, un Brasil estable y que crezca hace al interés nacional argentino, allí es donde debería poner el foco el gobierno de Macri, y podría ayudarse a sí mismo ayudando a la nueva administración brasileña. Imprescindible cuando se advierte cómo se achicó el flujo del comercio en estos años y la necesidad de revitalizarlo que tiene la Argentina. Aunque aquí las dudas sobreabundan sobre la orientación que terminará dándole Bolsonaro a su gestión, entre la adscripción absoluta al liberalismo de su referente económico Paulo Guedes, el arraigado nacionalismo de su base y origen militar, y el proteccionismo del empresariado brasileño no transnacionalizado.

El otro aspecto relevante para la Argentina es determinar qué se propondrá el gobierno de Bolsonaro con el Mercosur. En la Cancillería sugieren que se avanzará hacia un organismo más flexible, "un Mercosur del siglo XXI", dicen, sin abundar en precisiones.

Más precisos son respecto de la necesidad de concretar el postergado acuerdo del bloque regional con la Unión Europea. "Tenemos que lograr que vean que es beneficioso como lo vemos nosotros y que sea rápido, porque tenemos tiempo hasta abril para concretarlo. Después, por las situaciones internas de los países europeos, se complicaría", explican en el Gobierno. Mucha urgencia para un mandatario que recién estaría sentándose en el sillón y que, según todos coinciden, carece de conocimientos certeros sobre política internacional. Habrá que ver si Macri logra construir esa confianza.

Todo eso, claro, con el desafío mayúsculo que implica para Macri constituirse en un socio sin ser visto como un aliado, si es que Bolsonaro concreta en su gestión las alarmantes expresiones racistas, xenófobas y discriminatorias de cualquier minoría con las que hizo campaña. El macrismo, al igual que varios analistas, se ilusiona con que no se harán realidad. Invoca los frenos y contrapesos de las instituciones de Brasil y la convicción de que no todos sus electores lo votaron por esos exabruptos ni estarán dispuestos a tolerarlos.

Si lograra posicionarse en ese lugar de socio, pero no aliado, el presidente argentino podría sacar provecho de la nueva realidad. Pero es demasiado temprano para aventurar resultados, tanto como para saber si Bolsonaro aceptará ese vínculo.

Al fin y al cabo, como lo definió uno de los hombres más cercanos a Macri, "estamos ante la aparición de un animal nuevo y todavía no tenemos idea de qué especie es". Un enigma, un desafío y, quizás, ¿una buena oportunidad para Macri?

© La Nación

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