jueves, 30 de noviembre de 2017

Tradición

Por Sergio Suppo

La renovación política no es un asunto del Senado, vaya novedad. De todas las instituciones es la que más fácilmente puede relacionarse con la preservación de la cultura y tradición política de un país. Es así desde antes que Roma se convirtió en imperio. Llevados hasta el error por la exageración, podría decirse que en los senados recalan los políticos más experimentados, a quienes se les reconoce cierta sabiduría.

Entre nosotros, los senadores tienen el raro privilegio de contar con el mandato más extenso para cargos que requieran el voto popular: seis años con reelección ilimitada.

Parece mucho, pero tenían un mandato de nueve años hasta 1995, cuando se aplicó la reforma constitucional que acortó el mandato del presidente a cuatro años y habilitó la reelección consecutiva.

El promotor y beneficiario directo de ese cambio de la Constitución fue Carlos Menem. A sus 87, condenado por contrabando agravado de armas pero sin necesidad de cumplir la condena por los fueros que le otorga la Cámara, Menem juró ayer por otros seis años como senador.

Por ser el más veterano, le tocó izar la bandera. En el Senado sí que se conservan las tradiciones. Una tradición bien argentina.

© La Nación

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