jueves, 3 de marzo de 2016

Estilo Stiuso

Por Ernesto Tenembaum

En enero del 2010, en medio de la crisis que rodeó la salida de Martín Redrado del Banco Central, se conoció que, en octubre del 2008, Néstor Kirchner había comprado dos millones de dólares, justo días antes de que el Gobierno devaluara la moneda. El Gobierno respondió difundiendo una lista de compradores de dólares que incluía a personas que no tenían ninguna posibilidad de decidir su valor: entre ellos, el periodista Nelson Castro y el entonces jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri.

En noviembre del 2011, Susana Giménez se quejó porque el Gobierno no le permitía comprar los dólares que ella quería. El Gobierno entonces difundió a través de periodistas alineados con él la carpeta de Susana en la AFIP, con los nombres de las sociedades a nombre de las cuales, aparentemente, tenía su dinero en el exterior.

En enero de 2013, Ricardo Darín expuso en un reportaje sus naturales dudas acerca de la evolución de la fortuna presidencial. La presidenta de ese momento le respondió, entonces, que él debía explicaciones por una causa judicial de contrabando.

Francisco de Narváez se presentó en el 2009 para competir en las elecciones contra Néstor Kirchner. El Gobierno, a través de un juez que luego fue destituido y de la prensa oficialista, lo acusó de narcotraficante.

En septiembre de 2009, el periodista de Clarín, Leonardo Míndez, le preguntó en conferencia de prensa a Néstor Kirchner por la evolución de su patrimonio. Kirchner, entonces, lo acusó de obedecer órdenes de Clarín, al cual acusó de complicidad con la dictadura militar.

Alberto Nismann denunció a la presidenta Cristina Fernández por encubrir el atentado contra la AMIA. Antes y después de muerto, le dijeron servicio, pobre hombre, chorro, vendepatria, lo acusaron de abandonar a su hija en el aeropuerto de Barajas, de cumplir órdenes de poderes oscuros, de escribir mamotretos, de presentar escritos que elaboraron otras personas, de no saber evaluar pruebas, de llevar un altísimo nivel de vida, y distribuyeron fotos suyas con chicas en boliches. La principal vocera de esas acusaciones fue la jefa de Estado, quien llegó a sostener que Nisman mantenía una "relación íntima", una "amistad íntima" con otro hombre al que "según hemos podido saber" recibía "asiduamente en su departamento".

A mediados de 2012, los empleados de una inmobiliaria revelaron que la actividad estaba parada desde la implantación del cepo, algo que era una obviedad. Cristina acusó por evasión al dueño de la inmobiliaria desde una cadena nacional.

El miércoles pasado, el fiscal Luis Moreno Ocampo explicaba en el programa Intratables quién era Jaime Stiuso, el hombre fuerte de la inteligencia kirchnerista, caído en desgracia en diciembre de 2014. Stiuso llamó al canal y lo acusó a Moreno Ocampo de haberse reunido con él para pedirle colaboración y de haber cobrado cuando trabajaba para Domingo Cavallo.

Todos esos episodios revelan una matriz en común, que Aníbal Fernández popularizó con una simpática pregunta: "¿Y Boston?".

Durante largos años, muchas veces, cuando un político o un particular asumía una conducta que al Gobierno le disgustaba, se respondía al estilo Stiuso: difundiendo una información, cierta o falsa, sobre esa persona. "¿Y vos que hablás si estuviste procesado, sos evasor, también compraste dólares, sos narco, te sacaste una foto con tal o cual, sos hijo de fulano o mengano?". No se responde una acusación o una conducta que fastidia al poder con una aclaración sino con un contrataque: se embarra la cancha, se  intenta desacreditar al emisor de la crítica o de la pregunta molesta.

Se podría escribir un libro con la cantidad de casos que reproducen el estilo que se pudo percibir tan claramente en la brutal irrupción de Stiuso en el aire de América. ¿Fue el estilo Stiuso el que impregnó al kirchnerismo, fue Stiuso el que adaptó su conducta a las exigencias de las personas que se instalaron en el poder en el 2003 o fue el encuentro mágico entre el hambre y las ganas de comer?

En cualquier caso, las similitudes son impactantes.

En su declaración judicial, Stiuso acusó a Cristina Fernández de estar involucrada en el homicidio de Nisman. Cuando le preguntaron si tenía pruebas de semejante afirmación, su abogado, Santiago Blanco Bermúdez, dijo que no las tenía. En su segunda carta luego de la aparición del cadáver de Nisman, Cristina Fernández aseguró que el fiscal había sido asesinado y sugería incluso el nombre del asesino. ¿Tenía pruebas de lo que afirmaba? Ella sola se preocupó en aclararlo con una frase histórica. "No tengo pruebas, pero no tengo dudas". Dos gotas de agua.

Tal vez, fueron los largos años de convivencia, como suele suceder en algunos matrimonios, los que produjeron la mímesis.

© El Cronista

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