A 50 años de su muerte, las reflexiones de la pensadora
alemana sobre los regímenes que anulan la libertad y
el disenso echan luz sobre el mundo actual
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| Hannah Arendt |
Por Santiago Kovadloff
Johann Gottlieb Fichte, el autor de la Doctrina de la ciencia, estaba persuadido de que todo sistema filosófico era, en última instancia, la expresión de un temperamento. Extendió así a la metafísica el alcance de una convicción
que, a fines del siglo XVIII, prosperaba en la poesía alemana. Más tarde y después de haber dado notables frutos en filosofía y literatura, esa opinión perdió peso; quizá porque,
con el auge del fervor positivista tras la caída del romanticismo, se impuso la idea de que la enunciación filosófica debía aleccionarse con la ciencia y no dejar que al pensamiento lo gobernaran
las oscilaciones de la subjetividad.