jueves, 10 de julio de 2025

El predicador evangélico de Javier Milei y la UCR y el PRO más separados que Wanda e Icardi

 Por Roberto García

Hubo un Señor que multiplicó los panes, fundó una religión y conservó por siglos un dominio espiritual. En la Argentina disparatada, hubo otro señor (Eduardo Duhalde) que prometió: “Al que depositó dólares, se le van a devolver dólares”. Devolvieron pesos: un enorme fraude. Ahora apareció otro señor que produce milagros opuestos al de Duhalde: el predicador evangélico Jorge Ledesma, quien recibió a Javier Milei hace una semana para inaugurar un gigantesco templo en Resistencia, Chaco. Logró introducir 100 mil pesos en una caja fuerte y, luego de unos días, esos billetes se transformaron en dólares. No se sabe si cara chica o cara grande. Como se sabe, a los políticos les importan en esa zona los votos evangélicos, gente de fe y creyentes en esos mágicos malabares de Ledesma, que hasta logró —dicen— que a una mujer que había perdido un dedo le apareciera otro como suplente, y con la uña pintada.

Parece que el Presidente no solo se aventuró al viaje para acompañar el estreno del enorme sitio de culto, que permite albergar a 15 mil devotos, hasta ahora solo cultivados por el radicalismo y el peronismo. En el vecino Brasil, esas almas evangélicas se han desarrollado económicamente en grado superlativo y son determinantes el día de las elecciones, con el agregado de que responden en forma obediente al candidato que les sugiere un pastor capaz de transformar pesos en dólares o recuperar dedos o brazos, quizás como los personajes del Hombre Araña en el cine.

Además de atrapar voluntades místicas para los comicios, tal vez Milei se interesó por el secreto proceso de convertir pesos en dólares, activos externos que requiere para acumular reservas, por ahora un agujero negro en el programa de Luis Caputo. Ni el mandatario ni su ministro han logrado lo que sí los alquimistas del pasado perseguían: la fórmula para mudar el hierro en oro. Se duda, sin embargo, que vayan a incorporar para una prueba al predicador Ledesma, más conocido por los trucos que Houdini o Fu Manchú.

En el desatino del país, mientras tanto, a Milei se le enrareció la climatología por turbulencias varias, sean económicas o políticas. Y lo que parecía una razonable estabilidad hasta las elecciones de octubre por lo menos —incluyendo un triunfo holgado, según las encuestas—, de pronto se complicó porque hubo menos liquidaciones que las esperadas, dejaron de creer los del carry trade, mientras los planes del Rigi se taponaron igual que las reformas imprescindibles para consolidar el proceso. Y encima, Federico Sturzenegger se quedó sin facultades extraordinarias.

Por ejemplo, el proyecto laboral: cualquier iniciativa se demora en los tribunales; al Congreso no se le puede acercar por tóxica ninguna propuesta oficial; y cuestiones menores, como la suspensión o supresión del “Día de los empleados”, un juez o jueza del rubro lo tacha con un plumazo, cargado por uno o dos gremios. De productividad no se habla, ni siquiera, con una paga doble.

Igual, los sindicatos no son la voz más disonante contra el gobierno. Por un lado, compensan salarios con bonos no remunerativos y, fundamentalmente, han descubierto las ventajas de la baja inflacionaria: los trabajadores se sienten más aliviados con ingresos que en general navegan con un índice de precios estable, en lugar del cardiograma de un enfermo del corazón por la inflación desbocada.

Empresarios de todos los gustos, en cambio, se mantienen al acecho; generan ambiente de fronda, aunque juran que el programa Milei es la libertad prometida. Y se extasían con pormenores de la intriga entre personal de inteligencia sobre presuntos delitos en el vuelo de un avión negro, privado, que desde un aeropuerto de los Estados Unidos partió con 10 valijas con plata, drogas o materiales sospechosos rumbo a un país corrupto como la Argentina. Aunque el caso revele conductas anómalas en Aduana o PSA, más fácil de creer es que el predicador evangelista transforme pesos en dólares.

Al revés, parece, la investigación del Caso “Libra” exhibe otros condimentos. Nadie sabe aún si se constituirá una comisión legislativa, si esta citará a declarar a la hermana del Presidente, Karina —como si fuera una intocable—, tema en el que algunos diputados huelen rancias derivaciones. Olor a estafa, dicen, pero ni una prueba pecaminosa hasta el momento: en todo caso, la certeza de que en la Casa Rosada hubo procedimientos torpes.

Dolor de cabeza para gobernar, como antes le pasó a cualquier otro jefe de Estado, al que se suma la neblinosa campaña que desde el 9 de julio abrió las compuertas de la provincia de Buenos Aires con la presentación de las coaliciones. Dos estaban cantadas: la falsa unidad del peronismo —Kicillof con Cristina y Máximo Kirchner—, también el connubio entre La Libertad Avanza y el PRO, que se conformó con un 20% del reparto de candidaturas. Otra fue más sorpresiva, pero imaginada: un cóctel de figuras sin domicilio fijo en la política (Monzó, Zamora, Massot, Randazzo, Schiaretti, los radicales, quizás Pichetto) se ofrece como alternativa por el esfuerzo de jefes municipales que no encontraron lugar en los otros dos frentes. Piensan que pueden sacar dos o tres concejales en septiembre, objetivo imposible si se integraban a los otros dos núcleos.

A simple vista, parece una operación contraria a Milei, del fantasmal Sergio Massa, a quien siempre le atribuyen —quizás por su influencia sobre Monzó— capacidad para organizar mejor a los ajenos que a los propios.

En el nuevo entrenamiento comicial, los gobernadores se han complotado para reclamar más plata. Junto a los intendentes ningunean a Milei: cada uno atiende su juego, quiere cuidar su territorio en los comicios de septiembre y octubre. Y necesitan un nutritivo adicional, como los bebés.

El Presidente jura que le quieren voltear el plan económico con nuevas leyes que alteran el presupuesto provocando inflación —recordar que las provincias ya consiguieron ese objetivo cuando sacudieron el árbol de la convertibilidad en tiempos de Domingo Cavallo—, y bajo ningún aspecto dará su brazo a torcer. “Quieren pan, no les dan; quieren queso, que les corten el pescuezo”, rezonga un Milei con reminiscencias infantiles.

Ya no se trata en las próximas elecciones de que uno u otro alcance la mayoría legislativa, sino de que el gobierno mejore su posición en el Parlamento: lo que se arbitra, en todo caso, es que el mileísmo alcance suficiente número de voluntades para instalar una fábrica de vetos a las leyes que le van a votar en su contra.

Todo tan raro que, después de siete elecciones consecutivas, es la primera vez que la UCR irá sin la compañía del PRO a las elecciones. Más separados que Wanda e Icardi.

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