viernes, 24 de julio de 2020

La Cámpora tiene un plan de poder y lo ejecuta: quiere la presidencia en 2023

Máximo Kirchner
Por Sergio Suppo

Maternal, Cristina Kirchner alimenta su propia opción de poder sin saber cuándo su propio hijo y sus hijos políticos también pondrán en discusión su jefatura. Es una ley de la vida. Y La Cámpora parece decidida a cumplir, con Máximo Kirchner como referencia ineludible.

La fracción privilegiada del kirchnerismo no es mayoría, pero sus integrantes son los únicos que construyen impulsados por sus ambiciones y los recursos públicos sobre un terreno muy propicio: el viejo peronismo muere de comodidad.

No hay pandemia que los detenga; por el contrario, los muchachos aprovechan la paralización del país para acelerar sus pasos en busca de una mayor estructura y de acuerdos a futuro, entre promesas de convivencia y buenos negocios con los empresarios y discursos filosos para la clientela propia.

La infinita telaraña tendida en el conurbano combina zonas de confort con guerras potenciales; la dispersión es ahí una compleja mezcla de votos concentrados y dirigentes enfrentados. El viejo peronismo feudal duerme una siesta apacible en sus provincias. Y los gremios nunca se inquietarán mientras haya un gobierno que les respete sus concretos intereses de caja.

Cristina volvió a gobernar a todo el peronismo sin tener un sector hegemónico. Se impuso por la diáspora ajena y por la cohesión propia. El sello de su fanatismo recibe como respuesta la incondicionalidad de sus militantes y el rechazo visceral de sus adversarios, que se mantienen unidos sin necesitar una jefatura partidaria constante. Pero la pelea por el poder del futuro inmediato hoy está dentro del propio peronismo.

Es bajo el paraguas de la jefa del oficialismo que La Cámpora desarrolla su plan. Cristina habilita a su hijo como la cabeza de un recambio generacional que el peronismo casi nunca resolvió en términos pacíficos. En algún punto, la vicepresidenta se acerca a la situación en la que se encontraba Juan Perón en el final de su exilio, cuando todo su entorno empezaba a probarse la ropa que iba a dejar. Fueron los tiempos en los que decidió la represión contra Montoneros.

La Cámpora avanza a su propio ritmo mientras acompaña los movimientos de Cristina para condicionar a Alberto Fernández. Cuando no protagonizan el intento de expropiar Vicentin, presionan por la estatización de Edesur o trabajan en el debilitamiento de funcionarios que ocupan cargos a los que quieren llegar. De los cambios que hizo en el gabinete, la primera opción de reemplazo siempre fueron dirigentes de La Cámpora.

Para los camporistas, como para la vicepresidenta, la moderación del Presidente no es más que una circunstancia obligada, una concesión inevitable que atrajo al resto del peronismo para ganar las elecciones. Paradoja: La Cámpora lleva el nombre de otro presidente imaginado como fusible por quien lo llevó al cargo.

La repetición farsesca de la historia conduce a pensar que La Cámpora son los hijos de aquella "juventud maravillosa". El presente es menos sangriento y se parece más a las viejas monarquías. La operación política en marcha consiste en llevar al poder en 2023 al hijo de dos presidentes, circunstancia inédita aun en un territorio sobrecargado de nepotismo como Sudamérica.

En las comidas sin barbijo ni distanciamiento que Máximo tuvo con empresarios pudieron verse las señales de una diferenciación de estilos para apaciguar desconfianzas. ¿En qué consisten esos guiños? En mostrar que el hijo se parece al padre, no a la madre. Eso lo describe como menos dogmático y más peronista. Traducción: ofrece acuerdos sin reparar en ideologías.

La versión más favorable de Néstor Kirchner lo representaba como un duro que negociaba cuando le convenía. No se sabe, por ahora, si Máximo tiene la misma habilidad del padre para usar el poder para debilitar a sus rivales antes de sentarlos a la mesa.

Pero antes de seguir, hay un paso indispensable. Como su madre, Máximo necesita que el Presidente cumpla con el compromiso de romper la resistencia de los tribunales y que todas las causas pendientes de corrupción en contra de ellos se anulen o terminen en una absolución. El camino al poder precisa el pavimento de la impunidad.

© La Nación

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