domingo, 3 de febrero de 2019

Macri: razones de un triunfo (i)lógico

Por Gustavo González
En el peronismo están convencidos de que el único modo que Macri sea reelecto, es por los errores de la oposición. Pero ése es otro de los motivos por los cuales puede ser reelecto. No el único.

La lógica de la derrota macrista podría ser la hipótesis natural para estos comicios. Un Presidente que prometió eliminar la inflación, disminuir la pobreza y hacer crecer al país, perdería la reelección por su capacidad para lograr exactamente lo contrario: la mayor inflación, pobreza y crisis económica desde la debacle de 2001.

Si a eso se le suma que Macri ganó en 2015 con agónicos dos puntos de diferencia frente a un candidato como Scioli tras 12 años de kirchnerismo y con el peor candidato en la provincia de Buenos Aires, como Aníbal Fernández; se podría deducir que, tras la gestión macrista, en otro eventual ballottage habría al menos un 2% de votantes que ésta vez le daría la espalda. Lo suficiente para perder.

Sí, es posible que Macri pierda; aunque no es tan probable.

Percepción vs. realidad. Los votantes no son una masa uniforme que se guía por sentimientos en común que determinarán, en conjunto, sus pasos a seguir. Son personas con intereses distintos, a veces contrapuestos, que defienden valores morales que varían según edad, origen y lugar donde viven.

Dentro mismo de Cambiemos conviven individuos de alto poder adquisitivo con habitantes de barrios marginales, conservadores con progresistas, religiosos militantes con cultores new age. Su alianza social es más compleja que la del peronismo y mucho más que la del radicalismo.

Suponer que los resultados de la gestión de Macri afectan por igual a todos, es no tener presente esas diferencias. Lo mismo que creer que él no va a ser medido por otras variables que no sean económicas.

Hay promesas (tácitas o explícitas) con las que el macrismo sí cumplió. O al menos eso es lo que se percibe.

Así como el kirchnerismo está seguro de que la avanzada judicial contra Cristina es promovida desde el Gobierno, una mayoría social piensa lo mismo.

Macri jura que lo único que hace es no entorpecer a la Justicia, pero en términos electorales no importa si eso es verdad o no, sino la percepción de los votantes. Y lo que se percibe es que, por primera vez, un gobierno impulsa a los jueces a llevar a prisión a políticos y empresarios corruptos.

El universo anti K lo ve como un logro fundamental de gestión que, de paso, recuerda a diario un sistema corrupto al que no se quiere regresar (ni votar).

La lucha contra la corrupción será un caballito de batalla de la campaña del oficialismo. Le servirá para mantener alto el índice de rechazo a la candidatura de Cristina o de cualquiera que parezca representarla.

El voto moral. Otros interpretarán como un logro las “formas” de los actuales funcionarios. Presidente y ministros que no gritan, ni dan discursos largos e impostados, ni atacan a los periodistas. Son quienes creen que una institucionalidad amigable debería ser la norma, pero que en la Argentina es un atributo.

Se trata de sectores de clase media y media alta para los cuales las formas son importantes, por eso también valoran del macrismo la apertura de relaciones con el mundo y la toma de distancia de personajes extravagantes como Maduro.

Para ellos, la exitosa recepción a los principales líderes internacionales durante el G20 o el inmediato reconocimiento de Guaidó como presidente de Venezuela, representan dos medidas exitosas valoradas como si se tratara de un porcentaje del PBI.

Con pragmatismo, Macri se posicionó desde un principio como líder del antichavismo continental, privilegiando la ubicación estratégica en el mundo por sobre el histórico principio argentino de no intervención en asuntos internos de otros países.

A ese mismo electorado fue dirigido el decreto para expropiar los bienes de la corrupción. El Gobierno apunta a satisfacer a un votante hastiado de ver cómo sus dirigentes se enriquecen. Lo importante en estos meses de campaña no sería si tal decreto es inconstitucional, si viola derechos de personas aún no condenadas o si no contempla la prohibición de aprobar normas con efectos retroactivos más gravosos que los vigentes. Lo importante, en términos de “voto moral”, es abonar a la percepción de un Gobierno dispuesto a terminar con la corrupción.

En el PBI de lo simbólico, son medidas que influirán a la hora del voto.

Apuntan a ese votante de clase media que el oficialismo entiende como el más perjudicado por la crisis. Por eso, también, el rol que tendrá Patricia Bullrich en la campaña, como representación del endurecimiento en la lucha contra la inseguridad.

El Gobierno estima que los más pobres soportan mejor las esquirlas de la recesión gracias a los planes sociales, una red de contención oficial bien aceitada en las zonas carenciadas y el beneficio de cierta obra pública. Mientras que de los empresarios y de los que están en la cima de la pirámide social, espera que prime la memoria de lo que significó el kirchnerismo, además de la ilusión racional en el futuro.

El voto político. A unos y otros les propondrá esa ilusión de que “estamos mal, pero vamos bien”. Puede que con la ilusión no se coma, pero la ilusión alimenta, diría García Márquez.

Y el Macri candidato alimentará a sus potenciales votantes con un relato debatible, pero verosímil. Mostrará que los precios relativos de la economía se acomodaron después de la devaluación y que eso ya se nota en una balanza comercial positiva, reducción del déficit, dólar estable y baja de las tasas de interés. Explicará que ese reacomodamiento, junto a la liberalización del mercado aéreo y la aparición de las compañías low cost, produjo un auge del turismo interno que beneficia a todos.

Dirá también que la producción agrícola volverá a batir récords y que el contexto internacional ahora ayudará, en especial por el freno al aumento de tasas en los Estados Unidos y el impulso de Brasil.

Y señalará, como ejemplo de cómo se generan inversiones, el crecimiento de la producción en Vaca Muerta, asumiendo como propia la teoría fontevecchiana de que en esos yacimientos no tradicionales se está invirtiendo para construir un polo exportador similar a la soja, generando una riqueza futura que el pobre PBI actual no toma en cuenta (Ver: En qué Macri fue exitoso en economía, por Jorge Fontevecchia).

Pero la probabilidad de su triunfo se acrecienta por el contexto político nacional e internacional.

En lo local, tiene de su lado que la candidata Cristina trae consigo su alto nivel de rechazo. Y la hipótesis de que ella dé un paso al costado para permitir un candidato o candidata de consenso, aún está en veremos.

Sorpresa. A favor de Macri suma la buena imagen de líderes territoriales de Cambiemos, en especial las fuertes candidaturas de Vidal y Rodríguez Larreta, que arrastrarán votos a Presidente en dos distritos cuantitativamente esenciales.

También juega a su favor, sobre todo si la contendiente es Cristina, el péndulo político regional. Hoy más inclinado a los Bolsonaro que a los Maduro.

Y algo más:

Si todo sale como suele suceder y los economistas se vuelven a equivocar con sus pronósticos (tan agoreros para este año como optimistas fueron el anterior), tal vez la economía lo sorprenda con alguna buena noticia.

© Perfil.com

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