martes, 9 de octubre de 2018

La paciencia de Macri y de Elisa Carrió


Por Fernando Laborda

La incómoda relación entre Elisa Carrió y parte del gobierno de Mauricio Macri comenzó a partir de la misma noche de octubre de 2017 en que la líder de la Coalición Cívica obtuvo uno de los más holgados resultados electorales para Cambiemos. 

En esos comicios legislativos, Carrió encabezó la lista de diputados nacionales de la coalición oficialista en la Capital Federal y alcanzó el 50,9% de los votos, un porcentaje muy superior al logrado por la alianza macrista en los restantes distritos más importantes del país.

La agenda electoral de la diputada Carrió estuvo muy asociada a la regeneración de la política y las instituciones, y a la lucha contra la corrupción. Es probable que, por eso, sienta que su misión es instalar esa agenda en la práctica de todos los actos del Gobierno, aunque ella no cogobierne. ADEMÁS

Elisa Carrió nunca integró la mesa chica del Gobierno ni alcanzó la influencia que otros funcionarios han tenido sobre Macri, pero logró tener un diálogo directo con el Presidente que envidian no pocos dirigentes de las distintas vertientes de Cambiemos. Pasó a convertirse en una suerte de supervisora moral del Gobierno, que Macri por momentos acepta, pero que halla un claro límite: Carrió es parte de la coalición gobernante, pero no forma parte del Gobierno.

Desde siempre, encarnó el rol de un tábano sabio, capaz de asestarle oportunas picaduras al poder para inducirlo a efectuar correcciones ante posibles desvíos, especialmente en el plano ético. Y se acostumbró a que esas correcciones se llevaban a cabo tras sus advertencias.

Pero la mayoría de los observadores políticos evalúan que a Elisa Carrió "se le fue la mano" con su pedido de juicio político al ministro de Justicia, Germán Garavano. Muchos de ellos coinciden en que las declaraciones periodísticas del ministro, en el sentido de que "nunca puede ser bueno para un país que un expresidente esté detenido", constituyeron un error; pero también están de acuerdo en que una torpeza verbal no justifica un juicio político. La respuesta de Macri en respaldo a Garavano no se hizo esperar. Además de no existir causales para el enjuiciamiento de su ministro, su salida hubiera opacado el liderazgo presidencial.

No fue, sin embargo, el apoyo de Macri a Garavano lo que puso en peligro la relación entre el Gobierno y Elisa Carrió, sino un conjunto de razones que inquietaron profundamente a la diputada. Entre ellas, la escasa resistencia de la dirigencia de Cambiemos ante la maniobra del PJ para que no presidiera la Comisión Bicameral de Seguimiento y Control del Ministerio Público; el desplazamiento de tres funcionarios de la AFIP que eran de su confianza y que estaban detrás de información vinculada a la empresa Iecsa, que pertenecía al primo de Macri, Angelo Calcaterra; la posibilidad de que detrás de la absolución de Carlos Menem por la Cámara de Casación Penal existiera algún acuerdo espurio entre la Justicia y supuestos operadores del Gobierno, y el cierre de una investigación en el Consejo de la Magistratura contra el juez Ariel Lijo.

Para la diputada Carrió todo eso se vincula con una situación de impunidad que no es negociable y que concluyó con un ultimátum que le lanzó a Macri horas atrás, en Corrientes: "Macri debe elegir entre [Daniel] Angelici o yo. O se va con Angelici o hacemos el cambio en serio".

Casi inmediatamente, la líder de la Coalición Cívica aclaró que le daría tiempo al Presidente para hacer esa elección y que no rompería Cambiemos. Aun así, no ha terminado de despejar todas las dudas en esta guerra de paciencias mutuas. Quizás porque, como señala el dicho popular, tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe.

© La Nación

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