domingo, 24 de junio de 2018

Los sombreros de Napoleón

Por Guillermo Piro
Un sombrero que casi con seguridad perteneció a Napoleón Bonaparte, recuperado en el campo de batalla de Waterloo –el 18 de junio de 1815, hace 203 años– se subastó el lunes en Lyon, Francia, a 350 mil euros.

No se dio a conocer el nombre del nuevo propietario, solo se sabe que es un coleccionista europeo.

Se trata de un bicornio, llamado también sombrero de dos picos, uno de los signos distintivos de la vestimenta de Napoleón, pero habitualmente lo usaron los militares europeos de fines del siglo XVIII hasta 1914. Hoy se puede ver en los uniformes de gala de muchos altos cargos, a menudo adornados con galones dorados y plumas ridículas –también lo usan los miembros de la Academia Francesa, porque no hay tarea más sanguinaria y brutal que regular la lengua. Napoleón lo llevaba paralelo a la línea de los hombros en vez de perpendicular, como sus generales, para ser fácilmente reconocible en el fragor de la batalla. Se dice que mientras estuvo en el poder, es decir entre 1799 y 1815, tuvo 120, que tenía en uso al menos una docena, que cada uno duraba alrededor de tres años y que cada año se compraba al menos cuatro nuevos, que al comienzo eran llevados por los valets, sus camareros personales, para ablandarlos –lo mismo se hacía con los zapatos, donde se pagaba un estipendio a un pobre diablo que caminaba y sufría para el disfrute posterior del feliz poseedor, pero esa práctica estaba más generalizada en la población, sencillamente porque todos usaban zapatos pero no todos bicornios.

Al parecer no es tarea fácil establecer qué objetos pertenecieron realmente a Napoleón, pero en el caso de este sombrero hay muchas pruebas a favor. Nicolas Dugoujon, el experto en recuerdos históricos y militares que lo presentó en la subasta, explicó que su historia está bien documentada, algo bastante inusual con estas piezas. Un capitán holandés –Holanda fue uno de los países de la coalición que salió victoriosa de Waterloo– lo habría recogido del campo de batalla como recuerdo. Los documentos prueban que pasó de mano en mano y que incluso fue expuesto en la exposición internacional de Bruselas en 1897. Además es del talle de Napoleón y tiene algunas de las modificaciones que solía pedir que fueran hechas en sus bicornios, como que se les quitara la badana, o sea la tira de piel curtida y fina de carnero u oveja que se cose en el borde interior de la copa del sombrero para evitar que se manche de sudor –Napoleón era alérgico.

Según los historiadores, los sombreros de Napoleón que se puede confirmar que fueron suyos ascienden sólo a 19, conservados todos en museos. En 2014 un bicornio suyo se subastó a 1,5 millones de euros. En esa ocasión se supo la identidad del comprador, Kim Hong-Kuk, fundador del gigante agroalimentario surcoreano Harim y apodado en su país “el rey del pollo”. Aquel era mejor que éste: estaba mejor cuidado, no estaba doblado ni tenía desgarros en ningún sitio.

Es increíble la atracción que ejerce entre los apasionados y coleccionistas cualquier cosa que haya pertenecido a Napoleón, uno de los pocos personajes históricos conocidos en el mundo entero. Por ejemplo, en noviembre del año pasado una sola hoja de oro proveniente de la corona de laureles que llevó el día de su coronación se vendió en París a 620 mil euros. La capa roja que usó en Waterloo es actualmente propiedad de la familia real británica, pero por el momento ni se les cruza por la cabeza deshacerse de ella.

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