martes, 29 de mayo de 2018

Paranoia nacional

Conspiración. Eliana Guercio vio una "mano negra" tras la lesión de Romero.
Por Sergio Sinay (*)

Quien vive en la Argentina se acostumbra a preguntarse al comienzo de cada jornada cuál será la denuncia paranoica del día. Puede ser la esposa de “Chiquito” Romero, que ve en la lesión de su marido la excusa para una conspiración que lo excluye del Mundial. Puede ser Lilita Carrió afirmando, mientras mira hacia fuera de cámara con gesto suspicaz, que sabe los nombres de quienes sabotearon el peso a través de la escalada del dólar. 

Puede ser algún mediático acusado de abuso sexual que atribuye la denuncia a un plan secreto para destruirle la vida. Puede ser un corrupto (o corrupta) comprobado (o comprobada) que atribuye a la Justicia planes aviesos para sacarlo de la cancha política. Puede ser un ministro recelando de otro o todo un gabinete temeroso de la oposición.

Y en la radiopasillo de las empresas, las familias, los clubes, los grupos de amigos y las organizaciones de cualquier tipo cundirán cotidianamente los chimentos sobre conspiraciones en marcha, y se ofrecerán pruebas tan incomprobables como delirantes, ajustables según la profecía se cumpla o no.

En su exhaustivo trabajo Paranoia, la locura que hace la historia, el psicoanalista y ensayista italiano Luigi Zoja, una de las máximas autoridades en la obra y el pensamiento de Carl Jung, indica que la paranoia es una patología propia de personas con estructura psicológica muy precaria, que carecen de toda capacidad para la introspección. La autocrítica les resulta algo imposible y desconocido. Zoja ve hoy una extendida epidemia de simplismo. La mayoría de las personas necesita que las explicaciones y los mensajes sean cada vez más sencillos y elementales. Esto se agrava con la sobreabundancia de información en cantidades imposibles de digerir y metabolizar, y con la enorme y fatídica contribución de las redes sociales e internet a la distribución tóxica de información falsa, manipuladora y tendenciosa.

Casi no hay manera, a menos que uno se convierta en ermitaño, de no enterarse de todo lo que pasa, sea importante o no para la vida propia y para la de la sociedad. Respirando apenas bajo el alud de información, y sin capacidad y (lo peor) sin voluntad para preguntarse por la veracidad, para hacer una mínima investigación por cuenta propia y sin coraje para dudar, las personas se aferran a cualquier explicación por exótica e inverosímil que sea. Campo fértil para sofistas (como los que asesoran a gobiernos, políticos u organizaciones) y para pescadores de río revuelto. El poderoso sistema de intereses, lobbies, etc., actuante está a menudo infectado de actitudes paranoicas colectivas, dice Zoja. Y estas actitudes no se extienden en un solo nivel social, cultural y económico, sino que abarca a todos. Incluso abarca ideologías. Los populismos acusan de todos los males al neoliberalismo y el neoliberalismo ve al Diablo en el populismo. Mientras ambos se alternan, las masas hambrientas de promesas esperanzadoras y de explicaciones simples corren hoy detrás de uno y mañana detrás del otro. El círculo hipervicioso se cierra cuando los sucesivos fracasos son atribuidos a conspiraciones fraguadas desde el campo opuesto. En ambos casos un gran fertilizador de la paranoia es el miedo. Siembra miedo y cosecharás seguidores que habrán anulado y desterrado su capacidad de pensar.

Pensar significa advertir lo insostenible de las teorías paranoicas en danza. Significa dejar de buscar culpables externos a los errores propios. Significa desarrollar la capacidad de observarse a sí mismo.

Dejar de fantasear de modo infantil y primitivo sobre supuestas intenciones ocultas de aquéllos a quienes se designa como enemigos. Dejar de confundir la propia sombra con una presencia ajena y de ver una ofensa en cada idea diferente a la de uno. Una comunidad de individuos que recuperan y ejercen la facultad de pensar pueden absorber a un paranoico. Pero una comunidad de paranoicos puede hacer dudar de su salud mental a un sujeto sensato. Un país paranoico difícilmente encuentre alguna vez un camino autónomo ni se forje un destino plausible.

(*) Periodista y escritor

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