sábado, 23 de abril de 2016

PAIS DESQUICIADO / Relatos salvajes

No se detiene la anormalidad: lluvia de dólares, ruta 
del dinero K, Cristina danza y Macri pifia.

Por Roberto García
Más que una historia única, en la anormalidad patológica argentina aparecen relatos que desde la ficción parecen salvajes. Como en el cine.

Algunos ejemplos:

Si antes faltaban, ahora parece que van a sobrar, una creencia oficialista. Para muchos, luego de la salida ayer del default, hay que prevenirse por una posible invasión de dólares, como si fueran zombies o trífidos, cuyo ingreso podría provocar una baja en el tipo de cambio. 
Van a llegar, creen, capitales y préstamos de todas partes, un movimiento financiero notable que forzará al Banco Central para evitar un descenso de la cotización más que preocuparse por una eventual suba. Fenómeno singular y optimista: hasta ayer se rascaba la olla en busca de un dólar, en pocos meses se nadará en verde. Y no en el Tirreno.  Claro, es una versión oficial, pero no inverosímil. Ya que a ese jolgorio posible se le adosan casi dos meses  de tasas de interés del 38% paralizando la economía con el propósito de contener una inflación que este abril entrará en lo más alto del Guinness. Una seducción irresistible para pudientes, con rendimientos extraordinarios: apostar al plazo corto en pesos frente a un activo externo casi congelado, bicicleta obvia, de circulación garantizada para la codicia. Tanto que esa cobertura, además, puede contribuir para que aterricen más capitales que los anticipados para participar de ese pedaleo deliberado. La Argentina siempre es una oportunidad con el dólar alto o con el dólar bajo, sobren o falten. Siempre hay otro que paga, déficit cuasi fiscal mediante.

Jorge Chueco era considerado uno de los profesionales más aptos del Derecho (por lo menos en Santa Cruz, que supo ser la universidad del mundo con los Kirchner), quizás por esa razón lo había elegido Lázaro Báez como su principal colaborador, sea para montar sociedades o para protagonizar en cuerpo presente el frustrado golpe contra el fiscal Campagnoli. Para todo servicio este personaje que recomendaban influyentes hombres de la Casa Rosada kirchnerista, tema del cual todavía poco se habla. Sin embargo, el episodio sospechoso de su pase al Paraguay y las chambonadas que lo envolvieron –para muchos un intento deliberado de desaparición– malograron no sólo su reputacion, sino también su libertad: debe ser el primer caso de un abogado que se hace detener antes de que lo convoque la Justicia (que al parecer lo había olvidado), casi un récord en su actividad.

Las interminables rutas del dinero K promueven discusiones sobre la responsabilidad o desconocimiento de Cristina (y su hijo Máximo) sobre las actividades non sanctas de su marido muerto. Abunda el anecdotario al respecto. Desde que Lázaro Báez intentó mejicanearla luego del deceso de Néstor –no precisamente con dinero declarado– a su ignorancia por el volumen ganancial que heredó presuntamente de los desvíos de la concesión de obras públicas, la mordida. Opiniones varias, pero Ella estuvo con su finado en vida con los desaparecidos fondos de Santa Cruz, con la irregularidad de la actividad pesquera, petrolera y bancaria en su provincia, con el armado y desarmado montaje de YPF en el orden nacional, con las andanzas sobre Telecom –habrá que recordar el fax de personeros propios anunciando la compra desde Italia que le comunicó Julio de Vido en la Casa Rosada–, en el vínculo simpático con empresarios ascendentes que ya no la merodean y otros que eligieron disolverse hace tiempo, en la expansión de los casinos y hasta en el affaire Ciccone del cual notificaron de su éxito cuando la pareja estaba en Nueva York. Queda para otro día una ristra complementaria de episodios. Dicen que las esposas –como hace poco reconoció la de Báez– saben todo lo que hacen sus maridos, se lo confiesen o no, pero resulta un ultraje para ese matrimonio tan mimético como el de los Kirchner sostener que Ella no sabía nada, que rayaba la estupidez en su tránsito político o lo que eso significa con otra palabra más precisa y vulgar en el lenguaje corriente de los argentinos.

Asombra la discreción, tanto del oficialismo como de la oposición, para evitar la mención en las compras de dólar futuro de un hombre clave del gobierno pasado (y que aún se mantiene con plazo fijo de despedida en el actual): Miguel Galuccio, titular de YPF, uno de  los preferidos de Cristina. Aunque Ella denunció por esas compras a colaboradores de Macri como Lopetegui o Torello, a quienes les imputó un grado de conspiración, evitó encuadrar a su favorito energético en esas operaciones tan provechosas. Aunque Galuccio adquirió una suma (14 millones y medio de dólares) superior en su conjunto a la de varios de los ministeriales del Presidente. Si dilapidó Cristina y su línea económica la plata de otros –ya que todos sabían que se iba a devaluar, aunque no todos sabían quién iba a ganar la elección–, hubo más de uno en su cercanía que supo forrarse con esa generosidad ajena. No en vano se ganó el apodo de Mago.

En su stand up y periplo porteño, Cristina se reunió con un paquete de senadores dispuestos a escucharla, no todos a acompañarla. Un clásico del peronismo. Y Ella, atenta a ese semblanteo, aparte de jibarizar intelectualmente a Juan Manuel Abal Medina con un “estamos grandes” –el legislador estaba ofendido por no haber recibido una invitación formal al encuentro–, despachó su venganza contra los dos candidatos para la Corte Suprema: Rosatti y Rosenkrantz. A uno, peronista, lo odia por haber insinuado corrupción en el gobierno de su marido –un anticipo público de los procesos que ahora se difunden cuando no validó una concesión y dejó el Ministerio de Justicia– y, al otro, por haber sido abogado del Grupo Clarín. Los denuncia, tarde, por haber aceptado la nominación a la Corte sin el acuerdo del Senado, hecho ya remediado, y como no alcanza su flecha estimula a los senadores para que cambien su voto favorable por más cargos en ese instituto. Sugiere la ampliación a nueve miembros y dividir el cuerpo en dos salas. Tropieza, claro, con una negativa de Ricardo Lorenzetti, quien ya le advirtió a Mauricio Macri su oposición a esa expansión jurídica. Cada cual atiende su juego, menos mal que Macri incorporó a su staff a un experto en “alegría”.

© Perfil

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