miércoles, 20 de abril de 2016

Malik y los libros que deja apilados por ahí

Por Guillermo Piro
El artista inglés Shaheryar Malik les hizo venir ganas de leer a los habitantes de Nueva York: dejó por ahí pilas de libros. Hace cerca de un año, Malik hizo lugar en su biblioteca para darles cabida a nuevos  títulos. Dividió sus viejos libros en grupos de cuarenta y los dejó en ocho puntos distintos de Manhattan  (entre ellos el Puente de Brooklyn, la estación de subte de Times Square, una hamaca en el Central  Park, un ascensor de no se sabe dónde) atravesados cada día por miles de personas. 

Malik dejó escrita su dirección de e-mail en cada uno de los libros junto con el siguiente mensaje: “Toma un libro, uno cualquiera. Cuando lo hayas terminado, escríbeme”. Desde entonces, recibió más de sesenta e-mails de personas de treinta países distintos. Entre ellas, una mujer holandesa que le dijo que había vuelto a dejar en un tren el libro que había tomado de la pila neoyorquina, para que algún otro pudiera leerlo. Malik no cuenta mucho del asunto en su sitio de internet, sólo se limita a publicar fotografías realizadas por su amigo Daniel Yim. Llama al suyo Reading Proyect.

Los libros abandonados por Malik en Nueva York son muy heterogéneos: hay novelas, guías de jardín y de fotografía, un ensayo sobre el Tercer Reich. Para atraer la atención sobre los libros, Malik puso en la cima de las pilas títulos elegidos con mucho cuidado, por ejemplo un ensayo de divulgación sobre física y uno con consejos sobre cómo tomar decisiones estratégicas.

En los últimos años se organizaron en todo el mundo experimentos similares de bookcrossing, el intercambio gratuito de libros entre lectores que no se conocen y que llegan a conocerse de una manera un poco inusual e improbable a través de los libros que dejan abandonados en lugares públicos –algo así como un Uber libresco, pero que el Estado, los libreros y los taxistas no consideran contraproducente. Siempre en Nueva York, en 2012, un arquitecto transformó las cabinas telefónicas en desuso en  bibliotecas al aire libre; en Alemania, en 2011, se construyeron estantes en las calles y en las plazas de Colonia, Berlín, Hannover y Bonn. Aquí mismo, en la Argentina, hay grupos de bookcrossers que realizan la misma tarea, de una manera menos sofisticada, pero tarea al fin. Yo mismo, aquí, en  Barracas, abandono libros metódica y prolijamente en un container de basura sito en Iriarte y Santa Elena. No creo haber contribuido a que los habitantes del Sur lean más, pero he visto gente boca abajo, pataleando en el vacío, revolviendo entre la mugre.

La propuesta de Shaheryar Malik me parece digna de aplauso, pero la mía también aunque, a diferencia de la de Malik, la mía propicia también el ejercicio físico. Un día de éstos voy a pedirle a un amigo que saque fotos, y van a ver. Son tan graciosos.

© Perfil

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