sábado, 21 de noviembre de 2015

Urnas vigiladas

Hay situaciones premonitorias del resultado, y que incluyen 
a las autoridades de mesa.

Por Roberto García
Algunos hechos son determinantes en los comicios de mañana. Para anticipar, quizás, los resultados. 

Uno puede ampararse en comentarios, opiniones, el ambiente exitista o el mortuorio, y en encuestas: todo favorece a Mauricio Macri, con márgenes holgados. Mundo falible, sin embargo, ya se demostró. 

Al mismo favorito contribuyen el deambular interesado de empresarios y sindicalistas, la evidencia de que en un espacio discuten y porfían por el reparto de lo que va a venir, mientras en el otro de Daniel Scioli discurren y reprochan sobre la fortuna política que se perdió luego de estar convencido de haberla ganado. Pero lo más singular y cuantificable, casi científico si se pudiera ponderar, es un acontecimiento novedoso que se observa en la elección del distrito bonaerense y en ciertas provincias: al oficialismo le pueden faltar fiscales en algunas mesas, mientras que a la oposición le sobran. Un caso inédito desde 1983.  Además, a unos les pagan en ciertos barrios, los arrastran con promesas;  otros, en cambio, con otras promesas, van gratis. No sólo es pecuniaria la diferencia.

Como ha sido tradición, el peronismo en sus múltiples variantes se especializó en el control de las urnas, en llenarlas o vaciarlas según las mentas, en quemarlas si se volvía necesario, en contar, ocultar, inclinar o pesar los votos, tareas básicas que se fundaron en la capacidad de sus punteros para poblar, asistir y controlar cada lugar de sufragio. Hasta fiscalizaban los números de otros, alquilaban personal vacante, se ofrecían para imposturas, fue común por otra parte que cobraran y no cumpliesen. Más que una leyenda, una certeza, confesada hasta por los mismos autores ante la ausencia de los enviados opositores o, fundamentalmente, de la cansada deserción de ellos en el cierre de las mesas.

Casi hartó el reclamo del macrismo, en las dos últimas votaciones, cuando sus dirigentes por cualquier medio pedían a sus fiscales que no se retiraran ni abandonaran el control, que contaran hasta el epílogo: venían con numerosas experiencias de urnas volcadas en los minutos finales. En rigor, por escasez de fiscales o desaprensión de ellos, los opositores al Gobierno se lanzaron a combatir una mítica narración nacida de labios peronistas y compartida por la sociedad con cierta impunidad: nos obligan a cometer fraude, admitieron más de una vez, sonrientes, por la ausencia de fiscales contrarios, la conversión de éstos por una paga superior o ingenuidad en el ejercicio de una actividad desconocida. Jamás se atinó a pensar –promotores o víctimas– que el fraude mínimo o gigante se asemeja a un golpe de Estado por contrariar la voluntad popular. Algo cambió en esa cultura con los últimos comicios tucumanos, cuando la protesta popular se extendió en nueve días consecutivos. Un antecedente de anomalías electorales a no repetir en otros distritos, una poda en la espuma de los números cristinistas que ejecutaron más ex peronistas como Domingo Amaya y radicales como José Cano que los propios delegados de Macri, el beneficiario posterior de esos acontecimientos.

Con aquella tutela arbitraria en las urnas del oficialismo dominante, más la aceptación de sus rivales por una pérdida natural de votos en el conteo, había empezado el itinerario electoral de este año, amedrentado Macri por su carencia de fiscales y representantes (de ahí la conveniencia de su asociación con los radicales), necesitado y agradecido –habrá que ver la conformación de su gobierno si es elegido– de la promesa cumplida por Sergio Massa de que “nosotros te vamos a controlar los votos, a no dejar que te roben en la Provincia”. Importaba esa garantía para un advenedizo porteño en continentes del interior, más si lo aseguraba un originario del justicialismo.

Reparación. Sea con ayudas en varias provincias, sobre todo en el distrito bonaerense, esa falla sistémica –y no se habla de las cargas de computación y del Correo que le preocupan a Cristina en otras partes del mundo– tan incorporada a la sociedad pudo ser reparada por el macrismo. Al menos, con presencias. Y una cierta planificación empresaria: establecieron un comando para captar voluntarios que, según dicen, superó el millón de inscriptos, más un adoctrinamiento con sesiones sobre la forma de proceder durante el día de la votación. Por supuesto, lo más inesperado fue la compañía de un aluvión entusiasta, casi familiar, que se inscribió gratuitamente para atender el mandato electoral de la oposición que mañana, se supone, será abrumador. Como tal vez nunca se hizo desde otras filas adversarias.  Al revés, obvio, de la reducción aparente de punteros, concejales, legisladores, gobernadores e intendentes que, al margen de la causa partidaria, aparecen desganados para ese servicio, sin demasiado interés para suministrar fiscales, dos comidas para esa jornada, traslados, bonos, enseres, adicionales, el famoso universo clientelar que en apariencia era imbatible.

Nuevo escenario entonces para la elección: mayor cantidad de  espontáneos de Cambiemos, casi nulo temor por enfrentamientos de sus participantes, presencias dudosas del oficialismo. Acompaña el cuadro una realidad que aflige al deprimido oficialismo: muchas administraciones aparecen complicadas por presupuestos exangües ante una pugna en la que esos mismos caudillos territoriales no exponen su piel –sólo se elige presidente– y el llamado al voto y control partidario implica un gasto que, además de irrecuperable, parece atentatorio a las previsiones de quienes no saben si podrán pagar el aguinaldo.

A otros, en cambio, les importa menos la cuestión: están partiendo de sus puestos de mando por haber perdido en la última contienda, piensan que la derrota no ha sido su culpa y obedece a la responsabilidad de quienes lo subordinaban. Por lo tanto, ser vencidos dos veces no es la más grata de las noticias. Tan paradójica puede ser la nueva situación que, cínicamente y utilizando la jerga del PJ, los que quizás estén obligados a cometer fraude son los macristas. Curiosidades de la política.

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