sábado, 26 de septiembre de 2015

El voto ‘no útil’

La teoría de la polarización parece desvanecerse y cada candidato deambula 
en su propio laberinto.

Por Roberto García
Tal vez ni se mueva el medidor de temblores, pero cierta revisión conceptual provocan los datos de las encuestas. Hasta ahora, existía el criterio presuntamente fundado del “voto útil” a favor de Mauricio Macri para el último tramo de la campaña, la convicción de que los comicios se iban a polarizar por último y que el jefe de Gobierno, en un ballottage posterior, triunfaría sobre Daniel Scioli.

Buena parte de la propaganda macrista se inspiró en este fundamento. Aun cuando los mismos profesionales de sondeos advertían que la eventual herencia de Sergio Massa, sus votos, no estaban dispuestos a inclinarse en su totalidad por el ingeniero boquense, renuentes por las apreciaciones críticas de éste sobre el peronismo. Igual, el valor entendido era “voto útil” igual a Macri. Hasta ahora.

Sucedió el affaire Niembro, trabajado y alentado por el gobierno de Cristina hasta las últimas gotas de aprovechamiento, mientras Macri se hundía en dudas para decidir sobre su candidato, una defensa amateur del caso y una parálisis con riesgoso looping personal.

Complicada la salud de los aspirantes: a Scioli lo avasalla el estrés, se desequilibra, algunos hablan de desmayos y dolores reiterados de su añeja amputación, Massa duerme menos que Bernardo Neustadt y a Macri lo alela una situación imprevista, se deprime, golpea a lo ciego, cambia en el aire y hasta empezó a convencerse –con el peligro consecuente– de que la mandataria reina tiene una cuenta pendiente con él.

Mucho tiempo navegó sin ofenderla, cuidadoso en las denuncias hasta el extremo de sospecharse cómplice y tuvo, como premio, hasta el reconocimiento de que Ella lo prefería como sucesor a cualquier otro. Era lo que cualquier mortal observaba en la superficie. Sin embargo, algo ocurrió camino de la Presidencia que enajenó a Cristina.

Sin devolución. Más de un especialista sostiene que el postulante amarillo no correspondió favores, falta de empeño u omisiones de la Casa Rosada que le aliviaron el tránsito por la Justicia (recordar su comprometida causa de las escuchas, en la que pudo ser dañado). Poco agradecido. Tanto que ni siquiera reparó, se supone, en un tema básico: se distrajo por desidia o incompetencia del avance público que realizó su Policía Metropolitana con el juez Bonadio sobre el expediente Hotesur, que afecta a Ella y a su familia, casi un disparo al corazón K. Así lo entienden en la Corte.

Abunda el rumoreo sobre este episodio, intervenciones, quejas, disgustos, computadoras, documentos, retaliaciones que hasta facilitan la versión de que el caso Niembro fue el primer pago de una lista más extensa que baraja la inteligencia rentada del Gobierno contra el desatento Macri. Por no utilizar la palabra pícaro, que gastan en las inmediaciones de la dama.

 Ciertos o no los trascendidos, Macri pareció suspender la campaña mientras de la escena desaparecían titilantes asociados, los radicales de Ernesto Sanz y la prosodia de Lilita Carrió. Habrá que presentar hábeas corpus. En el proceso, el ingeniero diluyó asesores, incorporó otros, escondió candidatos, ordena cuidar la palabra, designó nuevos voceros (de Rogelio Frigerio a Esteban Bullrich), habilitó en apariencia regueros de denuncias sobre pactos poco sustentables (Massa con Aníbal Fernández o Massa con el Grupo Clarín), como si el vidrioso pacto militar-sindical recitado por Alfonsín pudiera replicarse en esta década. Majaderías efímeras del desconcierto.

Increíble. Nadie puede creer que solamente por el affaire Niembro se produzca este terremoto en la interna del PRO ni que el mismo imputado piense que por azar sus anomalías de contrato alcancen judicialmente –ya en el fuero federal, con acciones de pasmosa eficacia y cayendo los trámites en el magistrado Casanello– alturas de lesa humanidad.

Aun así, para el gran público, estos acontecimientos no alteran su ritmo diario y, si se atiende a los mercaderes de encuestas, tampoco sus ánimos o voluntades: los guarismos de hace dos meses se mantienen intactos, casi graciosamente ninguno de los tres sube o baja, para dentro de un mes los aspirantes conservan un rango de modelo electoral dividido como si fuera un PBI: 40% para Scioli, 30% para Macri, 20% para Massa. O sea, provincia de Buenos Aires, Capital Federal y Tigre. Ninguno afuera de la contienda.

Habrá que observar si se altera esta descripción tripartita, no observada en otros comicios, cuyos montos reales son puestos a ojo y conveniencia. Scioli, encriptado por el cristinismo, ya ni sueña con trepar al 45%, a diferencia de su candidato a gobernador (Fernández), que se conforma con mucho menos por las exigencias constitucionales. Delicias de la democracia.

Uno busca votos de afuera, el otro se basta con los de adentro (de ahí su manifiesta vocación camporista). Macri ha enmudecido, no previó la consolidación de Massa y su eventual retraso con Scioli. Tarde descubre que el determinante “voto útil” en una pugna tan reñida, que estaba en su bolsillo, ahora es cuestionable. Aquel mensaje de que el ballottage lo iba a favorecer en un duelo con Scioli se ha vuelto provisorio ante la instancia de que quizá Massa ofrezca más garantías. Pero éste tampoco puede exhibir avales por un capital del que no dispone.

Los tres saben que del laberinto se sale por arriba, pero ninguno se desprende del peso que lo encadena abajo.

© Perfil

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