miércoles, 25 de marzo de 2015

Rumores judiciales, electorales y falsas garantías de impunidad

Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)

En Argentina no podés tomarte vacaciones que volvés y el candidatazo se desinfló, los que adhieren a la Internacional Socialista se aliaron a los liberales conservadores con el apoyo de la progresista que dijo que, para combatir a la mafia del populismo nacionalista, hay que arrimarse al partido que tiene al 90% de sus funcionarios provenientes de la mafia populista nacionalista que tanto desprecia.

Te vas unas semanas y la muerte de un fiscal que denunció a la Presidenta tapó la denuncia contra la Presidenta, las minas tapan la muerte del Fiscal y, mientras tanto, en el Consejo de la Magistratura empiezan a moverse para dejar sin Juez la causa del Lázarogate, mientras el resto de los mortales ya no sabemos si nos indignó la denuncia, la muerte del fiscal o la acusación moral de que un hombre divorciado y con guita saliera con quien se le antojara en ganas. En cierta medida entiendo la envidia moral, dado que con veinte años menos que Nisman, me da bronca la cintura que el tipo ostentaba.

Me voy después de la marcha del #18F, a la que el Gobierno tildó de ser una movilización ilegal del Partido Judicial, y vuelvo con Justicia Legítima, la única agrupación filo-política de los tribunales, marchando a favor de las acciones del Gobierno sin que nadie se irrite.

Tanto cambió el país en un puñado de días que hasta volvimos a dimensionar lo que es capaz de hacer el hombre con tal de ascender socialmente, y me encuentro con Florencia embarazada. No, no jodamos, el buenazo de Vaca Narvaja junior no hizo la más fácil. Trato de imaginarme por cinco minutos lo que sería un domingo familiar y tiemblo. Despertarse con Florencia al lado, ir a comer a lo de la suegra, ya sin Poder, soportar su mal humor y sus monólogos eternos alardeando de la sabiduría del Patriarca de los Pájaros, tratar de dialogar con el cuñado y darse cuenta de que, a pesar de ser un ñoqui del Senado, es el único que tiene un ingreso justificado en esa mesa, dan ganas de trabajar 16 horas por día, seis días a la semana y tener relaciones sexuales sólo con la AFIP. Pero en paz.

A veces tomarse unos días fuera de todo lo que pasa en el país permite ver las cosas de otro modo. El mayor experimento que llevé a cabo hasta el momento fue no ver una cadena nacional por primera vez en años. Fue todo una aventura. Intenté estar en otra durante las primeras minutos, pero los mensajes de “boludo. ¿viste lo que dijo?”, me complicaron el asunto. Cuando la Presi llevaba ya una hora, no pude resistir la abstinencia y prendí la tele con la promesa de dejarla sólo cinco minutos. Diez segundos me bastaron: fue cuando vi que la genia de la galaxia redistributiva había enumerado tantos logros de su Gobierno, que se le acabaron y empezó a nombrar los de otros, como la gratuidad de los medicamentos contra el HIV, los cuales no se pagan gracias a una ley sancionada en 1995.

Seguro de que lo que veía no daba para más, decidí aislarme y salí a la calle, temeroso de encontrar un mundo paralizado, un pueblo fantasma en pleno corazón de Palermo, un terreno post apocalipsis nuclear en la Plaza Güemes. Increíblemente, la gente estaba en la calle como cualquier otro día, la plaza llena de padres con la triste ilusión de cansar a sus borregos, y los bares con personas de piel y hueso charlando entre sí. Elegí una mesa, me senté como los viejos, mirando hacia la vereda, me pedí un café con leche y un tostado en pan árabe mientras notaba que nadie hablaba de política. Pagué, volví a casa caminando lento, inspeccionando a la gente para ver si era cierto que no pasaba nada. Algunos se cruzaron de vereda, otros apuraron el paso y hubo una que amagó a marcar no sé qué número de tres dígitos en el celular. Más allá de cualquier inconveniente, noté que sí, que era cierto, que el mundo giraba a pesar de que Cristina habara. Contento, llegué a casa y prendí la tele…y Cristina seguía hablando.

Bastante resistí, más no pude hacer. Por suerte llegué a los últimos cinco minutos, cuando dijo que no espiaba a nadie, pero que el jefe de la SIDE le acercó lo que encontraron en el muro de Facebook de una fiscal que lo tiene protegido, o sea, que no cualquiera puede leer lo que pone. Ahí, en medio de las sospechas por el quilombo de espionaje, la Presi nos contaba que usaba a los servilletas para chusmear lo que decían los molestos. Increíblemente, mencionó como todo atentado a las instituciones el mensaje de una fiscal que sólo manifestaba su dolor por la pérdida de un amigo.

Por otro lado, me encontré con que la campaña electoral tiene más subidas y bajadas que el estado de ánimo de la Presi. En poco más de un mes, las cartas se barajaron y se volvieron a repartir tan rápido, que el escenario ya es totalmente distinto y ni idea tenemos de qué va a pintar mañana en materia de futuro presidenciable. Y mejor no hablar de propuestas y plataformas de Gobierno.

Reconozco que el pacto de la UCR y el PRO me sorprendió. No porque en Argentina uno ya no esté acostumbrado a los frentes electorales, sino por los términos que plantearon: fórmulas puras para competir en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Honestamente, no entiendo en qué estaban pensando en el bunker de Mauricio cuando dieron el visto bueno. Si existe un partido que tiene más experiencia que el peronismo en el control de mesas electorales, fiscalización y confección de padrones, es el radicalismo. Y si hay alguien con simpatía política cuyo promedio de conciencia cívica es superior a la media por una cuestión de educación, es el afiliado radical. Y ni hablemos del detalle del alcance nacional de su estructura. Opción A: la fórmula pura del radicalismo gana las PASO. Opción B: gana el PRO y los radicales no acompañan con el voto en las generales, dado que no sienten que los estén espiando en el cuarto oscuro. Opción C: el voto se diluye tanto entre Carrió, Macri y Sanz, que todos quedan mal parados. Opción D: nadie dimensiona el concepto de alianza sólo para competir internas sin repartir cargos y gana un extraterrestre.

Todo esto si antes ocurre el milagro de que Lilita no se avive de que está combatiendo a la mafia del Partido Justicialista aliada a un partido en cuya gestión contamos con nombres de la talla de Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli, Maximiliano Corach, Cristian Ritondo o Emilio Monzó.

Hace apenas un año y seis meses, Sergio Massa era imbatible. Lo mismo que el colorado De Narváez en 2009, igual que el Kirchnerismo en 2005, 2007 y 2011. Sin embargo, cuando todos creemos que está todo cocinado, hay que recordar que, en política, los meses se miden en años luz. Hoy pensamos que Massa pasó al olvido, que lo in de la temporada otoño-invierno es ser un Radical-PRO y que Scioli no tiene chances. Y sin embargo, nos olvidamos que estamos en Argentina, ese lugar en el que todo puede pasar y al mismo tiempo. Tan sólo les recuerdo lo siguiente: en enero de 2002, Néstor Kirchner tenía un conocimiento de parte del electorado del 8%. La intención de voto ni la medían, por lástima. Acá no se descorcha hasta que se cerró el conteo. De acá al día de las elecciones puede volver a subir Massa, puede consolidarse el PRO, puede repuntar Scioli, puede ser ninguneado hasta la eternidad por Cristina, puede levantar Randazzo, y hasta puede llegar a ganar el jefe de la mesa de entradas del destacamento policial de Villa Ojete.

En cuanto al resto del panorama, volver a laburar justo para cubrir el último Día de la Memoria del kirchnerismo, amerita volver a pedir vacaciones extraordinarias hasta nuevo aviso. Ya por la mañana me quería volver a dormir un rato más, algo así como hasta febrero o marzo de 2042. Cuando vi que los diarios británicos afirmaban que Argentina y Rusia planeaban volver a invadir las islas Malvinas, me dio un poco de nervios. Primero pensé que en el Reino Unido ya no tienen los mejores destilados y les empezó a pegar mal. Después, cuando vi que reforzaban la flota militar en el archipiélago, traté de dimensionar qué carajo les pasó por la cabeza.

Pero cuando escuché a nuestra querida embajadora en Londres afirmar que “es basura suponer que Argentina, que se la pasó reclamando en todos los foros por la salida del diálogo, vaya a tomar el camino de las armas”, me cerró por todos lados. No son ellos, somos nosotros. Nosotros y la imagen de mierda que damos en el mundo. Sí, durante años pedimos el diálogo en cuanto micrófono internacional encontramos abierto. Lo mismo hicimos con los iraníes acusados por la voladura de la AMIA y terminamos arreglando de manera vergonzosa. Convengamos que no somos demasiado creíbles. Que tamaño atentado a la memoria de lo ocurrido en los últimos meses sea cometido justo en el Día de la Memoria, hacía pintar un bello día por venir.

Los discursos en Plaza de Mayo fueron divinos. Todos recordando la política de Derechos Humanos del kirchnerismo y pidiendo por favor que votemos bien en las elecciones presidenciales, cuando ni siquiera Cristina se decidió aún. El espectáculo dio para todo y hasta vimos a una indignada de la vida afirmando que permitir las pistolas Taser del Gobierno de la Ciudad es volver a la picana de la dictadura. Se ve que prefieren seguir currando con los casos de gatillo fácil que abolir de plano toda posibilidad. [Nota del Autor: Estudios antiguos, recientes y futuros de cualquier universidad que haya existido o existia, aseguraron, aseguran y asegurarán que las balas son más peligrosas que la electricidad]. Al menos son coherentes, dado que no dista demasiado del apoyo de un gobierno que ha encarado a la pobreza mediante el asistencialismo perpetuo y que proclama los valores villeros, en vez de incluirlos a la misma sociedad en la que ellos se desenvuelven, para que dejen de ser pobres.

En cuanto al plano judicial, debo reconocer que fue el único momento en que interrumpí mis vacaciones por unas horas. La guerra que se está viviendo dentro de Comodoro Py sólo es comparable al bardo que existió en los meses previos a las elecciones de 1983. O sea, en 1989 se tenía una idea aproximada de quién ganaría. En 1999, la casa pagaba 70-30 por el que terminó ganando. Para 2003 ni se calentaron, dado que la disputa estaba entre el que los nombró en sus cargos en los noventas, o el que era apadrinado por el entonces presidente interino. En 1983 la incertidumbre era tan notoria como ahora, que nadie sabe qué mierda va a pasar en un par de meses. Y los jueces más prendidos en la joda del Gobierno saliente, hoy al igual que ayer, estan más confundidos que Máximo Kirchner en un curso de capacitación laboral.

Paso en limpio. Así como sostengo que, frente a la Justicia, la sociedad se divide en dos –los que ya fueron cagados y los que están por serlo– el Poder Judicial se fracciona en dos subgrupos básicos: los que podrían ganarse el mango en la calle ejerciendo la profesión, y los que no se imaginan la vida sin secretarias privadas y empleados atemorizados pagados por todos los contribuyentes. Los primeros, pueden amar al Poder Judicial o estar de paso, pero tienen la suficiente libertad de conciencia como para que, todo lo que se defina a nivel electoral, no les importe más que en lo laboral. Los segundos, creen que su despacho es propiedad privada ad eternum pero, cuando llega un cambio de ciclo, sienten que los podrían echar del orfanato.

Por estos días empezaron a correr rumores de que la denuncia del fiscal Nisman, impulsada por el fiscal Pollicita, podría quedar en el olvido si la Sala I de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal le da la razón a la desestimación de primera instancia, o sea, del juez federal Daniel Rafecas.

Muchos ya se adelantan a los propios rumores y afirman que, si la Sala I de la Cámara dice que Rafecas tiene razón, se puede volver a apelar con un recurso de Casación. El tema es que ahí entramos en una nebulosa procesal: el Código Procesal Penal de la Nación, en su artículo 456, afirma que se puede ir Casación cuando hay “inobservancia o errónea aplicación de la ley” o “inobservancia de las normas que este Código –el procesal– establece bajo pena de inadmisibilidad, caducidad o nulidad”. Hasta ahí venimos bien. Pero el artículo 457 sostiene que sólo pueden ser apeladas “las sentencias definitivas y los autos que pongan fin a la acción o a la pena, o hagan imposible que continúen las actuaciones o denieguen la extinción, conmutación o suspensión de la pena”. O sea, el primer artículo dice que sí, el segundo nos dice que “sí, pero”, dado que, en el caso de la denuncia impulsada por Pollicita, al haber sido desestimada por Rafecas, no existió investigación, ni imputación, ni procesamientos, ni condenas.

O sea, puede pasar cualquier cosa. Y cualquier cosa que pase será para quilombo. Si no estuviéramos ante un fin de ciclo, la cuestión probablemente ya hubiera sido zanjada de algún modo. Estando en fin de ciclo, si se tuviera un mínimo de certeza de para dónde girará el viento a partir de las PASO, la veleta judicial ya se habría acomodado y también tendríamos el tema solucionado. Pero no existiendo ningún tipo de indicio, los jueces federales, que están en sus cargos en un 30% gracias al mérito y en un 70% por política, no saben para dónde correr. A excepción de la jueza Barubudubudía, que tiene más ganas de hacer ascender a su hijo en el Consejo de la Magistratura que de seguir avanzando en la causa del Fútbol para Todos.

Por lo pronto, el panorama de la cocina judicial se nos escapa por prestar atención a si Nisman se la comía, si se comía diez pendejas por noche, si da para publicar la foto de su cadáver, o si es preferible no ser unos vagos, sentarnos a escribir más de mil palabras que expliquen lo que dice esa foto y ahorrarnos el gusto de darles de comer a los miles de morbosos que habitan por estas tierras.

Lo interesante es que, con todo este bardo y con las elecciones a la vuelta de la esquina, a Cristina ya nadie le da bola. Por eso puede decir que “todos quieren vivir como en Dinamarca, donde el 50% de lo que vos ganás se lo lleva el Estado” para luego preguntar, con supuesta ironía: “¿Te imaginás si hiciéramos eso acá?”. Si hicieran eso acá, tendríamos más guita, dado que nos sacan el 60% en impuestos al año sin que puedan darnos un puto servicio como la gente.

No quiero finalizar este texto de retorno a la actividad sin aclarar algo que también anda circulando como para que nos recalentemos más de lo necesario: si Cristina va como candidata a lo que sea, los fueros no le van a servir de mucho. Menem es Senador y estuvo más veces sentado en Comodoro Py, que en su banca de Rivadavia y Entre Ríos.

Mercoledí. Tomarse vacaciones y ponerte al día, te deja peor que no habértelas tomado. Volví. Nos estamos leyendo.

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