domingo, 22 de febrero de 2015

El mensaje de los paraguas también es para los jueces

Por Ana Gerschenson
Un muñeco gigante amarillo con la figura de la Justicia, la boca vendada en lugar de los ojos y un cartel que decía "necesito un fiscal con coraje por mi independencia". Fue el único en un mar de paraguas y carteles de "Yo soy Nisman", la tarde de la marcha del 18 de febrero.

El miércoles, en medio de los miles de pasos mojados por Avenida de Mayo, también hubo un mensaje nítido para los jueces y fiscales de la Argentina, para que administren justicia y no impunidad, como sucedió en demasiados casos durante la última década.

El grito de Justicia, que se escuchó reiteradamente,les cabe a los magistrados. A todos.También ahora comienza el tiempo del silencio y que los jueces hablen de verdad por sus fallos.

La muerte de Alberto Nisman se complejiza con las horas. Se retrasan los resultados periciales, se repiten, surgen dudas sobre la escena del hallazgo del cuerpo, si se preservó o se destruyó evidencia, y la maraña de datos contradictorios no parece acercar a la fiscal Viviana Fein, a cargo de la investigación, a ninguna conclusión.

Fein no es amiga del silencio. De hecho, se la puede ver en televisión y escuchar en radio para aclarar públicamente cuestiones de la causa, e incluso para rectificarse, casi como un dirigente política más.

El juez federal Daniel Rafecas está a cargo de la denuncia póstuma del fiscal Nisman, que acusa a la Presidente Cristina Kirchner por el presunto encubrimiento a los terroristas iraníes que volaron la AMIA en 1994. La marcha del miércoles también fue un mensaje para el juez, que se excusó en un principio por incompetencia para investigar la denuncia. Fue un mensaje de respaldo pero para que se investigue si lo que Nisman aseguraba tener probado hasta el día de su muerte es o no verdad.

El reclamo de Justicia incluye su ejercicio, en una década en la que se encumbró al juez federal Norberto Oyarbide como el símbolo de la administración de impunidad para el kirchnerismo.

Otros, como el juez federal Sebastián Casanello, se toman demasiado tiempo para ordenar medidas que refuercen una investigación y, se sabe que la Justicia es menos justa cuanto más tarde llega.

Casanello está a cargo desde hace años de la causa de la ruta del dinero del empresario kirchnerista, Lázaro Báez, por maniobras financieras como la compra de un campo por u$S 5 millones en efectivo. El fiscal Guillermo Marijuán, uno de los convocantes a la marcha del silencio, había salido a defender a Casanello en diciembre pasado, asegurando que no había lentitud en el juez. Pero a principios de febrero no opinó lo mismo la Cámara Federal, que ordenó a Casanello que indague a Báez el 13 de marzo próximo.

También para el juez federal Claudio Bonadío fue la marcha. Cuestionado por sus actuaciones durante el menemismo y los primeros años del kirchnerismo, el magistrado tiene hoy a su cargo la causa más sensible para la Presidente. Y es la investigación por supuestas maniobras de lavado de dinero en la empresa Hotesur, propiedad de Cristina y de Máximo Kirchner.Bonadío fue amenazado de muerte por avanzar en esta causa, y la Presidente teme que muy pronto cite a declarar a su hijo.

La jueza federal, María Servini de Cubría, supo ser la Oyarbide de la década menemista. Hoy investiga si hubo desvío de fondos públicos en Fútbol para Todos.

El mensaje de los paraguas es también para todos ellos. La marcha del miércoles no fue un cheque en blanco para la Justicia. Los jueces, especialmente los jueces federales, tienen un pasado. Pero hoy el presente los ubica con un solo reclamo, nítido, silencioso, potente. Que investiguen, que pretendan llegar a la verdad, que no se sometan a los deseos del poder, que no cajoneen causas por conveniencia política. Que ejerzan Justicia y alejen la impunidad.

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