Por Gabriela Pousa |
Últimamente hay dos formas de encarar un análisis político. Puede
hacerse desde la óptica de la dirigencia o desde la perspectiva de la
gente. El problema es que así se terminan plasmando dos escenarios literalmente
diferentes. Esto sucede porque cada vez es más grande la brecha que
separa los intereses de la dirigencia y las necesidades de la sociedad. Mientras
unos atienden el calendario electoral, otros tratan de armar un almanaque
propio donde fin de mes no llegue el 20 ó el 21…
Y al hablar de dirigencia no sólo referimos a la política. Sin ir más
lejos, pocas veces estuvo el sindicalismo más alejado de los asuntos
que competen al obrero. Los habitantes de Quilmes, por ejemplo, están
lejísimos, a años luz de entender o pretender entender el negocio de la
recolección de basura. Simplemente quiere vivir de manera decente, de ser
posible, con las calles limpias y no abarrotadas de bolsas de residuos y
desperdicios. Pero el debate sindical sigue pasando por las cajas que
quedan para manejar y la medición del poder de cada gremio para convocar por si
fuese necesario movilizarse o apoyar aquí o allá. Nunca se sabe.
Los 16 millones al año que se gastan en la Legislatura provincial, en
este contexto, no es un problema a solucionar sino apenas un titular. Usted lo leyó, se
indignó, suficiente. Hoy hay otro título para el debate fútil que nace y muere
en menos de 24 horas sin dejar nada útil, mucho menos soluciones.
Esa es la dialéctica de la política nacional: un bombardeo permanente de
asuntos sin resolución que pasan pero, antes o después, inevitablemente vuelven
a pasar.
De nada sirvió debatir el porcentaje de pobreza que desvelaba hace una
semana y que el Ministro de Economía ocultaba, porque hoy ya ha dejado de
interesar. No cesó la discusión porque surgió una solución que comenzó
a ser aplicada, no. Cesó la polémica sólo porque tenemos otra nueva. Y capaz
que le toca el turno a la pelea entre Luis Ventura y Beto Casella.
Argentina es un país que no aprende de la experiencia, no aprende de la
historia, por eso podemos despertarnos una mañana y descubrir que el
tema del día es otra vez la colimba… ¿Y las consecuencias? ¿Y el
soldado Carrasco? A nadie le interesa, la sangre seca rápido. Si no
fuera porque este planteo surgió apenas como cortina de humo para distraer,
mientras se maneja tras bambalina la estructura de jueces federales que
mañana deberán resolverle las causas por malversación de fondos y fraude a los
actuales funcionarios, estaríamos peor de lo que estamos…Nos venden pescado
podrido y nosotros lo compramos.
Así se pasan los días. Así se pasa la vida en Argentina. Somos una
eterna coyuntura, una enfermedad crónica. Somos el Chino Maidana el fin de
semana, Lionel Messi mañana, y Marcelo Tinelli alguna noche en la semana. Somos
el “aquí y ahora”, sin pasado, sin futuro pero lo que quizás sea más duro, sin
presente que encause y modifique “la vergüenza de haber sido, el dolor de ya
no ser” Títeres de la misma marioneta una y otra vez.
Somos las manos de Torrico la semana que pasó y las de Chichizola de este domingo. Es verdad: con el fútbol se explica todo, con el fútbol también se diluye todo. Y en un mes seremos 40 millones de gran DT corrigiendo a Alejandro Sabella que puede terminar convertido en héroe o en el ser más soez. Tenemos pedestales inestables. Todo cuanto hoy se llama Nestor Kirchner, mañana podrá llamarse Sergio Massa o Daniel Scioli porque así es el cabaret político argentino. Adorados y adoradores que cambian de Dios pero no de destino.
Sin embargo, este también ha sido un país signado por
imponderables. Todo lo que hoy parece seguro, puede desaparecer en décimas
de segundo. El gobernador bonaerense puede jugar fútbol con Tinelli y encabezar
encuestas, pero si días antes de los comicios se repite una inundación como la
de abril de 2013, el paso de favorito a denostado será inmediato. ¿Por qué
sucede esto? Porque nada se ha hecho. La Plata puede volver a
inundarse. Los anuncios, las caras adustas, las pecheras repartiendo donaciones
fueron apenas “show para la gilada”, escenografía de unos días.
Hoy, lamentablemente, también puede volver a explotar el edificio de la
AMIA porque tampoco tras esa tragedia se ha hecho ni aprendido nada. La
inteligencia en Argentina se ocupa de pinchar teléfonos de quienes piensan
distinto a la mandataria, pero no tiene idea de quién atraviesa fronteras.
Cualquiera entra o sale de aquí. Florencio Randazzo le da pasaporte y DNI sin
problema. Este repetir el horror no es patrimonio exclusivo del kirchnerismo,
claro. En los noventa, con Monzer Al Kazzar, pasó lo mismo.
A su vez, en cualquier momento puede desaparecer un edificio
entero como sucediera en Rosario hace un año, porque tras la indignación de
momento, tras la visita proselitista que hiciera Cristina, no se estableció una
agenda de controles efectivos de las instalaciones de gas ni de electricidad.
Por eso, el próximo verano volveremos a estar a oscuras golpeando cacerolas en
las esquinas, y Julio De Vido saldrá a decirnos que el suministro está
garantizado, que quizás falte luz momentáneamente, en uno o dos barrios. En
ese sentido, la Presidente tenía razón: “nada nuevo bajo el sol”
Argentina parece ser un país hecho de titulares y portadas. Cada mañana uno
nuevo se instala pero después de 24 horas pasa hasta regresar en cualquier
momento como novedad impensada.
Así, los linchamientos parecen que fueron hace años, la devaluación otro
tanto, los tomates brasileños se reemplazaron por la yerba Amanda y los precios
cuidados, y la zanahoria que desvela ahora, será desplazada en breve por peras
o manzanas… Todo pasa. En ese sentido, el gobierno ha hecho empatía con
Julio Grondona, el demócrata de la pelota.
De la misma forma, así como ayer, en familia, establecimos cómo entrar a
casa después del trabajo para zafar de una entradera, hoy vemos cómo
hacemos si acaso nos llaman a media noche para decirnos que a alguno de los
nuestros lo tienen secuestrado…
Esa parece ser nuestra función como ciudadanos: pagar impuestos por servicios que no tenemos, y convertirnos en policías, maestros o jueces porque el Estado, el Estado ha sido víctima también de un secuestro – pero no virtual -, hace más de diez años.
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