sábado, 31 de mayo de 2014

Axel por Amado

Cristina imagina una candidatura presidencial de Kicillof. Pero la mochila Boudou pesa demasiado.

Por Alfredo Leuco
Axel Kicillof será el candidato a presidente de Cristina. Ella lo llama “genio” en la intimidad y estaba esperando algún logro importante que sirviera como trampolín para el lanzamiento. 

Por eso no sólo lo felicitó por cadena nacional, algo infrecuente en la mezquindad de los Kirchner, sino que hasta se compadeció de que no había podido dormir en toda la noche. 

Pobre Kichi. El destino le dio la revancha a Cristina al mismo tiempo de que el juez Ariel Lijo extendía poco menos que el certificado de defunción política a Amado Boudou, quien había sido el elegido anterior para sucederla en el cargo. Aquel delfín que CFK bendijo en soledad para que fuera su compañero de fórmula hoy está más cerca de la cárcel que de las urnas.

Axel tiene un perfil similar pero, por ahora, ninguna sospecha de corrupción. Sólo acusaciones de infantilismo, mala praxis y de haber comandado un ajuste ortodoxo, neoliberal y antipopular. Pero es un joven fachero, economista con diploma de honor, intelectualmente destacado, de formación marxista y keynesiana (en las antípodas de Amado), que no tiene poder propio, pero que es un ídolo en las filas de La Cámpora y un socio de Wado de Pedro. Axel es tan enemigo de las corbatas como del periodismo y eso calmaría la ansiedad de Carta Abierta, que fue el ariete que utilizó Cristina para descartar cualquier tipo de apoyo a Scioli. En el lenguaje militante, Axel es del palo y Daniel es de la corpo.

El acuerdo con el Club de París será diseminado mediáticamente con la misma impronta de epopeya con que se presentó el pago de Néstor al FMI. Irónicamente, algo así como “somos los más revolucionarios y por eso somos los que más pagamos”. Cerrar el conflicto con el Club de París es valioso como mensaje a los inversores y a la Corte Suprema de los EE.UU. para debilitar la posición de los fondos buitre. A pesar de haber utilizado la misma matriz del caso YPF, es decir, sobreactuar heroicidad soberana y pagar más de lo que los acreedores esperaban, Axel y Cristina cosecharon beneficios políticos. Transmitieron que no tienen la irresponsabilidad de patear el tablero para huir del poder y que, por el contrario, apuestan con la bendición del Papa a entregar el Gobierno en forma ordenada en el 2015. Tienen la convicción de dar batalla para mantener su condición de primera fuerza en legisladores y capacidad de movilización, aunque no logren la continuidad de un presidente K.

Es que, por ahora, todas las mediciones rigurosas muestran un escenario de segunda vuelta donde perdería cualquier variante cristinista. Pero si consiguieran que Kicillof, por ejemplo, pasara al ballottage, sería un logro de gran magnitud que dejaría a Cristina muy fortalecida como la jefa de la oposición más dura de que se tenga memoria desde el ‘83 y a un paso de regresar triunfante en el 2019.

La estrella de Axel les cayó del cielo. No lo trajo la cigüeña, pero es un bebé nacido en París. Es que nada de lo mucho que había conformaba a Cristina ni a los fundamentalistas más cercanos. En la intimidad, ven a Scioli casi como un enemigo de la magnitud de Massa. Florencio Randazzo avanza como una locomotora, pero su florería no alcanza a darle confianza a los que dijeron “que florezcan mil flores” y pisaron todos los brotes y los demás no acusan peso en la balanza. Julián Domínguez tiene el respeto del justicialismo histórico, los rezos de la Iglesia y el reconocimiento de que nunca fue hostil en el ejercicio de sus funciones como ministro de Agricultura ni como presidente de la Cámara de Diputados. Sergio Urribarri, autoproclamado como el más puro y fanático de los K, no tiene vuelo ni carisma y padece un altísimo nivel de desconocimiento. Aníbal Fernández y Agustín Rossi sufren lo contrario: no los votan porque los conocen demasiado.Falta mucho para las elecciones y todavía hay tiempo para algunas apariciones fulgurantes como las de Axel y para implosiones terminales como las de Capitanich. Incluso hay asesores de Scioli que están estudiando el nuevo tablero y cuál podría ser la próxima movida del gobernador ajedrecista.

El domingo asomó el sol del 25, pero Scioli no fue a la Plaza multitudinaria. Apenas había aparecido en el tedéum. Es que ese discurso de “no quiero la unidad nacional para ir para atrás”, más el documento de los carteros abiertos y la frase del jueves de que “no hay espacio para proyectos individuales ni personales” fueron avisos muy obvios según algunos “justisciolistas”.

Hasta ahora el mejor escenario electoral posible para Cristina era que ganara Macri. No sólo para intentar repetir el esquema de Chile, con un presidente de la derecha empresaria que alfombró el camino para el regreso de Michelle Bachelet, sino porque ningún peronista quedara en condiciones de disputarle el liderazgo a Ella.

Cristina está eufórica. Nada empaña su alegría por haber encontrado un heredero que deje conforme a todos, que tape la macana que se mandó con Boudou y que sea competitivo electoralmente.

Pero recibió misiles de la Justicia suiza y la de entrecasa. Primero, porque desde el exterior se confirmó la investigación periodística del programa de Jorge Lanata sobre la ruta del dinero K de Lázaro Báez, el socio de Cristina y Néstor. Segundo, porque la tarjeta amarilla a Boudou impacta de lleno en el capital simbólico del matrimonio presidencial.

A Cristina la erosiona porque fue de su entera responsabilidad la decisión que encumbró a Boudou como vice, cuando ya se sabía que era el jefe de una banda de malandras, y a Néstor, porque la orden de quedarse con Ciccone se la dio el ex presidente. El tema revulsivo es que cuando murió el ex presidente, Amado dijo “papita para el loro”, se frotó las manos y aceleró el operativo para apropiarse de la fábrica de billetes. Ese día comenzó a sepultarse como ciudadano.

Cada vez está más cerca de instalarse en la historia como el primer vicepresidente en ejercicio destituido por corrupción.

Y esa será la mochila más pesada que deberá cargar durante la campaña la estrella naciente de Axel Kicillof.

© Perfil

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