domingo, 14 de julio de 2013

De Jaime a Moreno

Por Alfredo Leuco
Tras la feria judicial, el mismo juez Bonadio procesará al secretario de Comercio por abuso de autoridad. Éxodo K.

Las balas de Ricardo Jaime pican tan cerca del mausoleo de Néstor Kirchner que Elisa Carrió rogó para “que Dios quiera que terminen todos presos, incluso Cristina”. Puso en palabras el recinto que hace entrar en pánico a la Presidenta: la cárcel. La imagen inminente del primer funcionario kirchnerista entre rejas es un misil para el relato épico del intelectual que todo lo justifica. Porque Jaime es indefendible, infumable, como dicen los muchachos de La Cámpora.

Y porque después de la feria judicial habrá dos noticias igualmente demoledoras: la posibilidad de que el fiscal Carlos Rívolo también le decrete la prisión preventiva a Jaime y la certeza de que el juez Claudio Bonadio procesará por abuso de autoridad a Guillermo Moreno. Esa noticia, a días de las elecciones, afectará directamente al primer funcionario en actividad que además es una suerte de fetiche de la presidenta de la Nación, que cada día le da más poder y responsabilidades. Colaboradores de Moreno hicieron correr la versión de que más temprano que tarde va a ser premiado con el cargo formal de ministro de Economía que ya ejerce de facto. Al parecer, no fueron espontáneos los cantitos en su honor que le dispensó la militancia y el apoyo explícito de Cristina en el acto de Tucumán. ¿Aun procesado, Guillermo Moreno será ascendido a ministro?

Lo más grave para Carta Abierta o el neofrepasismo K es que Ricardo Jaime no es solamente un secretario de Estado que pesaba la plata y se la llevaba en pala y en cuchara sopera. Es el principal eslabón de una cadena entre empresarios y sindicalistas corruptos que terminaba en Néstor Kirchner. ¿O no era Jaime el que le llevaba por las noches los bolsos y las bolsas para todos y todas? Jaime transó en el Belgrano Cargas con José Pedraza, que no va preso porque ya está preso. Y nada menos que por el asesinato de Mariano Ferreyra. Máximo Kirchner se encargó de decir que su padre había muerto, entre otras amarguras, por la que le produjo el crimen del militante del Partido Obrero. Pero, seguramente, le subió rápidamente el nivel de veneno en sangre porque el burócrata ferroviario era también socio de los negocios turbios, como lo prueba la resolución de Bonadio. ¿O Jaime hizo la estafa millonaria con Pedraza sin preguntarle a Néstor? Todavía se puede ver en YouTube a la Presidenta con el gorrito verde de la lista de Pedraza bailando al ritmo de los bombos en pleno festejo sindical.

En la matriz mafiosa de la megacorrupción de Estado a cielo abierto, Jaime es solamente una cara. Tal vez, ética y estéticamente, la más menemista. Por la frivolidad de cama solar o los colores chillones de sus corbatas y su placer por el exhibicionismo de las motos, los yates y los aviones. La comparación con María Julia, sus veinte causas en la Justicia, no es caprichosa. La única duda que carcome al cristinismo es si Jaime se animará a prender el ventilador para arrastrar a varios mientras se hunde.

Jaime hacía desde el Estado lo que Lázaro Baéz hizo desde el otro lado del mostrador. Fueron dos mecanismos muy utilizados para llenar las bóvedas en esta década ganada por ellos.

Pero no sólo Jaime y Pedraza están muy lejos del recitado progresismo de los derechos humanos. ¿Quién es el abogado defensor del cordobés karateca? Andrés Marutián, fiscal durante la dictadura, abogado del genocida Roberto Viola y luego funcionario penitenciario del menemismo. Y como si esto fuera poco para erosionar el ánimo de los aplaudidores K, Jaime también está procesado en la causa del siniestro de la estación Once. Allí figura casi como la línea fundadora de ese sistema de estafas con subsidios que terminó con “la corrupción seguida de muerte”, como la llama Omar Lavieri, quien anticipó todo lo que está ocurriendo en su libro El rekaudador.

Demasiadas porquerías representa Ricardo Jaime para que haya estado seis años en la mesa chica del Gobierno, tanto con Néstor como con Cristina, y para que haya sido uno de los revolucionarios kirchneristas de la primera hora desde Río Gallegos.

La palabra “corrupción” ensucia todo lo que toca. Pero la palabra “prófugo” entra en otro terreno: el del posible desbande. El que anticipa las turbulencias que se vienen cuesta abajo en la rodada con la tropa sin poder retroceder en forma ordenada. No se puede generalizar, pero un sector de jueces y fiscales, como un grupo de intendentes en Buenos Aires, tomaron la decisión de no dejarse mojar más la oreja por los operadores de Cristina. Fueron tan prepotentes avanzando con su maltrato, que son cada vez más los que no se conforman solamente con ponerles límites. Van por la revancha y se arma una suerte de rebelión porque se hartaron de la humillación. Aunque Cristina no lo crea, son seres humanos cansados de hablar en voz baja y ocultar por temor sus verdaderos pensamientos. Muchos funcionarios del kirchnerismo creyeron que la cobardía de algunos era generalizada y eterna. Eso es lo que se quebró. Ese es el valor agregado a lo electoral que producen los que se atreven a enfrentar a los que los persiguen y no aceptan poner la otra mejilla. Por eso es tan complicado el futuro político de Scioli. Porque actúa como si el kirchnerismo no fuera perverso. Está atrapado sin salida. Si gana Insaurralde, ganará Cristina. Y si pierde Insaurralde, perderá Scioli, que será el mariscal de la derrota.

¿Alguien duda? ¿O el optimismo de Scioli es tan ciego que no le permite ver eso? Jamás un proceso que se ve a sí mismo como emancipador y antiimperialista va a permitir que lo herede alguien al que, en el mejor de los casos, definen como un buen muchacho neoliberal amigo de las corporaciones.
Hay síntomas de nuevos vientos. Nadie puede asegurar que soplen en el lugar correcto, que es en las urnas. Pero hay armados originales que sorprendieron a Cristina y sus servicios de inteligencia. Es la resistencia de una franja del peronismo bonaerense y de una parte de la Justicia. Olfatean que habrá voto castigo para la Presidenta. Sólo falta saber de qué magnitud será. ¿Cuántos votos perderá de los 12 millones que supo sacar en 2011? Del tamaño de esa rebeldía dependerá la próxima década. Recién allí sabremos cuáles serán los grandes pescados que surcarán las aguas presidiarias de Ricardo Jaime.

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