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| Por Alfredo Leuco |
El Frente Renovador cree
que hay que reinstalar el modelo y la conducción política. El desencanto une.
Los candidatos que son
intendentes van a pedir licencia en las próximas horas para intensificar la
campaña. Harán punta, como corresponde, Sergio Massa y Darío Giustozzi, los dos
más votados, que encabezan la lista. Mañana, en el museo del Tigre,se
presentarán los 300 socios fundadores de la apuesta política más audaz y
original de los últimos tiempos.
Si las urnas confirman
el éxito que les augura la mayoría de las encuestas, veremos actuar a 21 intendentes
(con otros veinte en las gateras o negociando por abajo) que resolvieron ocupar
el vacío de conducción política que hay en el peronismo desde la muerte de
Néstor Kirchner. Intentarán una renovación generacional que sepulte en orden y
en paz el liderazgo tóxico e irracional de Cristina para reinstalar un modelo
económico muy similar a los tiempos de Néstor. La mesa que preside Ricardo
Delgado (una suerte de continuador de las ideas de Roberto Lavagna) tiene todas
las señales con el ex ministro Miguel Peirano y otros ex funcionarios, como
Martín Redrado y Jorge Sarghini (candidato a diputado en La Plata).
José Ignacio de
Mendiguren, Héctor Daer y los candidatos a diputados que militan en la CTA y la
Federación Agraria serán los encargados de parir el Consejo Económico
Social que el Gobierno boicoteó durante tanto tiempo.
El desafío más grande
que tienen es aprovechar la alta intención de voto de Massa sin destruir el
sistema de consulta colectivo que los sostiene. Por eso, en sus materiales
escritos, hablan de subrayar que son “un conjunto de dirigentes y no simples
soldados”. Se cansaron del verticalismo autoritario. Están revelando su
principal fortaleza que, a su vez, es el motivo más importante por el que
abandonaron el cristinismo. Son jefes territoriales exitosos, con
gestiones reconocidas que deciden romper desde el poder y no luego de haber
perdido una interna. “La rebelión de los coroneles”, como les gusta
autodenominar su aventura, se produjo como respuesta al maltrato de la
Presidenta y al renunciamiento de Daniel Scioli a ponerse al frente de estos
reclamos. Ya lo dijo Perón, “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de
los dirigentes”.
Néstor Kirchner entendió
rápidamente que el eje para ganar elecciones y para luego poder gobernar pasaba
por la provincia en general y por el Conurbano en particular. Decir que se
trata del 40 % del padrón, es un dato. Otro: Darío Giustozzi, por
ejemplo, sacó 198 mil votos en Almirante Brown (casi el 75%), y esa cifra es
superior a la que consiguieron 11 gobernadores. Por eso Kirchner pasó
a retiro a Eduardo Duhalde y manejó personalmente la relación con esos caciques
bonaerenses a los que les ofreció caja y obras públicas a cambio de apoyo
político. Cristina abandonó esa metodología, y esa avenida de doble mano del
toma y daca se transformó en una calle que sólo llevaba agua para el molino
presidencial.
Los muchachos lo
explican porque Cristina entró en las turbulencias de sus caprichos, porque
siempre despreció ética y estéticamente a los intendentes, y porque se
fue quedando sin plata para fortalecer esas transas. De la descentralización de
Néstor, que actuaba como un emperador de los señores feudales de los distritos,
se pasó a una fuerte concentración, en una suerte de monarquía donde reinó
Cristina.
Las 2.800 casas que
están abandonadas, sin terminar desde hace tres años, sobre la avenida Calchaquí en Florencio
Varela son un monumento a la ineficiencia y una invitación a los intrusos. Gran
parte de sus puertas y ventanas ya fue saqueada. Un peronista que conduce su
distrito hace años confesó ante PERFIL: “Si un ministro no nos atendía el
teléfono, lo llamábamos directamente a Néstor y él nos solucionaba el tema”.
Hoy muchos de los intendentes que hicieron rancho aparte cuentan que tuvieron
que terminar obras nacionales con dinero del municipio. Y encima se tenían que
bancar que las listas las dibujara la Presidenta con su hijo y alguno más. Por
eso, Sergio Massa dejó que cada uno de sus pares pusiera sus candidatos.
Ninguno de ellos olvidará el día que Cristina sacó el 54% de los votos y José
Ottavis les dijo: “Ahora vamos por ustedes”.
Por eso, el ministro
Julio De Vido aceleró, por orden de Cristina, el plan “Más cerca: más
municipio, mejor país, más patria”. ¿Y la provincia?, se preguntaban en Buenos
Aires. No figura ni en el nombre. En la propaganda, Planificación
Federal dice que se firmaron convenios de ejecución de 659 obras de
infraestructura con intendentes bonaerenses por casi 3.400 millones de pesos.
No dice lo que ocurre en la realidad: que con suerte, le adelantan un 5% de la
obra y después, si te he visto, no me acuerdo.
Las fuertes demandas de
un sector de la sociedad de más república y honradez, y menos peronismo, ayudan
a subir la cuesta de Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín. Su posicionamiento
claro como opositor de la primera hora es la fortaleza de Francisco de Narváez.
Con lo bueno y malo que
eso implica, los massistas gobiernan con las encuestas en la mano, y los
cristinistas con los dogmas y la intención de encerrar a la Justicia antes de
que la Justicia los encierre a ellos. Unos conformaron una lista plural y
multisectorial, y otros la de los fanáticos de pésima imagen.
En las filas de Sergio
Massa difunden que Martín Insaurralde es más candidato de Amado Boudou
que de Cristina. Son viejos compañeros de militancia, parranda y negocios. El
vice no abandonó del todo su sueño presidencial. En la vereda
kirchnerista multiplican por lo medios la confesión de Mauricio Macri (“yo
votaría a Massa”) en la convicción de que ese apoyo le resta al ex jefe de
Gabinete de Cristina. Todos saben que si Massa se impone con comodidad en el
principal distrito, de inmediato se transformará en el jefe de la oposición y
en el conductor presidenciable del peronismo. Esas son muy malas noticias para
Cristina y su gente, para Scioli y, también, para Macri, aunque diga que está
dispuesto a una gran interna abierta para 2015.
Todo esto se produce en
el momento de mayor “morenización” del gobierno de Cristina. Creciente mala praxis con remedios peores que la
enfermedad envueltos en un clima de altanería y patoterismo. El gobernador
Maurice Closs ya lo vivió en carne propia cuando perdió la mitad de su caudal
electoral y le pasó al gabinete nacional las mismas facturas que pasan los
intendentes que se fueron con Massa. Algo nuevo está pasando. De Buenos Aires a
Misiones. De Ushuaia a La Quiaca.
© Perfil

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