Por Mariano Spezzapria |
Las movilizaciones del 8N expresaron básicamente tres
demandas que al Gobierno le será muy difícil satisfacer: el miedo ante la
inseguridad, especialmente la urbana; la impotencia ante el constante aumento de
precios que determina la inflación; y la férrea oposición a un proyecto -nunca
oficializado pero sí meneado- para reformar la Constitución e
imponer la re-reelección.
El paquete de demandas ciudadanas no es caprichoso, sino que
está basado en la experiencia cotidiana de vivir en la Argentina. Se trata
de problemas que no sólo afectan a la clase media -como pretende un sector del
oficialismo- sino al conjunto de la población, y especialmente a los más
desprotegidos. Por eso llama la atención el silencio de las figuras más
relevantes del amplio y variopinto espectro peronista -Daniel Scioli, José
Manuel de la Sota
y Sergio Massa integran hoy la lista VIP del PJ- tras la masiva protesta del
jueves. La réplica quedó a cargo de la propia Cristina Kirchner, quien ofreció
un lacónico "doy todo lo que tengo, más no puedo".
El rumbo kirchnerista
Pero la
Presidenta no abordó los temas centrales del combo de
demandas y en cambio habló de "sustentabilidad democrática",
definiendo al peronismo como un movimiento de puertas abiertas a otros sectores
políticos. Aunque, en los hechos, hace un tiempo que el kirchnerismo mutó a
cristinismo y comenzó a perder predicamento en sectores tradicionalmente
peronistas.
Un ejemplo concreto de esta situación lo ofrece Hugo Moyano.
El jefe de los Camioneros se encamina a encabezar un paro nacional contra el
Gobierno en 10 días, el próximo 20 de noviembre, en una demostración que
seguramente ratificará lo que ya demostró la manifestación del jueves: que el
oficialismo perdió el control de la calle.
Se sabe que, justamente ése, es uno de los puntos
distintivos de cualquier gobierno que se considere peronista: la capacidad,
organizada desde el Estado, de movilizar más y mejor que otros sectores
políticos del país. El último acto importante del kirchnerismo fue en el
estadio de Vélez, tras la nacionalización de YPF. A partir de allí, no hubo más
demostraciones.
El vacío que dejaron los grandes nombres del peronismo al
hacer silencio sobre las movilizaciones del 8N intentó ser llenado por los
fieles seguidores de la
Presidenta como el jefe de La Cámpora , Andrés Larroque,
y el ex piquetero Luis D´Elía. Con sus matices, ambos dirigentes le dan al
kirchnerismo una impronta cada vez más clasista.
"El peronismo no es clasista, sino policlasista. Este
gobierno siguió esa premisa hasta hace no tanto tiempo", resumió un
diputado oficialista que empieza a observar con preocupación el rumbo político
adoptado por la Casa
Rosada. De hecho, nunca se podría pensar que el 54% de los
votos de octubre de 2011 fueron aportados sólo por los sectores más
empobrecidos del país.
Al contrario: el momento cúlmine del kirchnerismo en el
poder se produjo cuando la
Presidenta logró convencer a vastos sectores de las clases
sociales baja, media y alta de que la Argentina seguiría siendo gobernable bajo su
conducción. Por cierto que, a esos sectores disímiles los persuadió con
distintos argumentos y con un mensaje que se podía verificar en la realidad.
El rol de la
oposición
También ayudó al oficialismo el colapso de la oposición, que
no logró articular una alternativa concreta de poder. Pero la dirigencia
antikirchnerista debería tomar nota de que la sociedad le está dando elocuentes
señales de que la foto electoral de hace un año ya no es tal. La abrupta caída
de la imagen presidencial en los últimos meses viene a comprobar ese fenómeno
político.
Un líder emergente de este cuadro podría ser el jefe de
Gobierno porteño, Mauricio Macri, a quien seguramente votarían muchos de los
que estuvieron en el Obelisco el último jueves. ¿Pero cómo hará el alcalde para
convencer a los habitantes del Conurbano, cuya proporción es decisiva en
cualquier elección? No fue casual, sin dudas, que la Presidenta apareciera
rodeada de intendentes del Gran Buenos Aires el día después de la protesta.
No obstante, la oposición tendrá en el próximo turno
electoral, en 2013, una carta electoral a su favor: el voto suele dispersarse
en los comicios legislativos, básicamente porque la gente no elige gobernantes
sino que apunta a hacer coincidir el sufragio con sus ideas políticas más
profundas. Así, podrían reaparecer en escena fuerzas ahora desdibujadas como el
radicalismo y el socialismo.
Antes, igualmente, el país deberá transitar por el 7D que el
calendario oficial fijó para concretar la implementación plena de la Ley de Medios. Aunque el
kirchnerismo debería dar alguna señal para absorber el sacudón del 8N.
"Posiblemente, después de la enorme demostración, el Gobierno tenga que
tomar algún curso diferente del que está haciendo", advirtió el lúcido
pensador Osvaldo Bayer, a quien no se podría calificar -sin vulnerar la honestidad
intelectual-como un integrante más de la "ultraderecha paga".
© NA
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