domingo, 11 de noviembre de 2012

Luces rojas a futuro

Por Alfredo Leuco
Cristina no abrió sus oídos a los reclamos y eligió mojarles la oreja. Despreció a cientos de miles de personas que protagonizaron un hecho político nacional, popular, autónomo, multitudinario, sin dogmas y huérfano de liderazgo. La Presidenta cometió el peor de los pecados: se burló de los indignados que desbordaron las calles. Como una actriz, fingió que iba a hablar del acontecimiento más importante de los últimos tiempos, hizo una pausa dramática y se refirió al Partido Comunista. Fue too much. Estuvo más cerca de China que del Obelisco. Es decir, lejos de la realidad.

La caricatura de lucha de clases contra los sectores medios, además de jurásica y antiperonista, suena patética en los labios de Cristina, varios de sus ministros y algún paraperiodista subsidiado, porque lo hacen desde arriba. Vomitan sobre los pequeñoburgueses desde su lugar de millonarios y habitantes de Puerto Madero. Y en nueve días, será el primer paro nacional de trabajadores. Todo esto encendió tres luces rojas:

1) El Gobierno perdió la iniciativa. Desde que la Presidenta procesó los 12 millones de votos como un cheque en blanco inmutable, no dejó error por cometer. Y viene corriendo detrás de los acontecimientos. Apaga un incendio tras otro, generados, en muchos casos, por su propia mala gestión. El 8N fue la coronación del aumento incesante de su imagen negativa que algunos identifican como un fin de ciclo. Eso está por verse. En dos ocasiones, Cristina resurgió de sus cenizas. Luego de las torpezas seriales de la 125, fue derrotada electoralmente en todo el país en general, y en Buenos Aires en particular, pese a que la lista fue encabezada por Néstor Kirchner y Daniel Scioli. Había perdido en la calle con los productores agropecuarios y en el Congreso con el voto no positivo, y también fue derrotada en las urnas. Sin embargo, a favor del consumo y la fortaleza económica pudo recomponerse y lograr un histórico triunfo con más del 54% de los votos. Algo similar pasó después de la muerte de Néstor Kirchner. Con este antecedente, se puede pensar que el fracaso electoral la está esperando en la esquina de 2013. Porque esta vez también fue vencida en el control de las plazas y avenidas y porque los que no quieren verla presidenta más allá de 2015 además le arrebataron la agenda en las redes sociales y hasta algunas consignas de los 70 con las que reclamaron pertenecer al pueblo.

¿El gobierno K perderá en las urnas en 2013, igual que en 2009? ¿Y después, se recuperará como en 2011? Aquí nace otro drama para el cristinismo sin Cristina. Acusan a los caceroleros de no tener proyecto ni saber a quién votar. Y es cierto en parte. La mayoría no sabe/no contesta, y otros votan por Binner o por Macri, por ahora. Pero Cristina no se dio cuenta de que ellos también tienen ese problema. El 46% no tiene candidato. Y el 54%, tampoco. Sólo un milagro o la violencia podría reformar la Constitución para habilitar su eternidad. Deberían hacer una elección extraordinaria para conseguir los dos tercios necesarios en Diputados pero, aun así, en el Senado es casi imposible. Extraña paradoja, en un momento de hiperpolitización, con mucha juventud de ambos lados, no hay un candidato cantado para suceder a Cristina.

2) Coprófagos: comen sus propios desechos. El oficialismo malversó tanto la realidad como el Indec. La mentira no sólo tiene patas cortas. Obliga a redoblar la apuesta para no reconocerla. Y la etapa superior es el autoengaño. Que la jefa del Estado le haya ordenado decir a la Policía Federal que hubo sólo 70 mil personas caceroleando es la expresión de un poder que perdió el pudor de hacer trampa y de una fuerza de seguridad que aceptó por obediencia debida.

Cristina defiende su proyecto cuando dice que necesita los dólares que no se fabrican acá para pagar la deuda que ella no produjo y que, por eso, limita la venta de los adorados verdes. Pero se autodenigra cuando dice que el cepo es un mito urbano. Una pancarta chicaneó con eso: “No fue un apagón, fue sensación de oscuridad”. Casi todas las banderas del Conurbano reclamaron para que sus hijos puedan vivir seguros y en paz, y ése es un derecho humano. Negar lo evidente es un signo de locura.

3) No identifican al enemigo. Una de las claves de la política es ubicar con precisión al rival o al adversario. Eso ordena el pensamiento y la militancia y refuerza la identidad propia. Pero Cristina construyó un enemigo imaginario y funcional a sus deseos. Ella se considera la expresión de la patria y, por eso, quienes la enfrentan deben ser una masa de zombis llevados de las narices por el discurso de la ultraderecha golpista. No puede entender que los autoconvocados son algo muy distinto. Por suerte, porque sería nefasto para el país que semejante basura humana tuviera tanto poder de convocatoria. Salvo algunos marginales energúmenos que defienden la dictadura o patotean a un periodista, la inmensa mayoría hizo reclamos que podrían resumirse como: “Más y mejor democracia y basta de democradura”. También se sumaron demandas sociales contra el veto presidencial al pago del 82% móvil, antes de que se mueran los jubilados o la insólita tozudez de robarles a los trabajadores hasta un aguinaldo con la excusa de denominarlo “impuesto a las ganancias”.

El que no reconoce contra quién pelea tira golpes al aire, mamporros sin destino que le hacen gastar demasiada energía. Los que saltaron de la realidad virtual a la movilización real, pura y dura, son fundamentalmente ciudadanos independendientes. Muchos no la votarían jamás, pero otros pertenecen a ese sector de la población que cambia sus simpatías de acuerdo a las circunstancias, estado de ánimo y situación económica. En lugar de intentar recuperarlos, Cristina los empujó para que se vayan definitivamente, como viene haciendo desde hace tiempo con los no fanáticos, incluso en su gobierno.

Algo nuevo nació en la Argentina. El parto fue histórico y callejero. Son cientos de miles de argentinos dispuestos a pelear por un país más igualitario y menos autoritario. Están buscando su destino y construyendo una alternativa que no sea boba. Quieren desterrar el maltrato al que piensa distinto.

Y marcharán hacia ese futuro con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes.

© Perfil

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