sábado, 18 de agosto de 2012

Militantes de la re-re

Por Alfredo Leuco
Más de dos períodos es monarquía. La definición de Fernando Henrique Cardoso, que Lula hizo propia, no es tenida en cuenta en el cristinismo. La recontrarreelección de Cristina ya se convirtió en el principal proyecto del Gobierno. Es el eje que articula cada movimiento. Todos los caminos conducen a Roma y a la eternización, tal como la soñó Diana Conti. Amado Boudou no anduvo con vueltas: “La gente se muere de ganas de que siga Cristina”.

El intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, tuvo que voltear un acto que tenía programado con Facundo Moyano y utilizar un megáfono para decir que está a favor de la reelección. Julio Pereyra, el intendente de Florencio Varela, fue más feroz: “Cristina dejará de ser nuestra líder cuando el pueblo lo decida, y no cuando la Constitución lo determine”. Guillermo Moreno también endiosó a la Presidenta: “De la decisión que tome depende el destino de la patria”.

José Luis Gioja, el gobernador de San Juan, eufórico hasta la incontinencia oral, fue el abanderado: “Algunos pavos repiten que la reforma de la Constitución es porque se quieren quedar para siempre. La van de inocentes, la van de puritanos y dicen que hay gente que se quiere perpetuar. La reforma no elige presidente. Lo elige el pueblo, votando en elecciones libres. Si la gente no nos vota, nos da una patada en el orto, ya está, se acabó”. La ortodoxia de Gioja va en línea con su coherencia histórica. El mismo desde el poder forzó las condiciones para ser reelecto en forma indefinida y es un reeleccionista de la primera hora. Apoyó a Carlos Menem en aquella aventura de la re re. Al igual que Miguel Angel Pichetto. Ambos mantienen sus obsesiones verticalistas. Con Menem y con Cristina. “Se igual”, diría Minguito.

Pero es improbable que la propaganda oficial argumente en ese sentido. Porque Cristina presume de ser la contracara ideológica del riojano. La postura del matrimonio Kirchner en este tema fue y vino según el interés personal y no el de la patria ni del movimiento. No respetaron los códigos republicanos, y fueron muy poco prolijos a la hora de cambiar la Constitución de Santa Cruz y permitir la instalación de la cultura feudal, con la posibilidad de ser reelectos por los siglos de los siglos. Néstor lo hizo, y Gioja también.

En el ámbito nacional, sin embargo, los Kirchner combatieron el intento menemista. Se aliaron con el matrimonio Duhalde y lograron derrotar esa posibilidad. Reuniones de Duhalde en el departamento de Barrio Norte con Néstor y sociedades de discurso de Chiche y Cristina que hoy parecen insólitas. Formaron un sub-bloque federal para boicotear un congreso nacional del Partido Justicialista en julio de 1998.

Las crónicas de la época son una maravillosa muestra del pragmatismo como etapa superior del peronismo. Describen que Menem solamente logró juntar a 415 de los 788 congresales, y que muchos de los presentes ni siquiera lo eran. Se refiere al “senador Mario ‘Pacho’ O’Donnell y al diputado Daniel Scioli”. Hoy estamos, mañana ¿quién sabe? El colmo fue que los telegramas para reclamar la reelección de Menem fueron enviados por Juan Carlos Mazzón, operador de todos los peronismos, y la protesta desde lo legal fue preparada por el apoderado del PJ de Buenos Aires, Jorge Landau. Hoy ambos trabajan en la escudería “Cristina 2015”.

Perlita de archivo: “Yo me siento proscripto. Hay una prohibición legal para ser reelecto, prohibición que está nada menos que en la Constitución Nacional” (Carlos Menem, 15 de enero de 1998, programa A dos voces, de TN). Cualquier semejanza con la actualidad es pura coincidencia.

Aquel discurso más vulgar que académico de Gioja fue de la mano del nuevo coloquialismo lunfardo y chacotón de la Presidenta. ¿O no dijo que “esto es para la gilada que escribe” en el acto con Joseph Stiglitz? Respecto de la alteración de estadísticas norteamericanas planteó que “había que truchar y trucharon, hermano. Yo hubiera tomado la misma decisión”. Nadie duda de eso. Lo demuestran la casi nula preocupación por acatar los fallos de la Corte Suprema y un hiperpresidencialismo muy parecido a un unicato que apuesta al capitalismo de amigos que todavía sostiene el estado de emergencia con superpoderes, pese a que es la Presidenta más poderosa desde 1983.

¿Desde qué lugar, entonces, el Gobierno puede justificar el intento de habilitar a Cristina para un nuevo período? El oficialismo se ve a sí mismo como la encarnación de la patria. Por eso embiste contra los adversarios y los ubica en el lugar del enemigo, de la antipatria destituyente. Lo dijo Guillermo Moreno con todas las letras en Banfield. Con semejante definición, no les cuesta nada autoconvencerse de que está bien empujar la reelección de Cristina y que estaba mal hacer lo mismo con Carlos Menem. Y por eso no tienen ningún empacho en fabricar un traje a medida de Cristina mientras ocupa el sillón de Rivadavia.

A esta altura, los obstáculos que Cristina debe superar tienen que ver con el resultado de la batalla final contra el Grupo Clarín, que tendrá fuertes novedades en estos días, y el resultado de las elecciones de medio tiempo, en 2013, en las que el oficialismo deberá superar el 40% de los votos para aspirar a los dos tercios que necesita en el Congreso para declarar la necesidad de la reforma. Hay que puntualizar que el viento de cola de la sojacracia continuará firme, que Brasil comienza a recuperarse y que se viene un año con menos vencimientos externos, que fomentará la irresponsable ametralladora de imprimir billetes. Continuará el operativo para destruir posibles competidores (Scioli, Macri, De la Sota y siguen las firmas), y la gran duda es cuál será el rol que jugará Sergio Massa, que con su altísima imagen positiva produjo el milagro de que Edgardo Depetri, Gabriel Mariotto, Julio de Vido y hasta la propia Cristina lo hayan elogiado, olvidando aquellas palabras terribles que dijo en la embajada de los Estados Unidos sobre el matrimonio K.

El último obstáculo es familiar: la presunta oposición de sus hijos, que reclaman más tiempo de su madre y menos de su Presidenta.

Aquel discurso de Gioja recargado no tuvo desperdicio. Al final dijo que “cuando hay que poner las bolas y los ovarios arriba de la mesa estamos los peronistas”, cosa que tal vez no tuvo en cuenta ni a López Rega ni a Firmenich. Y dejó para el cierre la frutilla tragicómica del postre: “Ser peronista tiene que ver con la lealtad”. En su caso, la practicó con todos y apoyó con el mismo furor las privatizaciones y el neoliberalismo como las relaciones carnales con Hugo Chávez y la estatización de YPF. Cristina ya ordenó que todos vayan haciéndose los rulos.

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