martes, 28 de agosto de 2012

La noche que el estadio Centenario silbó a Víctor Hugo Morales

Por Leonardo Haberkorn
Yo estuve allí esa noche. Era 1985 y recién habíamos recuperado la democracia. Por primera vez desde el golpe de Estado de 1973, Mercedes Sosa volvía a cantar en Uruguay y el estadio Centenario estaba repleto. Yo no era un fanático de la Negra. Lo mío era el rock, no me perdía un recital de Los Estómagos. Pero aquella era una fiesta de la democracia recuperada, otra más, y no se podía faltar. Se llevaban las banderas y los pins que todavía decían "Se va a acabar".

El estadio estaba lleno, gente de todas las edades, amantes de la música y fanáticos del canto popular, estudiantes, militantes, mucha gente del Frente Amplio y también de los partidos tradicionales. Hoy a los jóvenes les cuesta imaginarlo, pero en aquellos años blancos y colorados tenían cada uno su ala de izquierda y una militancia fuerte.

Víctor Hugo Morales, que había organizado el espectáculo, subió al escenario para presentar a Mercedes Sosa. No recuerdo qué dijo o qué quiso decir. Lo que no puedo olvidar fue la prolongada y ruidosa rechifla que recibió de parte de aquel público militante. No fue un abucheo común y corriente. Fue una silbatina unánime y rotunda que bajó desde todas las tribunas al mismo tiempo. Había 50.000 personas esa noche en el Centenario.

¿Por qué aquel público rabiosamente democrático, con un alto porcentaje de gente de izquierda, silbó de ese modo al relator que ya entonces había empezado a proclamarse izquierdista?

La respuesta exacta hoy es imposible de dar. Pero lo que es seguro es que todos quienes estaban en el Centenario aquella noche de 1985 recordaban bien la carrera uruguaya de Víctor Hugo, su historia reciente antes de emigrar a Argentina, su modo ejercer el periodismo, su cobertura de Argentina 78, sus dichos en El Intruso, los favores que había recibido de parte de la dictadura militar y la alcahuetería con la que los había agradecido. Los que leyeron Relato Oculto saben con lujo de detalles a qué me refiero.

Hace unos días, una fuente le alcanzó a Luciano Álvarez la fotocopia de una entrevista que le realizó a Víctor Hugo Morales en 1987 el semanario uruguayo La Razón, una desaparecida publicación del Movimiento Nacional de Rocha. En ella el periodista Danilo Iglesias le pregunta al relator por las razones de aquella silbatina.

Las respuestas de Morales desnudan al mismo personaje de siempre, el retrato nunca deja de coincidir.

El estadio entero lo abuchea. ¿Habrá hecho algo malo? No, jamás. Víctor Hugo Morales nunca tiene nada que reprocharse a sí mismo. Es el público uruguayo el equivocado, responde. Pero, ¿por qué lo silban de ese modo? Arriesga dos respuestas. Porque lo asocian con Argentina, dice. Pero, cómo, ¿acaso esa multitud no está allí reunida para vivar y celebrar a un símbolo inmenso de la Argentina? Víctor Hugo no se lo pregunta. El relator arriesga también otra explicación. Lo silban por envidia, por culpa de su éxito. ¿Y por qué el éxito de la Negra solo genera admiración? Tampoco se lo pregunta.

¿No lo estarán asociando a la dictadura? -lo interroga el periodista.

Víctor Hugo monta en cólera y arremete con furia ciega, como siempre cuando detecta algo o alguien que osa mancillar su propio inmaculado relato vital. Su respuesta no tiene desperdicio. Él, que como descubre Relato Oculto iba a divertirse a lo grande a un cuartel donde había gente presa, él acusa a toda esa gente que llena el Centenario de haber sido cómplice de la dictadura, de ser "culpable" de su ominosa duración. Hay que leerlo para creerlo.

Vale la pena repasar aquella entrevista publicada el 15 de mayo de 1987:

-¿Como le fue?
-Me fue muy bien, gané mucho dinero. Además creo que hicimos una buena cosa. […] Yo lo hice como una ilusión, pensé: ¿Qué puedo llevar al Uruguay, que cosa grandiosa? Como una forma de decir: les traigo esto como una especie de regalo. Inclusive las entradas fueron muy baratas, mi propósito era que sucediera lo que sucedió: que fueran 50.000 personas. […]

-Contrariamente a tus buenas intenciones, el público uruguayo tuvo un mal recibimiento hacia vos. ¿Qué sentiste?
 -Un gran dolor y una gran incertidumbre acerca del porque de ese trato. Confusiones políticas sobre mi persona no las ha habido.

La explicación que me doy es que he sido muy argentinista en mis apreciaciones, muy porteñista, Y sé que en Uruguay cuesta mucho asimilar –por una cuestión de complejo casi provinciano—al vecino grande.

No sé si fue por eso que me recibieron mal. Otra posibilidad es porque me va bien, por un resentimiento raro o porque no les gustan ciertas actitudes mías. Creo que públicamente me muestro todavía más cauteloso de lo que soy, no me llevo el mundo por delante.

Es muy doloroso y es una cosa que me provocó un grave divorcio con el Uruguay. Desde entonces he ido una tarde para visitar a mi abuela, lo más que me he quedado es una noche. No tengo interés porque me miro con la gente y la sensación es de que, vaya a saber si este que está ahí es uno de los que estaba ese día en el estadio, silbándome sin que yo supiera por qué.

Era una manera extraña de volver; parándome en medio del estadio Centenerio y presentando a Mercedes Sosa como final de todo el oprobio de la dictadura… No sé me parecía un festejo muy lindo para mí y me lo hicieron mierda.

-¿Te parece que puede tener alguna connotación política esa actitud del público? Tal vez se piense que como vos relataste el Mundialito en el 80, que fue visto como una treta de la dictadura para dfistraer a la población…
-Mirá, un pueblo absolutamente pancista como el uruguayo, un pueblo que sólo peleó contra la dictadura cuando le faltó seriamente el alimento, un pueblo que se permitió vivir todas las humillaciones y que ahora en general permite que tengamos una salida tan poco digna, en ningún momento, ninguno de esos que estaba sentado ahí me puede juzgar.

Yo estuve en lo más alto de la consideración pública en cuanto a notoriedad y trayectoria en el Uruguay, dentro de lo que hacía y jamás en mi programa habló un militar, jamás se me escuchó decir algo que sugiriese complicidad con los militares. Yo no relaté la ceremonia previa al Mundialito porque era una ceremonia hecha por los militares.

Que vos seas un relator fervoroso, que veas ganar a Uruguay y que veas un estadio feliz te contagia y digas que es un triunfo estupendo como lo fue, no creo que de lugar a acusarme de promilitarista.

El uruguayo ha sido un pueblo pancista, culpable sin ningún tipo de dudas de la permanencia y de la continuidad de los militares en el gobierno. Por supuesto, estoy hablando en general, hay gente que individualmente tiene su dignidad, pero ¿cómo pueblo? Dignidad pueden esgrimir los chilenos que se hacen matar todos los días en la calle, pero no el Uruguay.

Todo lo que hicieron fue golpear cacerolas cuando el régimen se venía abajo. Los militares se llenaron de deudas y dijeron: “Ahora no queremos más el gobierno, vengan ustedes y ocúpenlo por diez o quince años, que cuando arreglen un poco la economía de este desastre ya encontraremos el pretexto para acogotarlos de nuevo y volver”.

El cinismo de Víctor Hugo sigue asombrando. Si los uruguayos fueron "pancistas", según su criterio, ¿qué podemos decir de él? ¿Qué podemos decir de quién aduló por escrito a Aparicio Méndez, de quien buscó el brazo protector de la dictadura en su pelea contra la AUF, de quién iba a divertirse a los cuarteles mientras había gente presa?

La pregunta sigue en pie: ¿por qué aquellas 50.000 personas lo silbaron en aquella fiesta del retorno a la democracia?

Relato Oculto aporta los datos para encontrar la respuesta.

© http://leonardohaberkorn.blogspot.com.ar/

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