sábado, 28 de julio de 2012

La economista Cristina


Por Roberto García
Signo de los tiempos, cada día Cristina de Kirchner habla más de economía. Casi obsesivamente y no sólo para fustigar gurúes, ex funcionarios o períodos completos de la historia argentina, sino para explicar las bondades de su gestión en ese rubro. Docente, busca demostrar que no afloja la actividad económica, se multiplican las inversiones, el dólar no es un bien requerido y la inflación es tan insignificante que ni siquiera vale mencionarla como tema.

Abogada al fin, aún de causas perdidas o en declive, se ha empezado a interesar en la economía –como tantos otros mandatarios en el pasado– para protegerse a sí misma, a su gobierno. Notable la pasión que expone en una disciplina casi desconocida para ella y sus científicas referencias a mezquinos o egoístas, casi comparándose con aquella entrañable persona del radicalismo, Juan Carlos Pugliese –quien sí disponía de versación sobre economía– cuando candorosamente se sorprendió porque él le hablaba al país con el corazón y los mercados le respondían con el bolsillo. Como no está en su ánimo ninguna inspiración magnánima, pronto anunciará disposiciones finales al respecto.

Para la fiesta inminente de la Bolsa, justo con el pago en dólares de los bonos, Cristina ofrecerá otra clase II y algunas determinaciones que tal vez sacudan los mercados. ¿Hacia arriba o hacia abajo? Vaya uno a saber, un misterio. Como el enigma social a descubrir en esa velada: uno de los anfitriones, aquel preferido de Néstor Kirchner para sus tertulias vespertinas, Adelmo Gabbi, ¿recibirá a Cristina y también a su vice, Amado Boudou? O este, quien asiste a cuanta ceremonia oficial o extraoficial existe, ¿evitará en esta ocasión la visita a pesar de la importancia de los anuncios a aplaudir? Finalmente, hay cuestiones difíciles de soslayar: en público y ante la Justicia, Boudou imputó a Gabbi de extorsionador porque éste le había sugerido un atajo para resolver causas judiciales, amistades convenientes y, sin duda, algún tipo de compensación para resolver estos favores. Quizás ambos se olvidaron del episodio, Cristina parece que ya no lo tiene en cuenta, tanto que le dio audiencia a Gabbi y al mismo tiempo aparece cercana a su vice. Aparte de la anécdota, interesa esta obligada vocación de la mandataria por el mundo y el submundo de la economía y las finanzas, su disposición para hablar de crecimiento, créditos, débitos y hasta descubrir la existencia de la tasa Badlar (y explicarla), una sumatoria de adquisiciones intelectuales que ha provocado un turbión en el gabinete: de repente, ciertas figuras se han despegado de otras con particular rapidez, los Moreno, Lorenzino, Kicillof, Fábrega, Marcó del Pont, Bossio son estrellas destacadas por encima de planetas apagados, ministros mustios, no convocados. Lo que obliga, por supuesto, a concentrar las miradas en los movimientos de estos personajes influyentes, cada vez más decisivos para la vida cotidiana, cada vez más desconectados y enfrentados entre sí. En guerra permanente, casi como la interna en Seguridad, entre Nilda Garré y Sergio Berni, que ha superado rangos anteriores de confrontaciones kirchneristas, al extremo de que alguien difunde y hace difundir los bienes, propiedades y otros acervos del militar (de una quinta en Lima a cabezas de ovejas o tierras en el Sur), mientras de ella alguien se entera, porque otro lo hace enterar, de las actividades paralelas de algún pariente o de que la señora ha cobrado legalmente una suma salarial porque en lugar de tomarse vacaciones dedicó esos días a obligaciones de su cartera. Porque ni un solo día puede faltar del ministerio. Pero ésta es una batalla menor, casi insignificante en relación con los disturbios que conmueven a los protagonistas de la economía.

Entre ellos también se registran operaciones de la misma calaña, aunque exhiben otras curiosidades de superior atracción. Por ejemplo, el rendimiento del tiempo en Kicillof y Moreno, quienes duermen menos que Bernardo Neustadt y no se sabe de dónde sacan energías y horas para cubrir tanta actividad y sinecuras, incluyendo como ocupación la presencia diaria o doblemente cotidiana en los actos de la Presidenta. Una tarea exigente y sin duda mal remunerada. Un ejemplo de este denuedo es el decontracté Kicillof, como diría Cristina, viceministro de Economía, segundo de la principal empresa petrolera del país, YPF, director en una de las multinacionales privadas más grandes del país (Techint) y atento control de la marcha de otra empresa reputada, Aerolíneas Argentinas, de su proceso económico y de su master plan (el cual, se supone, él mismo ha concebido para perder plata durante buen tiempo y, luego, presuntamente recuperarla). No se sabe de alguien que, en los elencos oficiales, se haya sentado en tantas sillas al mismo tiempo. Por si no alcanzara este esfuerzo inédito en la vida de un funcionario, trascendió ahora lo que viene practicando como adicional desde hace un tiempo: monitorea empresas públicas –también privadas– con un equipo especial y una matriz común, e incorpora ejecutivos en sus plantas para mirar con más atención sus resultados (también en el sector privado). Ese poder electivo, el de colocar gente y el de convertirse en un head hunter, casi comparable al de Cristina para ubicarlo a él mismo en cimas diversas sin atravesar ningún concurso, le ha granjeado ciertas enemistades, sobre todo en aquellos que han perdido sus puestos. O que no accedieron a lugares con los que habían soñado.

Su riguroso enemigo interior en el gabinete, aunque no funcione el gabinete, alguien con el que no puede compatibilizar ideología, formación, costumbres y cultura, aunque sí un mutuo resentimiento, es Guillermo Moreno, otro infatigable del trabajo, quizá con horario aun más completo en la vidriera pública, también con múltiples responsabilidades, incluyendo la de ser uno de los invitados que más distraen con su presencia a la mandataria en las reuniones públicas. Compite con Kicillof en el sentido ocupacional, jerárquico, múltiple, no parecen humanos. O no lo son frente a otros comunes mortales de la sociedad, seguramente menos capaces, a los que ni siquiera les alcanza el sueldo teniendo varios trabajos. Aunque Moreno, para salir de ese yugo estricto, se ha entusiasmado con la eventualidad de una candidatura política u otro hobby que lo aleje de una contingencia vascular. Como recurso, por ejemplo, el de ponerse un jogging no sólo los fines de semana para ir al gimnasio. Quizás aspira a convertirse en un Falcioni de otra división futbolística que no es precisamente la A: hace poco se lo vio en el campo de deportes de la Uocra, en el Camino de Cintura y Richieri, acompañado por sus colaboradores oficiales mal llamados culatas, unos cinco en total, instruyendo –y tal vez ordenando– el nuevo equipo en la categoría C de Mercado Central-Sacachispas Fútbol Club, ahora con mejor presupuesto y la incorporación de profesionales reconocidos, tal vez algo entrados en años, como el ex campeón de Racing, el Chanchi Estévez. Moreno, dicen, hasta le cambió el color de la camiseta (mudó a amarillo papal y azul casi boquense en lugar del violeta florentino) y más de uno espera que, en atención a sus modales y hábitos, pronto llame a los árbitros para explicarles por las buenas cuáles son las nuevas reglas.

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