Por Jorge Altamira |
La pesificación consistió, paradójicamente, en una
desvalorización del peso y en una revalorización de los derechos económicos de
los acreedores internacionales sobre el patrimonio instalado en el territorio
nacional. Se pesificó para promover un desfalco.
¿’Pensar’ en pesos sería, entonces, el anuncio de una nueva
confiscación? El gobierno dice que no, porque no tiene intención de proceder a
una maxi-devaluación. Sin embargo, esto es lo que ocurre efectivamente, y no en
el mercado ‘ilegal’ sino en el muy ‘legítimo’ Mercado de Valores, donde la
deuda pública se transa a seis pesos por dólar.
Existen, de hecho, dos mercados: el oficial para el comercio
exterior, ‘en blanco’, racionado para el ‘chiquitaje’, y el de la deuda estatal
para operaciones de salida de divisas de los grandes grupos económicos. En la
medida en que las provincias han comenzado a emitir títulos de deuda en
dólares, que se adquieren con pesos, los dólares que se niegan en la forma de
billete, se obtienen en forma de deuda externa, porque se canjean por dólares
en Nueva York. En Venezuela, donde no se habilitan divisas, en numerosos casos
ni siquiera para importar, los interesados compran deuda en dólares con
bolívares fuertes y la revenden en Nueva York, donde obtienen las divisas que
buscan. O sea que la deuda externa está creciendo en forma exponencial.
De todos modos, ¿por qué no se podría pesificar cuando en la
mismísima Europa ya se especula con una ‘pesificación’ de Grecia, que podría
retornar a su vieja moneda nacional? Una salida por lo menos curiosa, cuando
todo el mundo sabe que la vuelta al dracma significaría aplicar un ‘defol’ a
todas las deudas -públicas y privadas- en euros u otras divisas. La
renacionalización monetaria, en Grecia, se identifica con la bancarrota
económica. Hay otras pesificaciones más ‘honorables’, sin embargo: por ejemplo,
la del yuan de China, que se ha transformado parcialmente en moneda de
transacción internacional y que aspira a devenir en moneda de reserva. En 2008
hizo una operación de trueque con el Banco Central de Argentina, cuando la Reserva Federal le
negó a Argentina el mismo socorro en dólares. Brasil acaricia una fantasía similar
para su moneda, el real, que se insinúa, por ejemplo, en Bolivia y en Paraguay.
Son pocos los que admiten que China, donde la circulación del yuan no es
cuestionada, se encuentra hoy dolarizada. Esto ignora que las reservas
monetarias chinas, que son enormes, están invertidas en títulos de deuda
extranjeros, en especial de Estados Unidos. Una moneda que necesita un respaldo
descomunal de divisas extranjeras, o que es forzada a ello, no es realmente
soberana.
La pesificación en China ocurrirá cuando desplace, en forma
relativa, a las divisas rivales como reserva de valor (dólar, euro, yen), o sea
que deberá deshacerse de la deuda extranjera que tiene en su poder. La
pesificación de China provocaría, en consecuencia, un fenomenal derrumbe
monetario internacional y la incapacidad de Estados Unidos, la Unión Europea y
Japón de financiar sus deudas públicas. Con lo que ocurre hoy en la zona! euro,
el cambio podría ser fatal. Para China también sería un desafío colosal, porque
debería admitir el libre intercambio de divisas y de capitales, o sea el
derecho del capital internacional a adquirir tierras, capitales y patrimonios
en China, más allá de aceptar inversiones directas o en Bolsa. Como se ve, la
pesificación entraña el ingreso en crisis financieras mayores.
Lo curioso de la pesificación, que propone el oficialismo,
es que ES parte de un gobierno dolarizador serial. En primer lugar, porque
persiguió sistemáticamente el objetivo de acumular reservas en dólares, que
deposita en la Reserva
Federal norteamericana o en el Banco de Basilea, a cambio de
una remuneración inferior al uno por ciento -mientras el Banco Central pagaba
un promedio del 16 por ciento por operaciones de pase con los bancos locales. O
sea que lo hace a pura pérdida, que financia con emisión. Hasta la reciente
reforma de la Carta
Orgánica del Banco Central, mantuvo la regla del respaldo del
ciento por ciento del peso con divisas. Desde esa reforma, sin embargo, ha
seguido esa regla en la práctica. Lo que el oficialismo llama pesificar, o sea
que el ‘ahorro’ privado se haga en pesos, va acompañado de un mayor ‘ahorro’
público en dólares -la pesificación resulta entonces la otra cara de la
dolarización. Detrás de toda la construcción pesificadora sigue en pie la única
obsesión: tener dólares para pagar la deuda externa, que siempre implica una
confiscación del trabajo nacional. El gobierno ha abarrotado a la Anses de títulos en pesos
que se ajustan por CER, pero le ha sacado los cupones de PBI, que aseguran una
renta elevada en dólares, que ha transferido a los especuladores privados. Es
con estos ‘incentivos’ que quiere mantener a flote la deuda pública.
La pesificación, que el kirchnerismo ha convertido en su
nueva bandera nacional y popular, exigiría poner fin a una desvalorización del
peso del 25 por ciento anual, que es el aumento del índice de precios. Supone,
por lo tanto, un ajuste, cuya intención el gobierno niega: salarios a la baja,
por un lado, y tarifazos e impuestazos, por el otro, que son las vías
capitalistas para revertir la crisis fiscal. El tarifazo consolidaría las
concesiones en el sistema de transporte y en la energía, donde se ha producido
un colosal vaciamiento financiero.
¿Y si después de todo la pesificación resulta un éxito y los
argentinos logran lo imposible, ‘pensar’ en pesos? Una moneda estable, sin
embargo, no puede operar en un marco monetario inestable a nivel internacional.
La devaluación del dólar provocó sistemáticamente, por ejemplo, la revalorización
del real, en perjuicio del comercio exterior de Brasil. Dio lugar a la madre de
todas las especulaciones, el llamado ‘carry trade’, que consiste en endeudarse
a tasas de interés muy bajas, en plazas importantes, como Nueva York o Tokio,
para colocar el dinero a tasas de interés astronómicas, por ejemplo en Brasil.
El ministro de Economía vecino tuvo que denunciar que Brasil sufría “una guerra
monetaria”. Si se hace abstracción de la imposibilidad de la estabilidad
monetaria en un contexto de bancarrota capitalista, ¿qué podría obtener un peso
estable?
Lo que ya conocemos: una corriente de inversiones externas
y, por lo tanto, privatizaciones para absorber ese capital y una expansión del
crédito internacional. La especulación inmobiliaria retomaría impulso y lo
mismo ocurriría con la financiación del consumo. Volveríamos, en mucha mayor
escala, a la ‘burbuja’ de Martínez de Hoz y de Cavallo. Es la ley del
desenvolvimiento del capital, con los resultados que todo el planeta conoce.
Conclusión: ni la crisis mundial ni el final de vida del
‘modelo’ K tienen salidas monetarias; solamente pueden ser superados por una
reorganización social, anticapitalista, bajo la dirección de los trabajadores.
La pesificación en danza es la última etapa de la onda de saqueos que ha
perpetrado el nacionalismo burgués ‘que supimos conseguir’, para pagar la deuda
externa confiscatoria y los subsidios a la “reconstrucción de la burguesía
nacional” -que va dejando todos los días en la lona a un ‘capitalista amigo’.
Posdata: Kicillof
acaba de declarar que sin estos ‘amigos’ no puede haber “despegue” en los
países de “capitalismo tardío”.
No hay nada que llegue más tarde que una declaración
oficialista.
© Prensa Obrera
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