sábado, 31 de mayo de 2025

JAQUE A LA DEMOCRACIA

Siempre hubo acechanzas sobre el Estado de Derecho, 
desde derechas e izquierda ideológicas. Ahora es una ola ultraconservadora desde las potencias occidentales


Por Claudio Fantini

En materia de autoritarismo, la costa absolutamente opuesta está en la misma orilla del río. Parece una ilusión retórica, pero explica la mismidad de lo opuesto en el totalitarismo y demás regímenes autoritarios. En la otra orilla está el centro: la democracia liberal.

Por eso dirigencias y dictaduras de Latinoamérica que se auto-perciben de izquierda, y líderes como Trump, Bolsonaro y las ultraderechas europeas, coinciden en admirar a Vladimir Putin.

Los líderes nazi-fascistas, igual que Lenin y Stalin parados en la costa opuesta situada en el mismo lado del río, estaban influidos por Gustav Le Bon. A fines del siglo 19, el impulsor de la Psicología Social escribió en su libro “La Psicología de las Masas y el Análisis del Yo” que las multitudes “no tienen sed por la verdad, dan la espalda a la evidencia que no les apetece y prefieren divinizar el error si éste los seduce”.

Le Bon describió acertadamente la atracción que tiene en circunstancias traumáticas un liderazgo autoritario, mientras logra mantener en vigencia “una ilusión” que las masas defenderán de quien la cuestione o cuestione al líder que las ilusiona.

“Cuando el fascismo regrese, lo hará en nombre de la libertad”, dijo Thomas Mann en una célebre conferencia que dio en 1940. Allí, el autor de La Montaña Mágica y Doctor Faustus auguraba la llegada de la democracia a Europa, donde aún intentaba extinguirla el Eje Nazi-fascista.

El vaticinio del escritor alemán empezó a cumplirse tres años después en Italia y cinco en el resto de Europa, con excepción de España, Portugal y los países del Este que quedaron bajo la órbita soviética. Pero hubo otros vaticinios en “La Victoriosa Llegada de la Democracia” que parecen explicarse en los rasgos que vio Le Bon en la sociedad de masas.

Thomas Mánn explicó que la democracia liberal se debilita cuando una parte de la sociedad la da por sentado y otra parte la considera culpable de los males que la acosan. Entonces regresará el fascismo y esta vez lo hará “en nombre de la libertad”.

Las urnas europeas y de otros rincones del planeta donde la democracia liberal, aunque languideciendo, aun está en pié, parecen darle la razón a Mann y a Le Bon. También en Estados Unidos las incertidumbres supuran liderazgos brutales. Los alimentan las frustraciones y miedos que generan las acechanzas sobre el trabajo y el bienestar que produce la aceleración del avance tecnológico.

Esos liderazgos autoritarios supieron interpretar las iras y desesperaciones de la sociedad. También supieron generar las ilusiones que calman la ansiedad popular, y usar de combustible los rencores y resentimientos de quienes están dispuestos a vomitar odio sobre los que señalan peligros que ese tipo de liderazgos implican para la democracia liberal, cuya descripción más acertada sigue siendo la genial ironía de Churchill: “el peor de los sistemas, con excepción de todos los demás”.

Durante la Guerra Fría, la política en Europa Occidental se dividía entre partidarios de la URSS y partidarios de Estados Unidos. Pro-soviéticos eran los partidos comunistas, hasta que, con el Partido Comunista Italiano liderado por los hermanos Enrico y Giovanni Berlinguer, comenzó a nacer el “eurocomunismo”.

En la vereda pro-occidental estaban los nacionalismos conservadores, como el gaullismo, las centroderechas liberales, los socialdemócratas y los partidos democristianos practicando un conservadurismo moderado y un liberalismo cauto con los derechos laborales porque se inspiraban en la Doctrina Social de la iglesia.

La Europa de las últimas décadas incluye a los países que fueron satélites de la URSS, mientras que todos los partidos europeos siguen divididos, pero con nuevos componentes ideológicos. Hay partidos pro- Putin, pro- Trump y pro-Unión Europea (UE), que son anti-Putin y anti-Trump.

Desde que Putin monopolizó el poder, Rusia pasó de ser un polo comunista a ser un polo conservador-ultranacionalista.

Pro-Putin no son los partidos socialistas ni democristianos ni liberales, sino las ultraderechas fortalecidas por el respaldo social a sus predicas anti-inmigrantes, ultra-católicas y racistas.

Las dirigencias pro-rusas de Europa son también partidarias de Trump, o sea no de Estados Unidos sino del líder que gobierna la potencia occidental.

La partidocracia tradicional (conservadores, democristianos, liberales y socialdemócratas) quiere fortalecer la UE para que pueda defenderse de Rusia prescindiendo de Estados Unidos, porque Trump rompió el histórico bloque atlantista.

Dentro de la UE hay quintacolumnistas como los pro-Putin gobiernos de Hungría, Eslovaquia y Serbia, encabezados por Viktor Orban, Robert Fico y Alexandar Vucic. En Alemania ya es segunda fuerza la filo-nazi AfD, financiada por el Kremlin y por el magnate trumpista Elon Musk.

En las elecciones de mayo de 2025 se enfrentaron los partidos pro-Putin y pro-Trump con los partidarios de la UE.

En Polonia venció el liberal Rafal Trzaskowski al conservador Karol Nawrocki. Trzaskowski es un aliado del presidente europeísta Donald Tusk, mientras que Nawroscki es un outsider que contó con el respaldo del conservador partido Ley y Justicia.

En Rumania el candidato pro-UE, Nicusor Dan, venció a George Simion, un nacionalista pro-Putin. El gobierno rumano y las fuerzas europeístas denunciaron, otra vez, injerencia rusa con campañas de fake news desde Telegram, plataforma del ruso pro-Putin Pavel Durov.

La anterior elección fue anulada por la injerencia rusa a favor del ultranacionalista Calin Georgescu.

En las elecciones anticipadas de Portugal ganó la centroderechista Alianza Democrática, del primer ministro Luis Montenegro, cuyo gobierno colapsó a un año de haber vencido al Partido Socialista sin alcanzar la mayoría necesaria, por lo que un año más tarde no pudo superar una moción de confianza y debió adelantar los comicios legislativos.

Todo indica que tampoco ahora alcanzaría la mayoría necesaria, por lo que le harían falta los votos de Chega. Y el movimiento Chega es la versión portuguesa del partido filo-franquista español VOX.

Por cierto, en Estados Unidos también hay pro-Europa enfrentados con los que son pro-Putin. Los segundos son la mayoritaria ala trumpista del Partido Republicano.

También en Rusia está esta grieta. El partido de Putin contra los partidos que piden democracia y denuncian despotismo criminal. Muchos de los dirigentes de esas fuerzas liberal-demócratas están presos, proscriptos o han muerto asesinados.

© Revista Noticias

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