domingo, 3 de diciembre de 2023

Conciencias en fuga

 Ideas. Paul Berman y la obra en la que exhibe valentía, lucidez e información. 

Por Sergio Sinay (*)

En 2010 se publicó La huida de los intelectuales, libro que aúna valentía, lucidez e información y que incomodó a vastos sectores políticos e intelectuales, algo habitual en su autor, el analista político, crítico cultural y ensayista estadounidense Paul Berman. El libro desnuda la cobardía con la que, escudándose en el pensamiento correcto (verdadera plaga de esta época) intelectuales de Occidente intentan lavar sus malas conciencias, presentándolas como buenas, congraciándose con algunas de las fuerzas más oscuras y peligrosas presentes hoy el mundo. 

En la categoría “intelectuales” Berman incluye a historiadores, políticos, escritores, periodistas, directores de medios, filósofos y, en general, a figuras de lo que se conoce como progresismo. Allí recoge ideas de uno de sus libros anteriores (Terror y libertad) y, con exhaustiva y abundante información y sólidos argumentos, toma el caso de Ayaan Hirsi Ali, activista nacida en Mogadiscio, severa crítica de la mutilación genital femenina, quien se declaró disidente del islam y debió exiliarse y vivir protegida, pese a lo cual continúa en su lucha. Se detiene también en Theo Van Gogh (1957-2004), cineasta holandés bisnieto del hermano del célebre pintor, ateo confeso que fue asesinado por Mohammed Bouyeri, islamita de origen marroquí. Y estudia con especial profundidad el origen de la corriente islámica que nació en 1928, creada por Hasan Al Bana con el nombre de Hermanos Musulmanes, y en cuya evolución a lo largo del siglo veinte se encuentran las semillas de la banda terrorista Hamas, la misma que el 7 de octubre incursionó en territorio israelí, no ya a través de un continuo bombardeo con misiles, cosa habitual desde que se instaló en Gaza, sino asesinando presencialmente a centenares de personas, secuestrando a otro tanto, violando, decapitando y documentando la masacre para propagar luego las imágenes como acto propagandístico.

Berman muestra en su libro, al que Ron Rosenbaum (autor de Explicar a Hitler: los orígenes de su maldad) calificó de “auténtico thriller intelectual”, cómo en los casos testigo que él estudia la mala conciencia de una intelectualidad que procura desligarse de la historia imperialista occidental, la lleva a callar ante crímenes de hoy, a desvirtuar la visión de los hechos de violencia, y, en su afán de congraciarse incondicionalmente con aquellos a quienes pretende reparar, termina en actitudes que favorecen el ascenso de una ideología cuyo iniciador, Al Bana, recibía a los nuevos integrantes instándolos, según documenta Berman, a ”prepararse para la yihad y ser amantes de la muerte”. Señala el autor que las corrientes musulmanas liberales y librepensadoras, opuestas al fanatismo, viven precavidas y atemorizadas porque, como es el caso de Salman Rushdie, pueden también ser víctimas de ese fanatismo. “En un mundo moderno modelado por el ascenso islamita, escribe Berman, incluso algunos de los pensadores más atractivos tienden a ver con benevolencia el terrorismo suicida. Y el antisemitismo”. El tratamiento periodístico de la información sobre los actos criminales de Hamas, el silencio de organizaciones feministas sobre violaciones y decapitaciones de mujeres, el mutismo de organismos como Unicef ante el secuestro y asesinato de niños (incluso bebés) y las declaraciones que, con desinformación o con mala fe, procuran ubicarse en el inexistente territorio de Corea del Centro, haciendo gala de la mala conciencia de las “buenas conciencias” (a eso lleva el correctismo político) dan la razón a Berman. Parte de ese correctismo es autodefinirse como “antisionista, pero no antisemita”. Lo cual es un oxímoron, una contradicción en los términos. El sionismo nació en 1898 para abogar por la creación de un estado que permitiera a los judíos dejar de ser parias, y no para colonizar ni dominar el mundo. Eso se logró en 1948 en Sion, la tierra original del judaísmo, en la que nació Jesús. Cuando se niega la existencia de un estado se niega la existencia de su pueblo. Otra cosa, plausible y lógica, es criticar su política. Mientras tanto, hoy antisemitismo y antisionismo son sinónimos que el correctismo no puede separar.

(*) Escritor y periodista

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