lunes, 8 de mayo de 2023

Larreta y Bullrich deciden sobre Macri

 Por Gustavo González

La semana pasada nos referimos a la crisis de identidad del peronismo asociada a la falta de un nuevo liderazgo hegemónico dentro de ese movimiento. Que no haya mencionado la misma problemática en el macrismo, sólo fue por falta de espacio. Porque la situación es similar.

Mauricio Macri había alcanzado la hazaña de fundar un partido y, en apenas diez años, conquistar la presidencia de la Nación. Hazaña doble por ser poseedor de un apellido, asociado con controversias históricas y una elite social, no siempre bien vista en la Argentina.

Después, su pobre gestión le impidió que la mayoría lo reeligiera, pero no que siguiera siendo el jefe de su espacio. Un poco por haber perdido con un decoroso 40% y otro poco por su rango de fundador de un partido que todavía lo reivindica como su mayor referente.

El problema para él (y sus herederos) es el recuerdo todavía fresco de su gobierno y sus consecuencias económicas. Que es el mismo problema que atraviesa la líder mayoritaria (pero ya no hegemónica) del oficialismo. Con el agravante, en este caso, de que los pesares del pasado son presente continuo.

Ambos, Macri y Cristina, conservan una imagen negativa que los hace incapaces, por sí mismos, de volver al poder. Otra coincidencia es que, pese a ello, no terminan de correrse para promover y bendecir a un nuevo líder indiscutido de cada espacio que recupere la capacidad de ganar elecciones.

Herederos. En el macrismo, las PASO servirán para dilucidar quién es el heredero con más votos. Lo que no resolverán, al menos al principio, es si quien gane se impondrá también como líder del PRO. O si ocurrirá el mismo conflicto de liderazgo que desde 2015 afecta al peronismo.

En Juntos por el Cambio ya existe un cierto consenso entre sus eventuales candidatos sobre los objetivos económicos de la próxima administración (déficit cero, achique del Estado, apertura comercial, reunificación cambiaria, renegociación con el Fondo y reformas fiscal, previsional y laboral, aunque en campaña no usarán la palabra “reforma”).

Por eso, la diferencia entre Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich no está en los planes que elaboren sus referentes económicos (Hernán Lacunza y Luciano Laspina. respectivamente). La gran diferencia que cada uno le aportaría al futuro macrismo, es su estilo de liderazgo y sus distintas tácticas para lograr objetivos similares. No son diferencias leves, ya que sus historias y formaciones son demasiado distintas.

A los 17, Larreta cursaba sus últimos años de secundaria en la Escuela Argentina Modelo. A sus 17, Bullrich comenzaba a militar en torno a Montoneros. Los 19 de Larreta los cumplió en democracia estudiando Economía en la UBA. Los 19 de Bullrich ocurrían en la antesala del golpe del 76, estando presa por sus actividades políticas.

Él terminó los estudios y se fue a Harvard para un máster en Administración. Ella fue al exilio sin poder terminar Sociología. A sus veinte y pocos, los dos volvieron al país. Él con su MBA bajo el brazo y ella (aún en dictadura) embarazada y con pasaporte falso.

Formaciones. Larreta se formó para administrar lo público. Su primer trabajo lo consiguió a los 28 en la Subsecretaría de Inversiones de Cavallo. Después fue gerente de la Anses, interventor del PAMI, titular del Instituto de Previsión Social bonaerense, director general de la DGI, jefe de Gabinete de CABA y dos veces jefe de Gobierno.

Bullrich llegó a la gestión pública desde su militancia. De la Rúa la designó secretaria de Política Criminal, ministra de Trabajo y, luego, ministra de Seguridad. El cargo que volvió a ocupar en 2015.

Ambos pasaron por el peronismo, pero mientras ella lo hizo desde el peronismo revolucionario, él se acercó por sus simpatías con el modelo económico menemista. El “Perón, Evita, la patria socialista”, que Patricia cantaba estaba en las antípodas de lo que Horacio creía. El peronismo que lo marcó a él, fue el del pragmatismo y la flexibilidad ideológica propia de los partidos del poder. El que la configuró a ella fue el del verticalismo, la disciplina y la moral militar de sus organizaciones armadas.

El hombre educado en el manejo de la cosa pública y formado en la plasticidad menemista, es a quien su instinto lo lleva a buscar acuerdos que le garanticen cambios. La mujer que combatió a la dictadura y al peronismo ortodoxo desde las trincheras, está segura de que la única forma de cambiar es vencer al que está enfrente para imponerle sus condiciones.

Formas y fondo. Las formas tan disímiles de Larreta y Bullrich, provienen de esas formaciones tan distintas (forma y formar comparten la misma raíz latina). Sus formas expresan el fondo y el fondo expresa las ideas (las que Platón también llama “formas”), que simbolizan lo que son y las razones de lo que son.

Tras las PASO, se librará el combate para saber cuál de las dos ideas-formas se impondrá en el macrismo. Si será la moderación y el diálogo, como plantea Larreta; o si será la combatividad y asertividad del estilo Bullrich.

Los parecidos de ambos con aliados por ahora prohibidos, son otra manera de entender la cercanía entre formas y fondos. Los de Bullrich con Milei y los de Larreta con Massa. Los apellidos del libertario y del ministro hoy son incompatibles en la interna del PRO, pero son un fantasma que la sobrevuela.

Si ella triunfa, ¿aplicará algunas de las ideas de Milei, le asignará un cargo como insinuó esta semana, hará alianza con su bancada?

Si él gana, ¿usará su histórica amistad con Massa para acordar en el Congreso, lo aprovechará para simbolizar un nuevo clima de consenso?

Que hoy no haya nadie más alejado de Milei que Larreta (“zurdo de mierda”, lo llama), ni de Bullrich que Massa (“un ventajita que nos deja una bomba”), indica hasta qué punto las formas de cada uno reflejan ideas tan distintas. Y plantea interrogantes sobre la conformación actual y futura de los espacios políticos que contienen a unos y otros.

En cualquier caso, la próxima identidad del macrismo –o como se vaya a llamar– será determinada por las ideas-formas del líder que se imponga. Si es que logra hacerlo.

Maestros y discípulos. Macri tiene un poco de cada uno. Simpatiza con la obsesión gestionadora de Larreta y con la combatividad discursiva de Bullrich.

Aunque hoy, puesto a elegir entre potenciales aliados extrapartidarios, no tendría dudas en optar por Milei y no por Massa, con quien sí supo acordar en el pasado.

Pero la cuestión no es tanto lo que Macri piense hacer con sus dos discípulos, sino lo que ellos decidan hacer con él. Porque lo que sucederá tras las PASO (y siempre que gane uno de ellos en la interna), es que deberán explicitar qué rol ocupará Macri en un eventual gobierno. Qué deciden hacer con él, para no repetir la conflictiva sensación de doble comando que sobrevoló el mandato de Alberto y Cristina.

Deberán hallar, igual que en el peronismo, el lugar adecuado para que los “jarrones chinos” que representan los expresidentes puedan lucir, sin molestar ni romperse.

Al macrista o peronista que resulte el próximo presidente (el radicalismo no carga con ese peso), le ayudaría mucho que Macri y Cristina entendieran que la mejor forma de colaborar con sus discípulos es demostrar que sus discípulos ya no necesitan de su colaboración.

© Perfil.com

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