lunes, 13 de febrero de 2023

Esquela

 Por Isabel Coixet

Mari Luz recorre cada noche La Alberca y reza en cuatro esquinas del pueblo por las almas del Purgatorio. Le pregunto que por qué por las ánimas del Purgatorio y no por las que están en el Infierno y me dice que por esas ya no hay nada que hacer, como tampoco hay nada que hacer por las que están en el Paraíso. Me abstengo de decirle que el Purgatorio fue oficialmente barrido de la Iglesia católica hace unos años porque no quiero quitarle la ilusión. Igual han sido sus rezos los que han hecho que se vacíe el Limbo.

Me dice que cuando reza por las ánimas de noche, con sus pasos resonando por los adoquines del pueblo, se acuerda y ruega por todos aquellos difuntos a los que conoció en vida, que eso la hace estar cerca de ellos. Admiro y, confieso, envidio la fe de Mari Luz. Me gustaría rezar también por las personas que amé y que ya no están. A veces, paseando, en ciertos lugares de esta ciudad, me vienen recuerdos de mi abuela, de mi padre, de amigos que ya no están. En la calle Padre Claret, en el passeig de Sant Joan, en el Clínic, en el cine Texas, en algunas porterías, en ciertas calles. A veces un sabor, una copa de vino blanco muy seco y muy frío, me lleva a pensar en Núria Pujol, en Rosa Maria Sardà, en Dora… Y entonces, cuando la imagen de esas personas me vuelve, escucho sus voces como si estuvieran aquí y me duele pensar que ya no podré marcar sus teléfonos, quedar con ellas en una librería, en un café, que ya no podré discutir o compartir lecturas o chismes o vídeos absurdos. Mi plegaria es una plegaria muy egoísta: ruego para que sus recuerdos no me duelan, aunque sé que el día que ya no duelan me dolerá doblemente la ausencia de estos.

Entro en un bar de un pueblo de 500 habitantes, esta vez en La Rioja, la televisión habla de muertes en el Yemen, en Ucrania, condenas de muerte en Irán, luego conectan con un reportero en las fiestas patronales de un pueblo de la comarca donde la reina de las fiestas se prepara para salir en carroza. Tres hombres mayores en una mesa, tomando café, hablando de sus cosas; aparece un cuarto con la prensa local. Este último se pone a hojearla. Pide un cortado corto de café con sacarina y dice: «Yo empiezo siempre el periódico por la esquela». Los otros dicen que ellos también. La chica del bar asiente: su padre hacía lo mismo, siempre empezaba por ahí. Empezar por las necrológicas es algo que yo he pensado alguna vez como inicio de una película. Vemos a un anciano leer con gesto de estupor una página en la prensa, es la esquela de alguien que conoce y, desde ella, vamos adentrándonos desde el final en la vida de alguien hasta su nacimiento, que también fue anunciado en la prensa. Una película que fuera una vuelta atrás cronológica desde el momento del último aliento hasta llegar al primero. La esquela como principio para así poder modificar las cosas. Ay, si pudiéramos decidir cómo serán nuestras esquelas…

© XLSemanal

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