miércoles, 22 de febrero de 2023

Éramos pocos y llegó el asesor

 Afirmación. “Si mañana me llama Alberto, estoy. Si el año que viene
gana Larreta, también”. (Foto/NA)

Por Sergio Sinay (*)

Como si acabara de salir de una larga permanencia en un envase hermético y frizado, y estuviera convencido de encontrarse en Escandinavia, Antonio Aracre, el flamante jefe de asesores del presidente nominal de la Nación propuso la creación de nuevos impuestos para afrontar la descomunal y voraz deuda pública. “Hasta tanto crezcamos”, apuntó livianamente, sin aclarar cuándo y cómo sucedería ese crecimiento, de qué se trata y en qué beneficiaría al martirizado ciudadano de a pie. 

Aracre trabajó 36 años en Syngenta y fue durante 12 años CEO de esa multinacional, propiedad del gobierno chino y dedicada a negocios agrarios. Nacida en 2000 de la fusión de Novartis y Zeneca, la empresa es el mayor productor mundial de transgénicos y agrotóxicos, razones por la que es cuestionada en muchos lugares del planeta por organizaciones y personalidades ambientalistas.

Para una sociedad económicamente devastada y exprimida hasta el hartazgo por impuestos absurdos y arbitrarios que jamás retornan a quien los paga y que no proveen ni salud, ni educación, ni seguridad, la propuesta del asesor debutante alimenta el temor que provoca el acercamiento de los tecnócratas al poder. Estos son los que el ensayista, filósofo y pensador político canadiense John Ralston Saul llama “cortesanos racionales”. Lúcido, profundo e implacable, en su ensayo Los bastardos de Voltaire el autor advierte que esta “nueva clase sacerdotal” no admite denominarse tecnócratas, pero lo son. Se presentan como mediadores y especialistas en cifras, entrenados para aceitar la maquinaria del gobierno o de los negocios, dice Ralston Saul. Los describe como siempre alejados del contexto práctico y de las convulsiones de la vida real, inadecuados por formación y temperamento para conducir el auto en caso de que los pusieran al volante. Su formación y práctica se sostiene en acumulación de datos y, adictos al poder, se muestran divorciados de las cuestiones de moralidad que justificaban inicialmente a la razón, subraya el pensador canadiense.

Este tipo de personajes es descrito en Los bastardos de Voltaire como convencidos de que el dinero se hace con dinero y no con producción. Y están acostumbrados a no arriesgar nada propio, lo cual los exime de responsabilidades. La “sugerencia” de Aracre de obtener dinero para las arcas estatales (saqueadas por la corrupción y la ineficiencia) extrayendo dinero de quienes ya lo proveen a cambio de nada, parece confirmar la descripción de Ralston Saul. El autor agrega que, cuando son celebrados desde el gobierno, los cortesanos racionales proponen convertir el Estado en empresa. Y desde esa perspectiva no tienen pruritos ideológicos ni éticos. Abonados al “eficientismo” (costeado con fondos ajenos) sus principios, como los de Groucho Marx, se ajustan a las circunstancias. Cuando dejó su cargo en Syngenta, en octubre de 2022, Aracre, acaso ansioso por arrimarse al poder, afirmó: “Si mañana me llama Alberto, estoy. Si el año que viene gana Larreta, también”. Es curioso que, en primer lugar, lo haya llamado Alberto, ya que los planteamientos del jefe de asesores huelen poco a lo que se supone que serían los principios justicialistas. Pero ya se sabe que del presidente nominal todo es esperable.

De todas maneras, el perfil de Aracre parece más acorde al del aspirante a candidato de PRO. En cuanto a hacer del Estado una empresa y repartir cargos entre CEO’s amigos, el gobierno de Macri no dejó dudas con sus políticas. Y demostró, como bien puntualiza Ralston Saul, que entre la presunta racionalidad de los negocios y la necesaria sensibilidad de la política hay una larga distancia. En una, la prioridad son los números, en la otra, las personas (o debieran serlo). Esto es lo que olvidan quienes buscan la solución simple de aumentar impuestos para una cuestión compleja como una crisis económica y social demoledora. Cuando a través del Estado la sociedad debe pagar el costo de los tecnócratas jugando a la política el precio es alto. Y, según escribe John Ralston Saul, si una sociedad confunde técnicas de gestión con valores morales todas las respuestas son una trampa.

(*) Escritor y periodista

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