sábado, 3 de septiembre de 2022

La Argentina, del fracaso a la locura


Por Francisco Olivera

No bien Alberto Fernández terminó anteanoche su última frase de la cadena nacional, la declaración del feriado y la convocatoria a que la sociedad se expresara “en defensa de la vida, de la democracia y en solidaridad con nuestra vicepresidenta”, los manifestantes que empezaban a esa hora a congregarse frente al departamento de Cristina Kirchner pegaron un alarido de euforia. Había sido tal vez el día más tranquilo desde que hacen la vigilia. 

Pero el atentado contra la expresidenta volvió a encenderlos como hacía cinco días, con las vallas, y dejó completamente obsoleto el acuerdo que acababan de firmar Aníbal Fernández, Marcelo D’Alessandro y Felipe Miguel: regresaron entonces los cantos, los bombos, el corte de calle, alguna bomba de estruendo y los insultos hasta por los menos las 5 de la mañana.

Desde el 22 del mes pasado, cuando el fiscal Luciani pidió la condena de 12 años para la vecina de perfil más alto, la esquina de Uruguay y Juncal compendia el drama de una Argentina que no aprende a convivir. Por su propia gravedad, el intento de homicidio volvió a encolumnar respectivamente al oficialismo y a la oposición: Juntos por el Cambio se olvidó de la discusión por las vallas y el peronismo pudo congregarse ayer, por fin, masivamente en la Plaza de Mayo.

Hasta ese momento, al Frente de Todos le venía costando aunar voluntades incluso para el acto que tenía previsto hacer hoy en Merlo y que finalmente suspendió. Una cosa son las declaraciones en las redes y otra muy distinta poner el cuerpo en la calle. Esta dificultad había sido detectada en primer lugar por La Cámpora, que empezaba a conformarse con el apoyo en “cabildos abiertos”, pero también en algunos municipios. Por eso los organizadores tenían resuelto revestir la convocatoria de Merlo de algo menos personalista que una defensa de Cristina Kirchner: sería solo un plenario del PJ que la tendría de oradora.

Pero la agresión de Fernando Andrés Sabag Montiel unificó las posturas de todos. Incluso dentro de la CGT, donde también había dudas. “Hay que movilizar”, venían pidiendo ahí Walter Correa, Sergio Palazzo, Omar Plaini y Víctor Santa María, los dirigentes de mejor relación con el Instituto Patria, pero no toda la central de Azopardo estaba convencida. “Nos exigen a nosotros, pero quiero ver en el acto una columna de 2000 tipos de La Bancaria o de los encargados de edificio pidiendo por Cristina: no es tan fácil”, protestaba en la tarde anteayer, antes del incidente en Recoleta, el secretario general de uno de los gremios más numerosos. Ayer, en cambio, con el atentado, nadie dudó en ir a la Plaza de Mayo. Solo decidieron postergar al lunes la discusión sobre un paro para respaldar a la vicepresidenta, una propuesta que Pablo Moyano había acordado momentos antes con la CTA.

El desafío de Correa, Moyano y Cía. es extender el fervor de ayer a todo el frente sindical, en algunos casos entretenido en cuestiones lejanas a las inquietudes judiciales de la “jefa”. El futuro del Fondo Solidario de Redistribución Social, por ejemplo, debilitado últimamente por restricciones presupuestarias. De ahí salen los pagos para las obras sociales y los prestadores. “No están los recursos”, contaron en un gremio. José Luis Lingerie, el más familiarizado con el matrimonio Massa, está negociando el tema con el Palacio de Hacienda. La CGT pretende que el ministro de Economía refuerce este año el fondo con 25.000 millones de pesos. La alternativa, un decreto cuyo borrador se filtró en estos días y llevó a prestadores y pacientes a protestar frente a las rejas de la Casa Rosada, se estudia para el año próximo: les quitarían a los sindicatos la obligación de las coberturas por discapacidad, las más costosas, que pasarán a ser responsabilidad de la Agencia Nacional de Discapacidad, que depende de Presidencia de la Nación.

Massa se juega en estas cuestiones parte de su futuro. Hasta ahora consiguió al menos que la discusión por el lawfare se lleve las energías de sus críticos en el Frente de Todos. “Está reacomodando el desastre que dejó Guzmán”, lo elogió Máximo Kirchner en radio El Destape. ¿Abandonará Grabois el bloque por sus diferencias con la gestión económica, como había anunciado? Se define en estas horas. “Juan debe querer negociar algo”, razonaron en el kirchnerismo. Massa también tuvo que postergar iniciativas. Entre ellas, el anuncio de un dólar diferenciado para la soja que esperaba dar a conocer ayer. En la intimidad dice que la expresidenta lo respalda y que solo le encargó no exponer la idea como un enorme favor al campo. La otra exigencia de la doctora es más conocida: no devaluar. El ministro cree que podrá cumplir con ambas, pero necesita un espaldarazo que no tuvo Guzmán. Y no solo del kirchnerismo. Se lo explicó la semana pasada en la Casa Rosada a un interlocutor afín a la ortodoxia económica. “Son ellos o nosotros”, le dijo, señalando por la ventana a un grupo de izquierda que protestaba en la plaza.

Salvo por un tuit que publicó en favor de la “jefa” el día del pedido de condena, Massa no se metió hasta ahora en cuestiones judiciales. Cree incluso que ella sobreactúa la discusión para posicionarse. Es indudable que con éxito: los que la sueñan candidata parecen desde entonces más convencidos que antes. Hasta Máximo Kirchner celebró en público: “Si me preguntás como ciudadano y no tuviera una cuestión sanguínea con ella, quiero que me gobiernen los mejores”, dijo.

No es poco para la expresidenta. En plena crisis, los alegatos y las vallas contribuyeron a fortalecer un liderazgo que, desde la derrota del año pasado, algunos peronistas habían empezado a poner en duda. Así lo indica una encuesta que acaba de hacer el Instituto Patria entre 330 peronistas con poder territorial y político. La muestra, elaborada sobre la base de consultas a teléfonos móviles entre el 20 y el 27 de agosto, fue publicada anteayer por el sitio Noticias Urbanas, y dice que el 71,03% de los dirigentes considera que ella es la mejor candidata para competir por la presidencia en 2023, contra 28,97% de otros candidatos. Por eso será difícil imaginar en adelante al kirchnerismo en otro ámbito que no sea la calle. El fin de semana pasado, cuando De Pedro les advirtió a los funcionarios del gobierno porteño que si no sacaban a la policía por poco incendiarían la ciudad, en el fondo estaba admitiendo una necesidad. Jorge Macri contó esa conversación el martes, en el tenso almuerzo de Pro en Happening, y Patricia Bullrich reaccionó con perplejidad. “¿No lo denunciaste?”, le preguntó. Delante de su primo Mauricio, el ex intendente de Vicente López rescató una cita familiar: “Yo aprendí de mi tío Franco que, a veces, hablan más los silencios”. En realidad, el contrapunto de Bullrich era directamente con Rodríguez Larreta. “Nunca en mi vida lo había visto tan enojado a Horacio”, dijo a La Nación uno de la mesa. La presidenta de Pro insistía en recordarle al jefe de gobierno porteño que ella siempre había pensado igual sobre cómo enfrentar piquetes. “Mirá”, le decía, y le mostraba en el teléfono móvil viejas declaraciones sobre sus operativos en la Panamericana. “Vos primero me pediste apoyo, después doblaste, te pusiste a negociar y quedé pagando”, le reprochó. Rodríguez Larreta levantó la voz. “Dijiste en los medios que habías hablado conmigo y no fue así: hablaste con Juanjo Méndez”, le reprochó. “Dale, Juanjo Méndez es lo mismo que vos”, contestó Bullrich.

En Juntos por el Cambio intentarán no volver a exponer estas diferencias. Quedarán para las internas del año próximo. No por nada en el Instituto Patria se está pensando en anular esas elecciones: sería un modo de extender la sobremesa de Happening hasta octubre de 2023. Es probable, sin embargo, que los últimos reproches del Gobierno hayan vuelto a cohesionarlos. “Ellos están viendo quién mata al primer peronista”, llegó a acusarlos Máximo Kirchner en la mañana de anteayer. Lo que vino después se discutirá por muchos meses. En medio de la crisis económica más grave en al menos 20 años, alguien puso una pistola frente a la cabeza de la vicepresidenta, todo un gobierno acusó a la oposición de haberlo provocado mediante discursos de odio y el Presidente declaró feriado para que la población saliera a la calle con esa idea. “Viva Cristina, gorilas de mierda”, dice un grafiti nuevo en una de las paredes de Juncal y Uruguay. La Argentina parece empecinada en pasar del fracaso a la locura.

© La Nación

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