lunes, 4 de octubre de 2021

Está en marcha el plan de campaña oficialista «que Dios nos ayude»

 "Que Dios nos ayude", pide Juan Manzur en Tecnópolis.

Por José Ángel Di Mauro

El jueves pasado arrancó la campaña electoral para “la elección que vale”, la que definirá realmente cuántos legisladores suma cada espacio, en todas sus categorías. Y así y todo no hay clima de campaña. Ya no en la gente, que en pandemia y en plena crisis no le ha prestado mayor atención al tema, sino en los propios políticos. Paradoja si las hay.

Porque las primarias ejercieron un impacto poderoso en ganadores y perdedores, sobre todo en estos últimos. Con toda lógica, porque no esperaban tal resultado, y por la magnitud de la derrota.

En los ganadores también, porque fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires el resultado los tomó por sorpresa. El jefe de Gobierno porteño podrá sacar pecho recordando que la última semana se la pasó afirmando que iban a ganar en el principal distrito del país, pero no es lo que los dirigentes de ese espacio en la Provincia esperaban, y lo admiten. Sí estaban confiados para las generales, y anticipaban un resultado bastante apretado en las PASO; pero siempre se imaginaban abajo. Incluso el día de la elección, ya se ha dicho. Después, si la eventual derrota no superaba los 5 puntos, daban por descontado que la darían vuelta en noviembre. Lo curioso es que ahora se haya invertido esa sensación: habiéndose impuesto precisamente por poco más de 4 puntos, temen que el oficialismo pueda revertir la elección.

Será clave la fiscalización, insisten en Juntos, pero además reconocen que las medidas impulsadas por el Gobierno en las zonas más humildes no serán inocuas. Allí hay un voto tradicional del Frente de Todos que se ausentó en septiembre; el objetivo oficialista es que esta vez no falten. El Gobierno aumentará su cosecha, admiten en JxC, confiados a su vez en que el voto del 12 de septiembre -como siempre ha ocurrido en las PASO- no fue el techo de la oposición.

La mayor curiosidad es que el principal optimismo en Juntos radica en los pronósticos que se escuchan de parte de la dirigencia oficialista. Mientras que con toda lógica allí expresan públicamente su confianza en dar vuelta la elección en noviembre, por lo bajo existe un clima de “partido liquidado”. Es lo que expresó sin filtro el intendente de Escobar, Ariel Sujarchuk: “No hay manera de revertir la derrota”, le dijo al diario Clarín -doble ofensa para el kirchnerismo-, advirtiendo que no es el único que lo piensa, sino todo lo contrario. “La mayoría comparte mi visión”, afirmó. Y si no es la mayoría, muchos en la intimidad tienen un discurso parecido.

Circuló una encuesta la última semana que marca que el Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires habría retrocedido al 29% de intención de voto. Así y todo, conocedores del Conurbano profundo aclaran que las encuestas a las que hay que prestar atención son las que se hagan a partir de la segunda semana de octubre. Para entonces habrá bajado la marea de las PASO y podrá verificarse de algún modo el impacto del trabajo territorial que está haciendo ahora el oficialismo.

La oposición, en tanto, sugiere andar con pies de plomo. No habrá que sorprenderse de que, cerca de los comicios, enciendan luces de alarma aunque muy en el fondo estén confiados: saben que siempre les ha ido mejor yendo de punto.

Eso pasa en la Provincia. En CABA, donde la victoria está asegurada para JxC, necesitan mejorar la cosecha de las PASO, pues así como quedó la foto de septiembre estarían obteniendo 7 diputados, cuando esperaban un mínimo de 8 -aun cuando arriesgan 10-. Sobre llovido, mojado: está el factor Milei, que puede seguir creciendo… a expensas de JxC. De ahí el endurecimiento del discurso de María Eugenia Vidal, que por cierto ya lo había galvanizado para las primarias. Solo así se interpreta que se haya plegado a quienes sugieren que si ganan las elecciones deben reclamar la presidencia de la Cámara de Diputados.

Es verdad que esa es la postura de Elisa Carrió, de quien Vidal es muy cercana, pero ella responde a Horacio Rodríguez Larreta y éste tiene una relación lo suficientemente estrecha con Sergio Massa como para imaginar a ese espacio tratando de desplazarlo. Suena más bien esa movida a un intento por potenciar el voto duro a expensas del de Javier Milei, de modo tal de transformarlo en un “voto útil”. A eso apunta insistir en que el único espacio capaz de dañar al oficialismo es Juntos por el Cambio.

Tampoco tendría los votos si realmente se propusiera ir por la presidencia de la Cámara baja. De repetirse en noviembre los resultados de las PASO, el Frente de Todos y la principal oposición estarían empatando en 117 diputados. Juntos podría ampliar ese número con una mejor elección, pero es casi imposible que alcance siquiera los 120. Tendría que sumar aliados para ese objetivo, y así y todo no sería mayoría. Amén de que tampoco existe uniformidad de criterio en JxC frente a ese tema; mal comienzo sería que un bloque más grande se dividiera en su primera votación.

Donde sí podrían ir por todo es en la provincia de Buenos Aires, y eso Axel Kicillof lo sabe. Su malhumor actual debe ser atribuido a que tuvo que aceptar reformar su gabinete permitiendo el ingreso de intendentes; pero también tiene que ver el panorama que vislumbra en la Legislatura bonaerense si llega a perder por más. Recordemos que la aspiración del gobernador era recuperar este año la mayoría en el Senado provincial, y ahora está por perderla también en Diputados. Ahí sí la oposición podría llegar a ir por la presidencia de esa Cámara. Y si así no lo hiciera, reclamará la vicepresidencia, que tiene poder de firma. Entre otras cosas, se le haría cuesta arriba al gobernador completar el directorio del Banco Provincia, donde no puede designar al reemplazante de Juliana Di Tullio. Juntos podría completar también los organismos de control que le corresponden a la oposición y hoy están vacíos porque Kicillof se negó a negociar. Esas son facturas que le pasan al gobernador.

A fin de año es seguro que reclamarán la Defensoría del Pueblo. Ni qué decir del Presupuesto y tener respaldo para el endeudamiento. Ahí es donde va a tener que tallar la muñeca negociadora del nuevo jefe de Gabinete, Martín Insaurralde, mal que le pese al gobernador. “No está en su naturaleza negociar”, dicen del gobernador sus críticos.

En el plano nacional, no deja de llamar poderosamente la atención el segundo plano adoptado por el Presidente. Cualquiera sea el resultado, será objeto de estudio la estrategia oficialista de invisibilizar al mandatario, reduciéndolo a contactos de cercanía que semejan a los timbreos de ya se sabe quién. Alberto Fernández solo apareció el jueves pasado en la presentación del proyecto de ley de Fomento al Desarrollo Agroindustrial. El dato saliente del evento realizado en el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada fue la presencia a su lado de la vicepresidenta Cristina Kirchner. Todos estuvieron atentos a sus gestos; ella no habló, fue solo una puesta en escena para ratificar una unidad que crujió en los últimos tiempos, pero la relación está dañada y nadie se atreve a sugerir cómo seguirá después de las elecciones, sea cual sea el resultado.

La gestión ha quedado en manos del jefe de Gabinete, Juan Manzur, quien se reunió en la semana con gobernadores que perdieron en las PASO: Axel Kicillof (Buenos Aires), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Omar Perotti (Santa Fe), Sergio Ziliotto (La Pampa), Alberto Rodríguez Saá (San Luis) y Mariano Arcioni (Chubut). Este último le dijo no al pedido de bajar su lista para el Senado, de modo tal de favorecer a los candidatos del FdT.

En el marco de una deliberadamente muy difundida hiperactividad, el tucumano encabezó este fin de semana la inauguración de Tecnópolis, en un acto del que tomaron parte siete ministros y una decena de altos funcionarios… mas no estuvo el Presidente.

A fin de mes Alberto Fernández tendrá la oportunidad de recuperar algo de protagonismo. El 30 y 31 de octubre estará en Roma para la Cumbre del G-20, en la que seguramente tendrá su primera foto con Joe Biden. También el Gobierno tratará de conseguir un encuentro con Francisco. A dos semanas de las elecciones, el Santo Padre tratará de evitarlo, pero estando el Presidente en la capital italiana le será difícil al Papa esquivar a su compatriota. Si se da, habrá que sumar ese aporte al objetivo esbozado por el jefe de Gabinete en la semana: “Ojalá que Dios nos ayude, que nos dé una manito, porque realmente esta vuelta nos hace falta”. En estas circunstancias, ese parece ser el plan más promisorio.

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