Por José Ángel Di Mauro
Los entusiastas que el 11 de julio pasado ya hacían cuentas para ver si la oposición podía prolongar inmediatamente la espectacular victoria lograda el día anterior en el Senado, hoy sienten que hubo una oportunidad perdida. La realidad es que semejante ilusión pecaba cuanto menos de exagerada. Los tiempos legislativos no son tan vertiginosos como el entusiasmo sugiere; ni las voluntades se mueven conforme el deseo de un puñado. Y el oficialismo -cualquiera que sea, tenga el número que tenga- es el que en definitiva conserva siempre cierta ventaja.