viernes, 1 de octubre de 2021

5´ antes de la muerte


Por Luis Tonelli

Toda derrota del peronismo enciende en la oposición, la esperanza de que su ansiada desaparición por fin suceda. Pero dado que las noticias acerca su muerte definitiva fueron ciertamente un tanto exageradas, vale la pena tomar a su fracaso en las urnas en su carácter coyuntural, ya que el cementerio de errores humanos rebosa de predicciones falsas, y ocuparnos del diagnóstico que hizo de ellas el gobierno y los cambios que ha promovido para tratar de dar vuelta el resultado en el noviembre que se viene.

No hay una sola manera de perder las elecciones, como no hay una manera sola de perder en el futbol: puede ser como el golazo del Diego a Inglaterra, donde se gambeteó hasta una pirámide azteca, o con el gol de la mano de Dios. Ese es el emblema de la victoria. Derrotar al adversario (y como sea).

Pero lo más frecuente es que, quien juega de local -o sea los gobiernos- sean los que pierden las elecciones, en vez de ganarlas la oposición. Dado los ingentes recursos que tiene el oficialismo solo crisis, escándalos y mufa generalizada pueden alterar un resultado holgado en las elecciones.

El contexto pandémico fue tanto un desafío mayúsculo para el gobierno como también la principal excusa para su conmovedora generación de errores no buscados dado el inoperante “hipervicepresidencialismo del relato e hipopresidencialismo de la gestión”. En él, el Presidente tiene la “lapicera” pero sin tinta, aunque posee ese supremo artilugio de poder que es ese “cajón de su escritorio” en donde manda a pernoctar eternamente a los proyectos que no son de su agrado o conveniencia. La vicepresidenta, por su lado, tiene el Twitter y sus Cartas a lo Conurbanensis, como mecanismos de desestabilización que amplificados pueden hacer que el Presidente haga como que le hace caso, y algunas veces, termine haciéndole caso. Se exagera el poder de Cristina, pero lo cierto es que este “sistema de gobierno” es una sinfonía de impotencia e imbecilidades.

En las elecciones PASO de hace quince días, el peronismo sufrió su peor derrota en la historia, no tanto por los números finales sino por las características que asumió este fracaso. El peronismo, especialmente en su bastión conurbano, es básicamente un fenómeno “territorial”, donde ha logrado construir desde el advenimiento de la democracia una red de contención y movilización de los sectores más pobres ligados al Estado (esto en general se denomina clientelismo, pero el fenómeno es mucho más complejo y excede su denuncia bien pensante).

Cuando uno lee los resultados en esos términos, salta a la vista en primer lugar que en la provincia de Buenos Aires la oposición sacó menos votos que los que obtuvo María Eugenia Vidal en las P.A.S.O. del 2019. O sea, Juntos no fue receptor de ningún voto que dejó de votar al oficialismo. Nada que no pase casi siempre (aunque está muy difundido el mito que los votantes son “autónomos”. Eso sí, los gorilas pueden votar a cualquiera, salvo que sea un peroncho “oficialista”, y los peronchos pueden votar a cualquiera, salvo que sea un gorila irredento.

¿Pero entonces, donde fue a parar los más de dos millones de votos que el mini-comandante Kicillof perdió desde su elección a gobernador? Pues nada más y nada menos que se dispersó casi en su totalidad entre voto en blanco, ausentes, y decenas de pymes partidarias que no alcanzaron el umbral del 1,5 del padrón para poder competir en noviembre, aunque una porción de votantes lo hizo por el libersaurio Espert.

Pero un análisis un tanto más riguroso, aunque preliminar nos muestra que el electorado que no quiso votar al oficialismo tal como lo venía haciendo pero evitó votar por Juntos (cosa que hubiera sido un milagro dada la grieta que lleva a demonizar a los del “otro lado” ha sido el electorado más fiel al Frente de Todos: los sectores que más abajo están en la escala en la pirámide. O sea, precisamente los que el gobierno descontaba que irían a votar dada su dependencia clientelar.

Por otro lado, no es de extrañar que haya sucedido esto dado que son los sectores más golpeados por una inflación que directamente les cercena sus posibilidades de alimentación, ya que no pueden gastar en otra cosa.

Para el gobierno, los intendentes hicieron una huelga de brazos caídos, ya que ese domingo no se avistaron los ejércitos de punteros e incentivadores del voto cadena, remisería política, y fiscalización apretadora. Y esto fue en señal de rechazo del intento de avance de La Cámpora sobre un territorio que es propio.

Pero la respuesta del gobierno ha sido diferente a la de la derrota del 2009, cuando Kirchner y tutti cuanti de los “testimoniales” perdieron nada testimonialmente contra el Colorado de Narváez, culpando a los intendentes bonaerenses, y castigándolos económica y políticamente por eso. Esta vez, dado que son unas P.A.S.O y falta la elección de verdad, se han repartido zanahorias más que palos, tanto en dadivas al electorado como a poder para los intendentes. Aunque monitoreados por expertos: de este modo hay que leer la incorporación de dos maestros en el arte de la distribución y apriete que son el Doctor Juan Manzur y el Contador Fernández (Aníbal).

Termino admitiendo que conscientemente combiné en el análisis elecciones bien distintas, aunque elecciones al fin y al cabo (PASO para Gobernador y PASO legislativas) tengamos en cuenta el caso de la victoria de Vidal en el 2015 quien ganó por movilizar la friolera de 1.200.000 votos que no habían ido a votar, mientras Aníbal Fernández (el temible Morsa del momento), logró mantener casi todos los votos que habían votado a su contrincante en las P.A.S.O. , el peronista Pret a Porter Julián Domínguez (que “casualmente” también ha vuelto al poder).

Toda elección teóricamente se puede dar vuelta (Almafuerte decía que “todos los incurables tienen cura cinco minutos antes de su muerte). En estas elecciones, el Frente de Todos mantuvo la adscripción de su tiffosi, lumpen clase media, que se aferra ideológicamente a la culpa del Otro, frente a su malaria personal. Una suerte de FREPASO rabioso.

En noviembre se tendrá una clara prueba de si el voto de las P.A.S.O. fue una señal de advertencia del territorio a la dividida conducción nacional, o en cambio, se debió al surgimiento de algo diferente a lo que venía sucediendo: que esta vez, el “barro sublevado” se ha vuelto en contra, sorpresivamente, del Movimiento que decía ser la expresión más cabal de sus intereses y sueños.

© 7 Miradas

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