viernes, 6 de noviembre de 2020

Las razones de Macri para frenar a Cristina Kirchner


Por Sergio Suppo

Mauricio Macri acostumbra señalar una de las gigantescas fotografías que decoran su despacho, en Olivos, cerca de la quinta en la que vivió cuatro años. "No podemos perder el contacto con la gente y la expectativa que pone en nosotros", suele decir a sus visitantes.

La imagen que muestra es la del acto de cierre de campaña de Juntos por el Cambio, con una avenida 9 de Julio desbordada de los que, luego se sabría, integrarían la oposición del 41 por ciento.

El expresidente se apoya con vehemencia en la idea de que hay un electorado que no perdonará acuerdos ni acercamientos con el kirchnerismo. Y aunque no acepta que describan su posición como intransigente, insiste en que la posibilidad de dialogar con el Gobierno está condicionada por un drástico cambio de rumbo.

Es un círculo que se cierra sobre sí mismo. No cree que Alberto Fernández se decida alguna vez a torcer el plan político de Cristina Kirchner y promete a sus interlocutores que no hará concesiones que impliquen perder la clientela electoral que consiguió. Es por eso que sale siempre a desmentir cualquier versión que se refiera a un acuerdo para solucionar sus problemas judiciales junto con los de Cristina. Y sospecha que detrás de eso solo hay maniobras para desacreditarlo y sacarlo de la cancha.

Macri se asienta en una paradójica coincidencia con el kirchnerismo duro en su convicción de que Fernández no será otra cosa que un fusible en el proyecto político de Cristina. Está convencido de que el modelo político de la vicepresidenta es una autocracia al estilo cubano o venezolano.

En las últimas semanas, repitió a sus visitantes un dato que recogió de un reconocido consultor económico, especialista en consumo. "Después de la cuarentena y del encierro, puede ocurrir lo mismo que después de una guerra. Durante la guerra la gente lucha por sobrevivir, pero después sobreviene una fuerte depresión por las pérdidas", argumenta.

Además, teme que un quiebre colectivo de la voluntad pavimente la idea de que los argentinos no tienen otra solución posible que aferrarse a la ayuda paternal del Estado. En síntesis: crisis social más sometimiento político para la construcción de un proyecto autoritario por parte de Cristina. Tal el resumen que Macri presenta como una advertencia.

De allí la atención que el jefe de Cambiemos les asigna a los banderazos como muestra de vitalidad política de la oposición. "No podemos dejar de representar a la gente que marcha por la propiedad privada, contra el avasallamiento de la Justicia y para enfrentar la impunidad", insiste en todas las reuniones con dirigentes y militantes partidarios que tiene a diario, en persona o en forma virtual.

Sostiene que una oposición en la calle le dará la posibilidad de regresar al poder. Cree que para la alianza kirchnerista/peronista será fatal la combinación de fracaso económico con el intento fallido de extremar hacia el cristinismo el sistema político.

Cuando dice que no pactará, busca reafirmar su presencia. No se resigna a su papel de expresidente y, como todos los que gobernaron desde 1983, está empeñado en hacer notar su influencia en el espacio que él creó y al que empezaron a brotarle gajos que se determinan por sí mismos.

"Macri ya fue", lo cruzó la semana pasada Elisa Carrió, luego de que le rechazó la idea de avalar la candidatura del oficialismo del juez Daniel Rafecas como procurador general. Macri parece no preocuparse demasiado por el último desplante de Lilita, pero les hizo llegar su malestar a quienes posaron junto a ella dos días después de que lo descalificó. Ese grupo está integrado, entre otros, por Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal.

Mira sin indiferencia el armado nacional de Rodríguez Larreta. No lo critica en público y mide sus palabras en privado. ¿Habría deseado que el jefe de gobierno hubiese tomado más distancia del oficialismo? Es posible. ¿Le molesta cuando Rodríguez Larreta habla de cerrar la grieta y deja descolocados a los opositores más duros del espacio? Es casi cierto. ¿Cree que su ex mano derecha se apresura por ansiedad a lanzar su proyecto nacional? Macri no lo dice, pero quienes hablan con él infieren esa conclusión con facilidad.

Una brecha abierta entre ambos llega al extremo de convertirse en la principal amenaza para la unidad opositora. Macri es desafiado por Rodríguez Larreta y una digestión lenta de la nueva situación ocurre en el cuartel del expresidente.

"Fernández habla en contra de la meritocracia porque a él lo pusieron a dedo. Nosotros creemos en la meritocracia y el que quiera ser candidato tendrá que romperse todo para serlo", dice el último mensaje que nunca será escrito ni dicho de Macri a Rodríguez Larreta. Apenas si despunta una pelea entre dos por un mismo deseo: suceder a Fernández.

© La Nación 

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