domingo, 4 de octubre de 2020

El crimen es casi perfecto

Por Carlos Ares (*)

Sacrifican inocentes, se chupan la sangre, babean “pueblo”, “resistencia”, “liberación”, reparten la culpa, acusan, ponen los jueces, se absuelven, reescriben la historia, se juzgan héroes. El saqueo económico, calculado en moneda constante, suma fortunas inconcebibles detectadas en cada iceberg donde aparecen cómplices, secretarios, choferes, testaferros, obras incumplidas, proyectos abandonados. 

Si, en cambio, se logra imaginar, mirar a los ojos, identificar cada una de las millones de víctimas que causan/dejan, la visión de esa magnitud daría una medida más corporal, abrumadora, terrible, de lo que en verdad hicieron/hacen.

El delito de administración fraudulenta que cometieron/cometen con fondos públicos/guita ajena, tendría que ser juzgado en relación al tremendo daño que provoca. La condena prevista debería ser equivalente a la del responsable de una desaparición forzada. Aquél que impide/niega a una persona, contra su voluntad, la posibilidad de hacer/llevar una vida en términos que puedan considerarse dignos. Son responsables de un crimen que no cesa nunca. Nadie puede/podrá reparar de ninguna manera a quien ha sido abandonado/hacinado/mutilado/ignorado/despreciado/reducido a plan, a voto.

Todo se supo/sabe. ¿Quién no ha visto revolear los bolsos? ¿Las cajas de seguridad repleta de dólares? ¿Quién no se enteró de como lavan/fugan los que ocuparon/ocupan altos cargos, o un lugar en la “mesa del hambre? Tal vez hubiera sido mejor que Massa le pidiera a Heller interrumpir su discurso hasta que el diputado Ameri eyaculara sobre la pantalla de la cámara, en la cara de todos, para que la representación del abuso, de lo que son, de lo que hacen, de lo que encubren, fuera aún más explícita.

Cualquiera puede, por las suyas, saltarse las grietas, los prejuicios, salir, ver con sus ojos, leer, consultar dudas, tratar de entender cómo se recicla periódicamente el fracaso. No para aliviar el peso del drama eligiendo el culpable que le conviene. ¿Hay uno? ¿Diez/cien/mil? ¿Cuántos en treinta/cincuenta/setenta años? Saber desde cuándo, conocer el método que usan, ayuda. Es el aviso del vecino viejo, criado en el barrio, que ya sufrió varios afanos. “Guarda/cuidado/ojo”. Sigilosas mecheras/carteristas se presentan como misioneros/punteros de la tierra prometida. Recitan el dogma sobre “la militancia”, “la patria”, “los trabajadores”. Con los dedos en “V” te bolsiquean hasta los sueños. Arrasan con lo que queda de valor, de ganas, de esperanza.

Los Testigos de la Joda reparten estampitas de la secta. Te quieren súbdito, arrodillado, creyente de los milagros que se atribuyen, del relato que se cuentan. Por las malas, de prepo, con matones, sobornos, favores, subsidios, pretenden pasar por ser los buenos de la película. Te van a conquistar/adoctrinar desde los manuales escolares para tenerte como cliente, adicto, dependiente. Un día, casi sin que te des cuenta, en un momento, de camino a quién sabe adónde, te vas a detener para palparte la cara, el pecho, los bolsillos, las piernas como si te faltara, ¿qué?. Como si te hubieras olvidado de, ¿qué?. ¿De quién sos? ¿De lo que querías?. Aturdido por consignas re manidas, marchas marchitas, de algún modo te hacen saber que te llegó la hora, que al fin pasa lo que tanto temías que pasara. Te chorearon, amigo.

Reconocer, advertir que tienen el poder para apretar, amenazar, desalentar a quien intente hacerles frente, no significa resignarse. Todo lo contrario. Ayuda a fortalecer las propias defensas, las convicciones, a prevenir quizá males sociales mayores. Como serían los de callar, entregarse sin más, aceptar que esto no va a cambiar nunca, dejar atrás infancias, recuerdos, razones, ideales, rendirse a los malversadores seriales de la fe democrática por cansancio, temor, desamparo.

La pelea, el combate de fondo para impedir que el crimen sea perfecto, es siempre con uno mismo. En ese amasijo de deseos, sentimientos, pasiones, se juegan las preguntas primeras. También las últimas que debe hacerse una persona sobre la razón de ser, de estar, de abrazar, de seguir criando hijos acá. Las que te hacen humano. Las que perduran contra todo. A pesar de todo.

(*) Periodista

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