sábado, 22 de agosto de 2020

La trágica comedia

Por Carlos Ares (*)
Saltan encima de la cama. El payaso, la payasa, el enano, contorsionistas, animales, trapecistas, acróbatas, malabaristas. El mago saca de la galera un Cafiero, dos, tres, cuatro, cinco, comiendo zanahorias estatales. Cubre con seda negra a un cura pederasta, dice las palabras mágicas, “bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de los cielos”, la seda se desliza, un hombre anciano se recoge su larga pollera blanca, mea una fina llovizna de agua bendita sobre los figurantes. Se oye un admirado “¡oooohhhh!”. Sos el único espectador en la platea. Los dedos índice te señalan. El animador grita: ¡Miren! ¡Ése es el boludo! Todos ríen en tu cara.

La divina comedia se repite cada madrugada como tragedia. Si vas a enfrentar la pesadilla, gritar nombres, pelear con sombras, deberías renovar la foto del perfil. Esa ceca de vigilia desanima a tus seguidores. Saliste con el ceño adusto, como si estuvieras preocupado, pensando. ¿En qué? ¿Cómo puede ser que sean capaces de decir lo que dicen, de hacer lo que hacen? Ya fue esperar otra cosa. Son eso. Son así. Rapaces, carteristas, mendaces, formateados en un relato que los encubre.

Aún no amanece. Tirado en un sillón, recostado contra el respaldo de la cama, sentado a la mesa de la cocina, en la taza del inodoro, los codos clavados en las piernas, apoyado en la baranda del balcón, de cara al vacío, el rectángulo de luz del celular arde en los ojos, ahonda las ojeras del insomnio. Hombre araña, viuda negra, encerrado, oscuro, sombrío, ansioso, caminás inmóvil de ida, de regreso, de ida, de regreso, por las paredes del muro social. Ves pasar la vida de otros que tal vez miran pasar la tuya. ¿Serán las redes el décimo círculo de este infierno?

En la divina comedia van a parar al noveno todos los que traicionaron la palabra dada, comprometida. Sergio Massa, el propio Alberto, los tres diputados de la oposición Pablo Ansaloni, Beatriz Ávila, Antonio Carambia, que renunciaron al bloque de Juntos por el Cambio en cuanto fueron electos. En el octavo círculo se amontonan los que defraudaron la confianza. Malversadores de dinero público, ladrones, cínicos en general. En modo aleatorio, del noveno al octavo círculo de ese infierno, la play list reproduce siempre a los mismos. Políticos corruptos, sindicalistas mafiosos, empresarios coimeros, el orden no altera la magnitud del latrocinio, de los crímenes, de las víctimas.

Cambiá la mascarilla. Desinflamá esos ojos de huevo con los dos cubitos de hielo del trago que te vas a tomar para achisparte, entonar el brillito, sonrosar las mejillas. Respirá otras lecturas. Aplicá a la piel de los días una crema base, pastelera. Echate un polvito cada tanto. Recortá la barba, empastá de gel el pelo, de rimmel las pestañas, de rouge la boca. Estirá un poquito los labios, mostrá los dientes. Eso. Ahí va. Decí whisky. Ahora sí, sale selfie flamante, impecable.

No dejes la memoria librada al destino. ¿Qué van a decir de nosotros, de lo que fuimos, de lo hicimos, de lo que dejamos, cuando todo esto cambie alguna vez? ¿Cómo sabrán ellos en el futuro que la peleamos todo lo posible? Que te animaste al fin a disputarle la historia, la calle, las ideas, las supuestas verdades, las consignas, los dogmas. Que exigiste libertades, aparición con vida, puteaste por el ajuste a los jubilados, el clientelismo, el poder feudal, la extorsión de los mafias sindicales, el nepotismo de los Kirchner, los Moyano, los Recalde, denunciaste las amenazas, el miedo que provocan para ejercer el poder.

Atado a los posteos, con los oídos encerados, no escuches los cantos de sirena del coro de hipócritas. Quieren hundirte en su pozo ciego. Protegé tus recuerdos. Todo lo que te da valor. Usa un cerebro amigo si ya no alcanza con el tuyo. Un disco externo, un pendrive, hacé backup, blindá los libros, los textos, las cartas, los poemas, las canciones, las fotografías en blanco, negro, color, los videos, la vajilla, el reloj, los aros, las rutinas, las sobremesas, las risas, los abrazos de tus viejos, las voces de tus hijos, los mensajes, las jodas con los amigos, los amores de siempre, lo que te queda de coraje.

Esta trágica comedia es finita.

(*) Periodista

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