domingo, 10 de mayo de 2020

La 'vacuna' argentina

Por Gustavo González
La grieta del siglo XXI le sirvió al kirchnerismo para construir su identidad y al macrismo para sacar provecho de ello. Pero la grieta que les sirvió para crecer venía inoculada con el virus de la derrota. Grieta y desarrollo son antagónicos.

Hay sociedades que progresaron con fuertes controversias internas, pero no hay sociedad desarrollada que haya llegado a serlo estando quebrada entre bandos irreconciliables que suponen que el otro es el mal y que su asunción implicará, siempre, un giro de 180° en las políticas de Estado.

La grieta de los últimos ocho años coincidió con cinco años de crisis económica: dos durante el segundo mandato de Cristina y tres de los cuatro de Macri. Recién cuando estemos definitivamente fuera del foso podremos cuantificar cuánto de la caída del Producto Bruto argentino durante los años pico de la grieta se debió, no solo a políticas económicas erradas, sino también a esa enfermedad social que tornaba inviable la generación de nuevos negocios, nuevas inversiones y nuevas ideas.

Nadie planea a largo plazo en un país dividido entre facciones.

De la campaña a la pandemia. Alberto Fernández no hubiera llegado al poder si esa fosa continuaba tan profunda.

Ganó porque una porción importante de quienes no hubieran votado a Cristina ni a Macri creyó en su campaña antigrieta y lo corporizó como expresión de una tercera vía. Y porque el juego de la antinomia permanente había entrado en modo caricatura y el clima de época era otro.

De ahí a que Fernández cumpliera con las expectativas de esa nueva mayoría había un trecho tan grande como el que en la política argentina suele existir entre los dichos y los hechos.

La pandemia se convirtió en una prueba temprana de qué tan sincero fue aquel relato de campaña.

Durante la última prórroga de la cuarentena, el Presidente volvió a mostrarse junto a Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof, y este viernes les dio voz a ambos. Parecían una síntesis de una política de consenso: Alberto Fernández representando a una de las patas de la alianza oficialista, el gobernador como expresión del cristinismo duro y el jefe de Gobierno como líder del ala política del PRO que siempre se opuso a la estrategia agrietada de Macri.

No estaban presentes, pero se podrían haber sumado, los radicales como el jujeño Gerardo Morales (histórico antagonista del kirchnerismo), pragmáticos de la gobernabilidad.

La grieta todavía sangra. Pero la grieta es una herida en proceso de cicatrización: todavía sangra cuando se la presiona.

En la misma conferencia del viernes, el Presidente la emprendió contra los “pillos” que dicen “que lo más importante es la economía” y que no le “van a torcer el brazo”. Contrapuso nuevamente salud y economía, al sostener que priorizando la salud salvará vidas.

Es cierto que le sería difícil reconocer en público que por la dramática crisis económica causada por la obligada cuarentena también morirán personas, pero su actitud confrontativa coloca a los que advierten eso dentro de un supuesto bando de personas desalmadas.

No existen tales bandos.

La cuarentena puede haber sido y seguir siendo una medida necesaria para acotar el número de víctimas por el virus, pero al mismo tiempo es la causante de un congelamiento económico que, como en todas las grandes recesiones de la humanidad, también causará víctimas. La cuarentena evita víctimas y causa víctimas, aunque hoy la tendencia más aceptada en el mundo es que salvaría a más personas de las que perjudicaría.

Kicillof también agregó lo suyo al reforzar que existen dos bandos: “Estamos los que nos hacemos cargo del problema y del otro lado los que critican por Twitter”. ¿Es razonable darles esa entidad a los que puedan criticar desde las redes sociales o es la advertencia de una herida que amenaza con reabrirse en cualquier momento?

Cuidar de que no trepe la curva de contagios es tan importante como impedir que crezca la curva de la grieta.

En las últimas semanas hubo atisbos de una recaída social.

Otra vez, los medios, algunos dirigentes y ciertos sectores sociales encontraron excusas para transformar debates lógicos en peleas despiadadas: la polémica por la liberación o no de presos, las ventajas y desventajas de aplicar un impuesto a la riqueza, la llegada de médicos cubanos, los sueldos de los políticos, las sesiones legislativas presenciales o virtuales, salir o seguir con la cuarentena.

La otra curva de contagios. La virulencia de esos enfrentamientos todavía no prende demasiado en una mayoría harta de años de peleas estériles, pero la sensibilidad de esta cuarentena permitió cacerolazos de todo tipo, incluso en “contra del comunismo”.

Si la curva de contagios por la grieta volviera a crecer, de nuevo la primera afectada sería la economía.

El día que comenzó la cuarentena, las empresas que pudieron seguir produciendo representaban el 43% de la masa salarial de los trabajadores formales. Cerca del ministro Matías Kulfas estiman que, con las flexibilidades anunciadas, a partir de este lunes ese porcentaje llegará al 50%, y que antes de fin de mes las fábricas e industrias activas representarán el 70% de los empleos nacionales. Del 30% restante (actividades deportivas, espectáculos, esparcimiento, gastronomía, turismo, etc.) nadie se atreve a precisar cuándo retomarán su rutina.

El Ministerio de Producción es uno de los focos de tensión entre quienes quieren mantener o no la cuarentena.

La agenda de Kulfas está repleta de entrevistas con empresarios que le piden reanudar sus actividades para poder pagar sueldos. Mientras que quienes le piden no relajar el aislamiento son los intendentes del Conurbano, sin distinción de pertenencia partidaria.

El ministro analiza el pedido de mil empresas que presentaron protocolos sanitarios y laborales para reabrir. Se estudia caso por caso: cómo sería la separación entre trabajador y trabajador, los controles de ingresos, la distancia entre los domicilios de los empleados y la empresa y cómo sería el traslado.

Hasta ahora, se explica que de los más de 5.600 infectados, solo uno tuvo lugar en una fábrica. Se espera que estas semanas de concientización logren que la reanudación del trabajo vaya acompañada de las adecuadas medidas de prevención sanitaria.

Antídotos. El impulso antigrieta pareció sintetizarse la semana pasada también en las solicitadas de apoyo de gobernadores, intendentes y economistas de distintas tendencias a la propuesta del Gobierno a los bonistas. Más allá del mayor o menor acierto que la oferta pueda tener, marca un hecho atípico en el marco de este tipo de negociaciones en las que el lobby de los fondos acreedores suele jugar fuerte.

Hay dudas de cuánto efecto verdadero puede causar esta muestra de apoyo general a la oferta oficial, pero hay coincidencias en que lo contrario complicaría todavía más la posición argentina.

Falta para que el mundo desarrolle una vacuna contra el coronavirus. Pero la Argentina tiene la oportunidad de encontrar, en medio de esta pandemia, una vacuna social para prevenir esa enfermedad llamada grieta que ya causó demasiadas víctimas.

© Perfil.com

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