domingo, 22 de marzo de 2020

Otro aplauso

Por Manuel Vicent
Esta primavera de 2020, que acaba de empezar, habrá que tomarla como una nueva arma de combate. Confinados en casa, con la angustia del encierro, cada uno puede purificar la mente y recuperar la moral imaginando el milagro que sucederá ahí fuera en plena naturaleza. La eclosión de las flores va a coincidir con la curva más alta de la pandemia. El polen trasportado por el viento, por los pájaros y los insectos se cruzará con el aciago coronavirus en el espacio.

Frente a cualquier catástrofe a la que nos conduzca la peste, el polen y las semillas sembradas esta primavera al final ganarán la batalla como siempre.

El trigal que ahora se ondula sobre las colinas será el pan de mañana; entre los surcos abrirán las verduras su corazón de nieve; toda clase de frutas llenará en verano los mercados callejeros y las cepas del viñedo que están despertando producirán en otoño ese vino, que será necesario para brindar por el mal recuerdo de la tragedia. Las golondrinas han vuelto a sus nidos de antaño, los pájaros chillan y se persiguen frenéticamente para copular en los tejados. Puede que al final nos salve de esta catástrofe humanitaria un poco de sol en la ventana y ese geranio que florece en el balcón desde donde cada noche se aplaude el honor de nuestros héroes sanitarios.

Ahora, al despertar cada mañana, comienza esta pesadilla que nos obliga a vivir como una realidad angustiosa la ficción de aquellos relatos de pestes medievales, de ciudades sitiadas y de naufragios que leíamos en los largos veranos de la adolescencia, tumbados en la hamaca, sin imaginar que un día seríamos protagonistas valientes o cobardes en una aventura semejante.

En el barco de la isla del tesoro al tripulante que sembraba el desánimo en medio de la tempestad se le arrojaba al agua. Si el optimismo es un arma de combate, también merece un aplauso la primavera.

© El País (España)

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