lunes, 30 de marzo de 2020

Estamos de duelo

Control. Hay personas que buscan desafiar la cuarentena.
Por Sergio Sinay (*)

Más tarde o más temprano el virus será controlado y vencido. Pero para entonces ya habrá cumplido su tarea. Habrá terminado con un mundo. El que creíamos único e inmodificable, el que prescindía de la empatía, la cooperación, la compasión, la generosidad, reemplazadas por el hedonismo, el narcisismo, el egoísmo, estimulados por una soberbia tecnológica que se había atrevido a sugerir que llegaríamos a ser inmortales, que se podría envasar nuestra conciencia y nuestra memoria desprendiéndolas de nuestro organismo y a reemplazar cada miembro y órgano de nuestro cuerpo por prótesis “inteligentes”. 

Como sabían hace 25 siglos los sabios y queridos griegos, la soberbia se paga y tiene su némesis. A la soberbia económica, científica y tecnológica se le escapó una tortuga gigante. En realidad, un ínfimo microorganismo casi invisible y letal.Covid-19. Fin de un mundo. Además de asustados, desconcertados y confinados, estamos de duelo, lo sepamos o no, lo queramos o no.

Poco antes de morir, en agosto de 2004, la eminente médica suiza Elisabeth Kübler-Ross (ella se consideraba “una simple aldeana”) terminó, junto a su amigo y discípulo David Kessler, el libro Sobre el duelo y el dolor, un sensible y profundo tratado sobre los finales y las pérdidas. Durante más de 40 años Kübler-Ross había acompañado a decenas de miles de enfermos terminales en el tramo final de sus vidas hasta convertirse en la máxima especialista en la cuestión. En ese libro precisó las cinco fases del proceso de duelo que había detectado. No era una teoría sino una comprobación. Ellas son: 1) Negación de lo inevitable ya ocurrido; 2) Ira ante ese hecho; 3) Negociación para atravesar, atenuar o postergar la situación; 4) Depresión ante lo ineluctable; 5) Aceptación.

Cada persona lo vive a su manera, advertía Kübler-Ross. No todas atraviesan esas etapas en un orden lineal y muchas quedan estancadas para siempre en uno de los tramos. Pero viven esas instancias tanto quien sabe anticipadamente que va a morir como sus deudos. Y sólo al llegar a la aceptación se puede reiniciar, reconstruir o encontrar sentido en lo vivido. El duelo que experimentamos hoy es fruto de la angustiosa evidencia de que lo que parecía seguro y eterno ha desaparecido, y de la dolorosa certeza de que hay cosas irrecuperables (vínculos, personas, hábitos, trabajos, costumbres, rutinas, creencias, expectativas, proyectos).

Al parecer, transitamos las dos primeras etapas del duelo. La negación, que comenzó con la toma a la ligera del virus, la petulante idea de que sería algo así como una gripe más fuerte, la creencia de que afectaría a los otros, “pero no a mí”. Luego la ira, al ver que “el bichito” fue subestimado, que es masivo y mortal. El enojo irracional con el virus o el desplazamiento de esa ira hacia gobernantes, científicos desprevenidos, vecinos que salen de sus casas, autoridades que controlan el cumplimiento de la cuarentena. Prueba de la primera fase son los numerosos estúpidos (dañan y se dañan) que siguen buscando maneras de transgredir la cuarentena. Y evidencia de la segunda fase son los burdos comentarios políticos que persisten en reavivar la grieta, las delaciones por supuestas y no comprobadas violaciones del confinamiento, los linchamientos mediáticos y vía redes sociales. Hay también quienes empiezan a transitar la fase de negociación. Aceptada la situación buscan los medios, internos o externos, de suavizarla (fumarse un pucho en la calle, sacar al perro por media hora, conseguirse un permiso/excusa para circular). Y están quienes aisladamente se deprimen, pero no llegó aún la depresión masiva. Y tardará, acaso tanto como la vacuna, la aceptación de que esto será largo, de que no habrá garantías, de que la responsabilidad individual es obligatoria y de que cuando salgamos a la luz el mundo será otro. Deberemos rediseñarlo, empezando por nuestras propias vidas, revisando valores, prioridades existenciales, vínculos, afectos, para que también se modifiquen la política y la economía depredadoras, insensibles, despiadadas, antisolidarias y criminales que se habían impuesto mundialmente como modelo único.

(*) Periodista y escritor

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