sábado, 29 de febrero de 2020

Brigada de Él, ejército de Ella

Por Roberto García
Apenas asumió, dicen que el precavido Francisco contaba los primeros días de su mandato. Quería atravesar respirando el número 33, justo la duración del período de Juan Pablo I, el papa breve que en la década del 70 murió bajo un manto de sospecha típica de los Borgia. Pasó el récord, pero ese pérfido clima de intriga nunca caduca en la historia vaticana. Inclusive, para ahorrarse pesadillas, el ex Bergoglio ha evitado dormir en el lúgubre Palacio Pontificio, en la cama donde mueren los papas: prefiere la sencillez de Santa Marta, mejor oxigenada.

Cuestión de hábitos y prevenciones. Con menos de dos mil años de tradición, por ahora, el peronismo también conserva su propio caldo de sospechas, inestable y codicioso, que en una primera etapa habrá de superar mañana Alberto Fernández al cumplir 80 días de gestión. Lejos ya de los 49 días que duró el ciclo presidencial del odontólogo Cámpora, reemplazado por Perón, plagado de enfrentamientos violentos, intestinos. Vicarios semejantes, objetivo alcanzado. En apariencia, ya que desde la jura crece la fronda en el Gobierno, se expande la versión popular sobre un poder dual entre el mayoritario accionista del consorcio (Cristina) y el designado CEO, Alberto.

Muestra. El mensaje anti-Macri de mañana hubiera tenido otra vigencia al inicio del mandato, el ingeniero boquense ha desaparecido como indigerible pan cotidiano y lo que revienta el termómetro es la cada vez menos sorda reyerta entre la brigada de El y el ejército de Ella. En apenas dos meses pasaron de pelear con el vecino de enfrente a pelearse entre ellos, un conflicto que no existía y del cual ahora la gente quiere saber.

Le dedicó muchas horas Fernández a su discurso en el Congreso, tan metódico como De la Rúa, que revisaba hasta las comas. Como si no existieran amanuences más idóneos y le sobrara el tiempo al jefe de Estado. Se supone que aborto y otras lindezas para la tribuna serán parte de la exposición, más la responsabilidad económica que le derivó Cristina cuando llegaron al poder, diagnosticando la deuda como prioridad de vida. Trasciende la disfrazada disputa semiológica –el “diálogo” con el FMI según ese instituto, la “negociación” de acuerdo con el Gobierno– y los trompicones con los bonistas privados que de ser el 23% de la deuda se han convertido en el 100% del problema financiero.

Cuesta aceptar que esa porción menor sea tan importante, parece hasta una necedad manifiesta a menos que exista un propósito político desconocido. Sorprende además el traspaso que el mandatario le ha endosado en este ejercicio al ministro Guzmán, “Martincito” para la cúpula, hombre con rostro de la galería familiar de los Van Gogh, quien llegó al Gobierno de la mano de su colega Kulfas y hoy soporta, como lo atestiguan las fotografías, la amansadora de los funcionarios internacionales que lo reciben en despachos mínimos, modestos, casi de subgerente de una pyme, al revés de lo que sucedía con Dujovne. No desean repetir experiencias de cuzquitos transformados en perros de raza.

Si bien ahora AF y Guzmán repiten la misma monserga que antes expresaban Macri y Dujovne sobre el FMI, hay un tratamiento distinto en las formas, al menos hasta que se terminen de revisar las cuentas. Y eso que el ajuste oficial es más crudo que el de la administración anterior, basta ver los jubilados o la defenestration de la cláusula gatillo para los salarios. Música para los oídos del organismo. O que se satisfacen con denuedo algunos de los cuatro requisitos del gobierno Trump a la política exterior argentina, entre ellos la calificación terrorista al Hezbollah, el no retiro del Grupo Lima, morigerar avances de los chinos en minería (litio) y el 5G, y la discreta permanencia de Evo Morales.

Genética e historia. Lo de la deuda está en el genoma Argentina. Ya lo escribió Sarmiento con precocidad: “Calle Esparta su virtud, sus hazañas calle Roma, silencio que al mundo asoma la gran deudora del sur”. Pero en la Casa Rosada las discusiones son otras, para evitar disquisiciones técnicas. Fernández se ha contagiado de un virus con un mes de antigüedad, cuando le advirtió el gobernador santiagueño Zamora en una dura conversación y luego de haber consultado a CFK: “El Gobierno está en suspenso, no anda”.

Por el antídoto tardío, ahora el Presidente presiona a sus ministros por mayor ejecutividad, reclama una producción de ideas. Registra poco y nada. Además el curso sombrío del declive no se modifica con el apartamiento de jueces y fiscales, una picaresca del kirchnerismo para dominar la Justicia, ni la designación de Rafecas como procurador (para borrar a Stornelli y facilitar nulidades en algunas causas de Cristina, afirman los radicales que se han juramentado no convalidar la medida en el Parlamento). Tampoco que el ministro Arroyo obsequie 500 mil herramientas para que la gente sin trabajo tenga una labor. Casi de Duhalde esa decisión, un almacenero, quien pretende envolver azúcar, harina o galletitas con papel común para aliviar la inflación por el costo del packaging.

También se paralizan rubros superiores: en YPF no se consensúa el proyecto de ley para Vaca Muerta, aunque quieran anunciarlo, la acción cayó a ocho dólares, Nielsen, que estaba para director de orquesta, parece suplente del fagot, y la pugna en energía es gigantesca por cargos vacantes, obras y contratistas, hasta algunos promueven la estatizacion de Edenor y Edesur por presuntas anomalías judiciales del pasado. Parece que el ministro Lanziani no comparte criterio, pero escucha denuncias y atiende el dato de que uno de los empresarios del sector construye a vertiginoso ritmo un lujoso edificio en Punta del Este sobre una emblemática casa del balneario que alguna vez, hace 50 años, amenazó comprar el sha de Irán.

Sorpresa. Tal vez en su balance del 1-M, Fernández también agregue tributos al sector financiero, promesa con la que fantaseó durante la campaña. Por ahora, en esa vocación de “Estado buitre” en materia impositiva postergó, ante la insinuación de un paro de los productores, la suba de retenciones al agro. Por poco tiempo, ya que aun en un acuerdo con el FMI, nadie garantiza la recuperación económica y mucho menos que se amortigüe el castigo a la clase media. Por el contrario. Curioso fenómeno: Perón, con el antecedente de Yrigoyen, consagró el ascenso social de ese sector. Ahora, sus presuntos seguidores parecen los encargados de sepultarla.

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